miércoles, 5 de septiembre de 2012

363 Historia (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000363 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 5 de Septiembre de 2.012.





Avellaneda III
Por Norberto Pedemonte


La Presidencia de la República

Para fines de 1872 se empieza a bosquejar la candidatura del Dr. Nicolás Avellaneda a la presidencia de la nación.  A la gente del interior le simpatiza. Lo saben honesto, trabajador y que no se va a olvidar de ellos. Muchas provincias lo apoyan, especialmente Tucumán, y sobre todo Córdoba.  
Pide ayuda a Roca para limar asperezas con algunos personajes provinciales, tales como Arredondo, quien lo ningunea y se convertirá en su enemigo. El presidente Sarmiento le va a brindar su total cooperación.
Avellaneda es el encargado de la redacción del proyecto para formar gobierno en el Chaco y ordena el comienzo de las obras de extensión del FFCC de Córdoba a Tucumán.  También  la ley de creación de la Oficina Meteorológica Nacional.
Ya en sus memorias anuales de 1873 destaca que la educación primaria cuenta con 97.000 alumnos y 120 bibliotecas.  Las escuelas superiores habían cuadruplicado sus matrículas en seis años, cifra que aumentaría ostenciblemente cuando se terminaran de construir más escuelas.
Para esa época escribía:  “Cada día abrigo convicciones más profundas sobre la inutilidad de los hechos de fuerza para curar los males sociales.  No hay ambición ni pretexto que pueda justificar el ingreso en estos caminos”.
En agosto de 1873 es acusado por “La Nación”, el diario de Mitre, de incompatibilidad entre su puesto y la candidatura a presidente. Para demostrar su honradez  renuncia, y ya desde el llano, escribe otra columna para responderle al “general”, que no existe tal incompatibilidad y le recuerda la candidatura mitrista de Rufino de Elizalde cuando era ministro de Relaciones Exteriores, y a la vez, candidato a presidente.  Como ocurrió infinidad de veces, La Nación hizo de la mentira su línea editorial.
Escribe cartas a todo el país para promocionar su candidatura y promete a sus amigos que no los va a decepcionar. En febrero de 1874 los avellanedistas triunfan en 11 de las 14 provincias en la elección de diputados. En marzo, Alsina se pliega a Avellaneda y éste declarará que se ha fundado una nueva fuerza política, que es El Partido Nacional.
Los mitristas no podían caer de su asombro. Su principal adversario en Buenos Aires (Alsina), se había unido al “insignificante” provinciano.
Para garantizar los comicios, Sarmiento mueve al ejército nacional a las provincias que podían suscitar problemas electorales. En abril se vota, y el triunfo de Avellaneda sobre Mitre es aplastante (146 a 79 electores); casi el 65%.
“Viva la República en paz, en progreso y en libertad, realizando sus grandes destinos”, diría el nuevo presidente electo de la nación. Pero no llegaría la paz, sino la guerra civil. Claro que a Mitre no le gusta perder.   Pensaba que el derecho a hacer trampa en los comicios le pertenecía a él en exclusividad.   
La cuestión es que sin trampas también perdía por goleada.  A Mitre los únicos que lo quieren son las minorías de Buenos Aires, los Taboada (de los últimos caudillos) en Santiago del Estero y algún grupo en San Juan.  
Los argentinos no comen vidrio, ya tuvieron suficiente de Mitre. Pero este señor, no contento con ser sesecionista, y de meter a la Argentina en una guerra internacional, de tener en su sucia conciencia miles de muertos y de llevar al país a casi la bancarrota, se le ocurre hacer otra revolución contra el poder central. 
Dice que va a respetar a Sarmiento, porque es un “Presidente Constitucional” y que la revolución la va a liderar cuando asuma Avellaneda.  Pero claro, todo lo que organiza en materia bélica lo hace mal.  Y la revolución se adelanta para setiembre de 1874.

Trae hombres y abastos de Montevideo, intenta ocupar la provincia.  Le falla el levantamiento de la flota;  le falla Corrientes;  le fallan los Taboada.  Sólo Arredondo se levanta en Cuyo, pero medio a destiempo.  Mitre junta un ejército de 9000 hombres y da vueltas por la Provincia de Buenos Aires.
A todo esto Avellaneda asume el 12 de octubre de 1874 a las 13 horas, como estaba estipulado.  Cuenta con 38 años y es el presidente más joven de la corta historia argentina.
Sarmiento declara que entrega el mando a un presidente que no sabe disparar una pistola y que debe  incurrir en un desprecio soberano a los que con las armas se han hecho árbitros del destino de su patria.
El discurso inaugural de Avellaneda ante el Congreso de la Nación versará acerca de lo fallido de la anarquía y de la traición para interrumpir la vida constitucional, que se abre con un nuevo período presidencial bajo las formas ordenadas de la legalidad. 
Entretanto, Mitre tiene un encuentro contra una fracción del ejército nacional y lo derrota.  Sin embargo, poco tiempo después, Inocencio Arias lo enfrenta con sólo la décima parte de hombres, provocándole una derrota.  Mitre dejará en el campo de batalla muchos muertos, pero se retira con el resto de su ejército.
Obstinado, Arias lo persigue ya con refuerzos (Pellegrini, Levalle y Conrado Villegas) y lo intima a rendirse.  Y sucedió lo que tenía que suceder. Mitre se rindió.  Me pregunto:  ¿Cómo este personaje puede tener seguidores?
Por el lado de Arredondo, tiene un primer éxito en Santa Rosa y empieza a deambular, hasta Córdoba.  Se supone que el movimiento es para conseguir refuerzos (que no llegan) y para esquivar a los ejércitos nacionales.  Lo cierto es que vuelto a Santa Rosa, Roca lo derrota y lo toma prisionero.  Sobre Arredondo pesa la muerte del general Ivanowsky, enviado por Sarmiento para arrestarlo por conspirador.  Roca es nombrado general en el mismo campo de batalla.  Contaba sólo 31 años.
Tal como lo había pronosticado Avellaneda:  “Dentro de poco habremos vuelto a las labores ordinarias de nuestra administración, completando las líneas telegráficas, prosiguiendo las vías férreas y educando un número cada vez mayor de hombres, al mismo tiempo que mejoramos la práctica de nuestras instituciones.”
El gasto de la guerra termina de menguar las ya exiguos depósitos del Banco Nacional.  El problema se viene arrastrando desde hace mucho.  La guerra del Paraguay; los continuos levantamientos y todo lo que hace al desarrollo de esta nueva Argentina.
Entretanto en la Provincia de Buenos Aires asume como gobernador el alsinista Carlos Casares, pieza clave en la apoyatura de la presidencia de Avellaneda.  El jefe autonomista (Alsina), continúa como ministro de guerra de la Nación.
En marzo de 1875 se despacha el ejército nacional a la provincia de Santiago del Estero, bastión de los Taboada, para garantizar la correcta elección de diputados, lo que implicará un levantamiento de los opositores a los hermanos y el derrocamiento de éstos. Los Taboada, dominadores de Santiago, aliados de Mitre desde siempre y que estuvieron conspirando con él, se quedaron fuera de la política.
Se produce la anmistía para los efectivos que se habían levantado en armas el año anterior.  Sólo serán juzgados los jefes revolucionarios.  Al respecto, Avellaneda dirá:  “La intolerancia ciega no es sino una fatuidad de la ignorancia...; y llega ya el día para todos los pueblos libres, en que la política debe dejar de hacer víctimas.”
No se cansa el Presidente de inculcar la pacificación de los argentinos, llave fundamental para el crecimiento de la Patria. En abril inaugura el FFCC Concordia-Monte Caseros, y en mayo pronuncia su primer mensaje al Congreso.  Sobre los recientes levantamientos sentenciará: "Nada hay dentro de la Nación superior a la Nación misma."
Anuncia el recorte de sueldos y suprime puestos públicos.  Los gastos deberán ser disminuidos.  Por ahora se mantienen los referentes a la construcción de escuelas.  Pide que se apruebe el proyecto sobre el puerto de Buenos Aires y se comience a construir el de Santa Fe. También que se establezca la comunicación con los puertos patagónicos, de especial interés, puesto que los chilenos buscaban apropiarse de nuestras tierras australes.
Ya ante el envío de un representate de ese país había manifestado: "Me cortaré la mano antes de suscribir un tratado que arranque a mi Patria lo que le pertenece.".
 
El Problema del Indio
El problema con los aborígenes de la Argentina no sólo era una cuestión territorial, ya que se desperdiciaban enormes extensiones para ser explotadas por la inmigración.  Los malones ingresaban al territorio y saqueaban a los colonos, produciéndoles grandes pérdidas. Tampoco se favorecía la colonización mientras la zona fuese atacada.  El mantenimiento del ejército de frontera demandaba cuantiosos gastos.  Además, como ya se dijo, Avallaneda estaba en contra de la leva, porque esas manos podían aprovecharse para cultivar la tierra.  Por último, y no por ello menos importante, estaba la cuestión de que, atrás de los malones indios, estaban los chilenos fogoneándolos.
 Lo robado aquí muchas veces pasaba a Chile para ser comerciado.  Es muy difícil reclamar (disputar) territorios de los cuales no se tiene el control.  Además, los indios actuaban como mercenarios. En su último levantamiento, Mitre alquiló sus servicios pero fueron derrotados  y dispersados por las tropas nacionales.
Para agosto de 1875, el presidente Avellaneda presenta el proyecto de Ley de Inmigración y de Colonización y el de Colonización de Chubut, que buscaba parcelar 40000 has. en ese territorio.
Es importante conocer lo que para esa época era el territorio del indio.  La mayor parte de la Provincia de Buenos Aires, el sur de Córdoba, parte de San Luis y Mendoza, toda La Pampa y por supuesto toda la Patagonia, salvo la costa. En el norte: El Chaco y Formosa, norte de Santa Fe, parte de Santiago del Estero y norte de Córdoba y el este de Salta.
"Las fronteras desaparecerán, cuando dejemos de ser dueños del suelo por herencia de España y lo seamos por la población que lo fecunda y por el trabajo que lo apropia."
La idea de Alsina era ganar progresivamente terreno, adelantando la línea de frontera mediante el desplazamiento de los fortines y creando una zanja que atraviese la provincia y que corte el paso de los indios.
 Los menores detenidos por la justicia serán formados como marineros en un buque de Estado y luego trasladados a buques mercantes o de guerra. La idea es darle un oficio y suplir la falta de marineros que tiene el país.
Adhiere al Sistema Métrico decimal y reorganiza el ejército. Anmistía a los oficiales que participaron en el levantamiento de septiembre de 1874.  Promulga la ley de telégrafos y establece colonias en los puntos fronterizos ya sea internacionales, como con el indio. En octubre funda el FFCC Río Cuarto-Villa Mercedes.
Para fin de año ya se habían desbaratado conspiraciones en su contra y contra otros personajes e instituciones.  Ya algunos anarquistas estaban actuando y muchas veces eran apoyados por grupos antagónicos al presidente (léase: los mitristas). Los malones recrudecen.  Es la respuesta india al avance de las fronteras. 
En las elecciones  parlamentarias federales de febrero de 1976 vuelven a triunfar los avellanedistas.  El banco Provincia se muestra más duro con la renovación de créditos al Banco Nacional y al Tesoro de la Nación.  Intercede, como lo hará en varias oportunidades el gobernador bonaerense (Carlos Casares), pero no puede impedir que se le pidan al gobierno intereses usurarios.  Vuelve a reformar el plan de estudios de los colegios nacionales y resuelve crear más, y más colegios normales.  Crea también la Comandancia General de Marina.
Firma un tratado limítrofe con Paraguay y somete a arbitraje de EEUU algunas zonas donde no se pudo lograr acuerdo. Sobre el ejército opina:  “No habrá otro instrumento más disputado en las futuras luchas electorales que el ejército, del que querrán apoderarse todas las facciones...Salvaré al ejército con su moral y salvaré al país del ejército en plena demagogia.  Lo haré porque estoy dispuesto a cumplir con mi deber contra todo y a pesar de mis amigos y enemigos.”
Los chilenos siguen dando problemas cuando capturan  la nave Jeanne Amélie, que tiene permisos argentinos para extracción de guano y que naufraga cuando es escoltada a Punta Arenas.
La Argentina no está en posición de afrontar una guerra, y por lo tanto, las cuestiones debían tratarse diplomáticamente. Así pensaba el canciller Bernando de Irigoyen.
En cuanto al mitrismo, Avellaneda declarará en el Congreso que: “No fundaremos un régimen de instituciones libres, sino cuando las oposiciones dejen de ser sediciosas y los partidos dominantes abusivamente excluyentes”.  
En cuanto al inmigrante había que darle seguridad política y económica.  Y al proveniente del norte de Europa, otorgarle un pasaje barato y ayuda para establecerse.  Para ello había que economizar en los servicios públicos pero apoyar la inmigración.
Para los acreedores con bonos argentinos expresaba: “La República puede estar dividida hondamente en partidos internos; pero no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera, ante los pueblos extraños.  Hay dos millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed para responder, en una situación suprema, a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros”.  
Estas palabras son claves para mantener el crédito externo, condición indispensable para el desarrollo del país.  La provincia de Buenos Aires tiene recursos.  El gobierno central no, y debe recurrir al crédito extranjero, ya que el crédito provincial no es fácilmente accesible y cobra intereses de usura.  
En esa época no existían la variedad de impuestos que afloran en la actualidad.  Con el desarrollo de las economías esos créditos se irían pagando sólos.  La lógica es impecable. El problema del indio y los levantamientos, me hacen gastar esos recursos que iban a ser aplicados para el desarrollo (inmigración y comunicaciones).  La paz trae el desarrollo.  La paz partidaria.  El respeto  por las instituciones.  
Avellaneda les muestra el camino en los inicios de sesiones de 1876, cuando declara que unidos y en armonía llegamos al progreso (sic).  No hay otro camino.  No van a ser necesarios ni el hambre ni la sed del pueblo para salir del atolladero.  Sí, el eliminar cargos públicos burocráticos que afloraban y que iban a seguir aflorando en gestiones futuras, y que eran una costumbre arraigada de los españoles. El reducir el salario de los funcionarios a la mitad (a excepción de los militares) incluidos los docentes. Por último, lo más doloroso para él, sería el desacelerar la construcción de escuelas y de otras obras no relacionadas con las comunicaciones (léase: la construcción de ferrocarriles, telégrafos, puertos, etc., no iban a ser tocados).
Como siempre, los especuladores provocan una catástrofe. Cambian desesperadamente su papel moneda por el oro del banco nacional, que se ve forzado a suspender la convertibilidad, lo que es interpretado en Europa como la bancarrota nacional argentina (el default).  Sin embargo Argentina no dejará en ningún momento de pagar sus vencimientos externos.
Un incidente en Rosario con el banco de Londres, cuyo gerente especulaba para hacer quebrar al banco provincial, lleva al gobernador de Santa Fe a disponer su lisa y llana detención, ocasionando un conflicto internacional, de proporciones diplomáticas impredecibles.
Pero la cosa se pone peor, porque los ingleses mandan posicionar la cañonera Beacon frente a las costas de Rosario. El canciller Irigoyen le niega “status diplomático” al banco extranjero.  El problema se arregla recién cuando la Nación pone el dinero y la cañonera se retira, escoltada por naves de nuestra armada. 
En agosto de ese año (1876) se promulga la ley de marcas de fábrica y de comercio (comúnmente llamada: ley de patentes). Proyecto de Avellaneda de hacía muchos años. [3]
Justo en ese momento, asume como ministro de hacienda de la nación el Dr. Victorino de la Plaza, quien entiende que la provincia de Buenos Aires, en vez de ayudar al gobierno federal, hace todo lo posible para desestabilizarlo. Menos mal que los que gobiernan son los alsinistas aliados del presidente Avellaneda, que si no …
Bajo le gestión del ministro De La Plaza se siguen pidiendo créditos a la provincia, que son muy dificultosos de obtener, y cuando se obtienen, son con intereses altísimos.  En Londres los bonos bonarenses cotizan mejor que los argentinos.  Entonces Avellaneda declarará a sus íntimos:  “Esto no debe ni puede durar, mis amigos.  El todo debe valer siempre más que la parte.  Es axiomático. Y si otra razón no hubiera para que se declare Capital de la República a esta ciudad, bastaría esta sola:  La necesidad es agrandar la entidad nacional, que no debe vivir de favores, que un simple voto expone a fracasar.” Se refería a que por un sólo voto (1) habían conseguido el préstamo en la legislatura bonaerense y luego de denodadas negociaciones.
En septiembre el FFCC llega a la ciudad bonaerense de Azul.  En octubre se promulga la ley de Aduanas (1079 Arts.), la ley de Correos (149 Arts.), la ley que autoriza a contratar a empresas privadas para arreglar y abrir caminos cobrando un peaje y la ley para la construcción del FFCC Central Argentino, con terminal en el  Puerto de Rosario.
Avellaneda encomienda a los profesores de la Academia de Ciencias, la organización de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Córdoba.  Esta será la punta del iceberg de su futura gestión a cargo de la UBA.  La organización por los propios académicos de la gestión universitaria.
A fin de octubre inaugura el FFCC a Tucumán y en su provincia natal dirigirá, improvisándolo, uno de sus más emotivos discursos.  “Traigo fatigas después de las viscisitudes de la vida y anhelo descansar mi cabeza al abrigo de corazones seguros.... He tropezado con muchos en este camino de ambiciones, que viene tan lleno de gentes; pero nunca deserté de las reglas del deber. Puedo, pues, comparecer delante de la sombra de mi padre y delante de vosotros que fuisteis los testigos de su vida y de su muerte.... Pero ¡miradme! Soy el mismo. Y puesto que me habeis reconocido, vuelvo a pediros :  Dadme un asiento en el lugar común.  Necesito, después de tantas agitaciones, calentar mi alma bajo los rayos vivificantes de nuestro sol”.
En los  rostros de la multitud que lo escuchaba frente a su casa se reflejaba la emoción.  Sabían que él había hablado con el corazón.
Para fines de noviembre se levanta nuevamente López Jordán.  Avellaneda no se alarma.  Está seguro del ejército nacional.  El caudillo entrerriano viene del Uruguay con poco más de 600 hombres.  Su asonada no hallará eco en la población y será derrotado por el ejército argentino.

[1]La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155). 
[2]Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
 
[3](N. del E.) Para comprender a fondo el significado trascendental que tuvo para nuestro país la sanción de la ley nacional de patentes de invención y de marcas de fábrica y de comercio, véase la serie de artículos de El Cisne Negro vinculada con La Revolución Industrial (Editoriales 252 a 255). Bajo esa comprensión, la revolución industrial de la Argentina comenzó casi doscientos años más tarde que en Gran Bretaña (200), y sesenta años más tarde que en el Asia Oriental, que en Europa Continental y que en América del Norte (60). No obstante, debe tenerse presente que, en ese entonces (1876), sólo México tenía un flamente régimen jurídico protector del talento, de los descubrimientos, de los inventos, de las innovaciones y de los perfeccionamientos de los productos artesanales e industrales, mientras el resto de América Latina continuaba viviendo, desde el punto de vista económico, en el atraso de la edad media, incluyendo el Brasil. Bajo esa ley argentina, surgieron marcas de comercio que llegarían a ser centenarias (Biekert, Bagley, Quilmes, etc.), que fueron las primeras de la naciente industria liviana argentina de la alimentación, que la primera gran forjadora de el capitalismo nacional. Conste.  
 

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