domingo, 23 de septiembre de 2012

381 Historia (Mundial)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000381 [1]

 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 23 de Septiembre de 2.012.




El Dinero IV
Por Rubén Vicente 

Ya hemos visto en otros artículos de El Cisne Negro cómo fue evolucionando la historia, hasta concluir con La Gloriosa Revolución Inglesa de 1688. [3]  

Una de las cosas que no se dijeron en esa oportunidad, era que el gran intérprete de lo que sigficaba esa revolución, que fue John Locke, sostenía que la única manera de que Inglaterra y Escocia se unieran definitivamente y de que, juntas, se convirtieran en la segunda gran potencia mundial, era que el gobierno de su majestad tomara conciencia de que todo ese poder anglo-escocés descanzaría, fundamentalmente, en las finanzas (léase: los bancos, las bolsas y las aseguradoras), pero aclarando que la piedra filosofal (sic) de las finanzas es la moneda, que debía ser nacional, igual que en Francia. 

En 1701, los parlamentos de los grandes reinos de Inglaterra y de Escocia aprobaron El Acta de Unión (léase: the union act), quedando conformada la unión de los reinos (léase: el reino unido) de Gran Bretaña, y en 1714 fue coronado como segundo monarca británico su majestad, el Alte. BRN ® Dr. sir John Wetting (a) Jorge I (a) The King (41), quien nombró como nuevo ministro de finanzas a su alteza, el duque de Oxford, Tte. Gral. BRA ® Dr. sir John Stirling (62). 

Lo primero que hizo El Duque de Oxford fue hacer un relevamiento general de las condiciones económicas de Gran Bretaña y de sus colonias, dándose cuenta de todo era un desquicio fenomenal, pues no había orden en ningún sentido. 

Fue entonces cuando El Duque de Oxford logró la aprobación de su magestad para ensayar una operación política sin precedentes en la historia de las islas británicas, que fue expropiar absolutamente todas las gemas y todo el metálico existentes en la metrópolis y en las colonias, bajo promesa de devolución en tres años, pero con un plus por el tiempo de espera (léase: el empréstito forsozo). 

En 1716, El Duque de Oxford ya tenía una cantidad de gemas y de metálico, que era la mitad de lo que tenía Francia, que era la primera gran potencia mundial de aquel entonces. 

Las gemas se las entregó a la corona, y el oro quedó en poder del ministerio de finanzas, pero la plata fue guardada en las arcas de la nueva institución británica, que fue El Banco de Inglaterra (The Bank of England), con funciones idénticas a las del Banco de Francia (Le Banque de France).  

Y entonces, El Banco de Inglaterra emitió una resolución administrativa en cuya virtud modificó el sistema de pesas y medidas vigente hasta entonces.

En efecto, hasta ese momento, regía el sistema de la onza lombarda, de ciento veintiseis coma veinticho gramos cada una (1 OL= 126,28 grs. c/u), cambiándola por la nueva onza británica, que fue llamada con el nombre coloquial de La Libra de Stirling (léase: la libra esterlina), que pesaría cuatrocientos sesenta y seis gramos (1 LS = 466 grs.). 

Inmediatamente después, El Duque de Oxford mandó fundir todo el oro del ministerio de finanzas y toda la plata del banco central británico, para que dicho metálico sirviera como materia prima de las nuevas libras esterlinas de oro y de plata. 

Y por último, el banco central británico respaldó con sus reservas monetarias en plata la emisión del primer billete nacional que llevaría, justamente, el nombre de la libra esterlina, cuya unidad cotizaría en paridad fija y convertible con la libra esterlina de plata (1:1). 

Desde entonces, cada kilate de las gemas que tenía en su poder la corona británica equivaldría a una libra esterlina de oro en poder del ministerio de finanzas, y cada libra de oro equivaldría a dieciseis onzas de plata en poder del banco central británico (16), mientras el sistema financiero privado británico se manejaría con las libras esterlinas billete, cotizando uno a uno con las de plata del banco central (1:1). 

Y con la primera partida de libras esterlinas billete (£) , el banco central británico saldó su deuda pendiente con los expropiados de la metrópolis y de las colonias, dejando inaugurado el patrón plata-libra esterlina. 

Desde entonces (1718), Gran Bretaña ya tenía la piedra filosofal (léase: la moneda nacional), sobre las que descanzarían las finanzas nacionales (los bancos, las bolsas y las aseguradoras), que alimentarían de capital a la economía nacional británica (los negocios inmobiliarios, la producción de las materias primas, las artesanías y el comercio). 

Pero además, El Duque de Oxford hizo otras dos cosas que no tenían precedentes, ni en la historia británica ni en la historia mundial, que fue ordenar la elaboración de el primer presupuesto base cero y la imposición del principio presupuestario de la responsabilidad fiscal. [4]  

Entonces, Gran Bretaña tuvo en sus manos las dos llaves maestras que abrieron las puertas del adelanto económico de la nación y de la prosperidad del pueblo, que son la política monetaria y la política fiscal, es decir, la moneda sana y el presupuesto sin deficit. Is it clear? 

Ya hemos visto también antes de ahora, como fue la historia de La Revolución Industrial. [5] Pero téngase presente que sin las dos condiciónes sine qua non de la moneda sana y de el presupuesto sin deficit, esa revolución industrial, jamás habría podido ni siquiera comenzar. 

Ese fue, en pocas palabras, El Patrón Plata – Libra Esterlina, que convertiría a Gran Bretaña, nada más ni nada menos, que en la primera potencia mundial (1815-1945), claro está. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, responderia que veremos, veremos y pronto lo sabremos. 

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] Ver El Cisne Negro (Editoriales 240 a 251).
 
[4] Normalmente, las partidas presupuestarias se van repitiendo cada año en forma automática, sin controlar si realmente sigue siendo necesario o no relizar el gasto previsto. Luego de muchos presupuestos anuales, se puede comprobar que hay gastos que han devenido superfluos pero que, sin embargo, se siguen haciendo, sin ninguna justificación lógica (léase: la ineficiencia = se lo afanan = la corrupción) y, paralelamente, hay gastos que deberían hacerse y no se hacen, por falta de fondos públicos, pues para poder hacerlos, sería necesario aumentar la presión tributaria, generando el descontento de los contribuyentes con el gobierno de su magestad. En cambio, el presupuesto base cero implica calcular en cada año, absolutamente todas y cada una de las partidas presupuestarias, partida por partida, subpartida por subpartida, e item por item, como si fuera la primera vez que se elabora el presupusto del sector público del estado. El resultado práctico de semejante concepción presupuestaria es la habitual reducción significativa del gasto público, genérandose márgenes para incluir partidas referentes a nuevos gastos públicos, pero sin necesidad de aumentar la presión tributaria (léase: la reasignación de los gastos públicos = la eficiencia presupuestaria). Y la responsabilidad fiscal es el compromiso polltíco, firme y sostenido, de no gastar más de lo que ingresa, es decir, de que el gasto público jamás supere a los ingresos públicos, y si no alcanza, agua y ajo. Okey?
 
[5] Véase El Cisne Negro (Editoriales 252 a 255).

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