Año II – Primera Edición – Editorial: 00000363 [1]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 5 de Septiembre de 2.012.
Avellaneda III
Por Norberto Pedemonte
La Presidencia de la República
Para
fines de 1872 se empieza a bosquejar la candidatura del Dr. Nicolás Avellaneda
a la presidencia de la nación. A la
gente del interior le simpatiza. Lo saben honesto, trabajador y que no se va a
olvidar de ellos. Muchas provincias lo apoyan, especialmente Tucumán, y sobre
todo Córdoba.
Pide
ayuda a Roca para limar asperezas con algunos personajes provinciales, tales
como Arredondo, quien lo ningunea y se convertirá en su enemigo. El presidente
Sarmiento le va a brindar su total cooperación.
Avellaneda
es el encargado de la redacción del proyecto para formar gobierno en el Chaco y
ordena el comienzo de las obras de extensión del FFCC de Córdoba a
Tucumán. También la ley de creación de la Oficina Meteorológica
Nacional.
Ya
en sus memorias anuales de 1873 destaca que la educación primaria cuenta con
97.000 alumnos y 120 bibliotecas. Las
escuelas superiores habían cuadruplicado sus matrículas en seis años, cifra que
aumentaría ostenciblemente cuando se terminaran de construir más escuelas.
Para
esa época escribía: “Cada día abrigo convicciones más
profundas sobre la inutilidad de los hechos de fuerza para curar los males
sociales. No hay ambición ni pretexto
que pueda justificar el ingreso en estos caminos”.
En
agosto de 1873 es acusado por “La Nación”, el diario de Mitre, de
incompatibilidad entre su puesto y la candidatura a presidente. Para demostrar
su honradez renuncia, y ya desde el
llano, escribe otra columna para responderle al “general”, que no existe tal
incompatibilidad y le recuerda la candidatura mitrista de Rufino de Elizalde
cuando era ministro de Relaciones Exteriores, y a la vez, candidato a
presidente. Como ocurrió infinidad de
veces, La Nación hizo de la mentira su línea editorial.
Escribe
cartas a todo el país para promocionar su candidatura y promete a sus amigos
que no los va a decepcionar. En febrero de 1874 los avellanedistas triunfan en
11 de las 14 provincias en la elección de diputados. En marzo, Alsina se pliega
a Avellaneda y éste declarará que se ha fundado una nueva fuerza política, que
es El Partido Nacional.
Los
mitristas no podían caer de su asombro. Su principal adversario en Buenos Aires
(Alsina), se había unido al “insignificante” provinciano.
Para
garantizar los comicios, Sarmiento mueve al ejército nacional a las provincias
que podían suscitar problemas electorales. En abril se vota, y el triunfo de
Avellaneda sobre Mitre es aplastante (146 a 79 electores); casi el 65%.
“Viva
la República en paz, en progreso y en libertad, realizando sus grandes
destinos”,
diría el nuevo presidente electo de la nación. Pero no llegaría la paz, sino la
guerra civil. Claro que a Mitre no le gusta perder. Pensaba que el derecho a hacer trampa en los
comicios le pertenecía a él en exclusividad.
La
cuestión es que sin trampas también perdía por goleada. A Mitre los únicos que lo quieren son las
minorías de Buenos Aires, los Taboada (de los últimos caudillos) en Santiago
del Estero y algún grupo en San Juan.
Los
argentinos no comen vidrio, ya tuvieron suficiente de Mitre. Pero este señor,
no contento con ser sesecionista, y de meter a la Argentina en una guerra
internacional, de tener en su sucia conciencia miles de muertos y de llevar al
país a casi la bancarrota, se le ocurre hacer otra revolución contra el poder
central.
Dice
que va a respetar a Sarmiento, porque es un “Presidente Constitucional” y que
la revolución la va a liderar cuando asuma Avellaneda. Pero claro, todo lo que organiza en materia
bélica lo hace mal. Y la revolución se
adelanta para setiembre de 1874.
Trae
hombres y abastos de Montevideo, intenta ocupar la provincia. Le falla el levantamiento de la flota; le falla Corrientes; le fallan los Taboada. Sólo Arredondo se levanta en Cuyo, pero medio
a destiempo. Mitre junta un ejército de
9000 hombres y da vueltas por la Provincia de Buenos Aires.
A
todo esto Avellaneda asume el 12 de octubre de 1874 a las 13 horas, como estaba
estipulado. Cuenta con 38 años y
es el presidente más joven de la corta historia argentina.
Sarmiento
declara que entrega el mando a un presidente que no sabe disparar una
pistola y que debe incurrir en un
desprecio soberano a los que con las armas se han hecho árbitros del destino de
su patria.
El
discurso inaugural de Avellaneda ante el Congreso de la Nación versará acerca
de lo fallido de la anarquía y de la traición para interrumpir la vida
constitucional, que se abre con un nuevo período presidencial bajo las formas
ordenadas de la legalidad.
Obstinado,
Arias lo persigue ya con refuerzos (Pellegrini, Levalle y Conrado Villegas) y
lo intima a rendirse. Y sucedió lo que
tenía que suceder. Mitre se rindió. Me
pregunto: ¿Cómo este personaje puede
tener seguidores?
Por
el lado de Arredondo, tiene un primer éxito en Santa Rosa y empieza a
deambular, hasta Córdoba. Se supone que
el movimiento es para conseguir refuerzos (que no llegan) y para esquivar a los
ejércitos nacionales. Lo cierto es que
vuelto a Santa Rosa, Roca lo derrota y lo toma prisionero. Sobre Arredondo pesa la muerte del general
Ivanowsky, enviado por Sarmiento para arrestarlo por conspirador. Roca es nombrado general en el mismo campo de
batalla. Contaba sólo 31 años.
Tal
como lo había pronosticado Avellaneda: “Dentro
de poco habremos vuelto a las labores ordinarias de nuestra administración,
completando las líneas telegráficas, prosiguiendo las vías férreas y educando
un número cada vez mayor de hombres, al mismo tiempo que mejoramos la práctica
de nuestras instituciones.”
El
gasto de la guerra termina de menguar las ya exiguos depósitos del Banco
Nacional. El problema se viene
arrastrando desde hace mucho. La guerra
del Paraguay; los continuos levantamientos y todo lo que hace al desarrollo de
esta nueva Argentina.
Entretanto
en la Provincia de Buenos Aires asume como gobernador el alsinista Carlos
Casares, pieza clave en la apoyatura de la presidencia de Avellaneda. El jefe autonomista (Alsina), continúa como
ministro de guerra de la Nación.
En
marzo de 1875 se despacha el ejército nacional a la provincia de Santiago del
Estero, bastión de los Taboada, para garantizar la correcta elección de
diputados, lo que implicará un levantamiento de los opositores a los hermanos y
el derrocamiento de éstos. Los Taboada, dominadores de Santiago, aliados de
Mitre desde siempre y que estuvieron conspirando con él, se quedaron fuera de
la política.
Se
produce la anmistía para los efectivos que se habían levantado en armas el año
anterior. Sólo serán juzgados los jefes
revolucionarios. Al respecto, Avellaneda
dirá: “La intolerancia ciega no es sino
una fatuidad de la ignorancia...; y llega ya el día para todos los pueblos
libres, en que la política debe dejar de hacer víctimas.”
No
se cansa el Presidente de inculcar la pacificación de los argentinos, llave
fundamental para el crecimiento de la Patria. En abril inaugura el FFCC
Concordia-Monte Caseros, y en mayo pronuncia su primer mensaje al Congreso. Sobre los recientes levantamientos
sentenciará: "Nada hay dentro de la Nación superior a la Nación misma."
Anuncia
el recorte de sueldos y suprime puestos públicos. Los gastos deberán ser disminuidos. Por ahora se mantienen los referentes a la
construcción de escuelas. Pide que se
apruebe el proyecto sobre el puerto de Buenos Aires y se comience a construir
el de Santa Fe. También que se establezca la comunicación con los puertos
patagónicos, de especial interés, puesto que los chilenos buscaban apropiarse
de nuestras tierras australes.
Ya
ante el envío de un representate de ese país había manifestado: "Me
cortaré la mano antes de suscribir un tratado que arranque a mi Patria lo que
le pertenece.".
El Problema del Indio
El
problema con los aborígenes de la Argentina no sólo era una cuestión
territorial, ya que se desperdiciaban enormes extensiones para ser explotadas
por la inmigración. Los malones
ingresaban al territorio y saqueaban a los colonos, produciéndoles grandes
pérdidas. Tampoco se favorecía la colonización mientras la zona fuese
atacada. El mantenimiento del ejército
de frontera demandaba cuantiosos gastos.
Además, como ya se dijo, Avallaneda estaba en contra de la leva, porque
esas manos podían aprovecharse para cultivar la tierra. Por último, y no por ello menos importante,
estaba la cuestión de que, atrás de los malones indios, estaban los chilenos
fogoneándolos.
Lo robado aquí muchas veces pasaba a Chile
para ser comerciado. Es muy difícil
reclamar (disputar) territorios de los cuales no se tiene el control. Además, los indios actuaban como mercenarios.
En su último levantamiento, Mitre alquiló sus servicios pero fueron
derrotados y dispersados por las tropas
nacionales.
Para
agosto de 1875, el presidente Avellaneda presenta el proyecto de Ley de Inmigración y de Colonización y
el de Colonización de Chubut, que
buscaba parcelar 40000 has. en ese territorio.
Es
importante conocer lo que para esa época era el territorio del indio. La mayor parte de la Provincia de Buenos
Aires, el sur de Córdoba, parte de San Luis y Mendoza, toda La Pampa y por
supuesto toda la Patagonia, salvo la costa. En el norte: El Chaco y Formosa,
norte de Santa Fe, parte de Santiago del Estero y norte de Córdoba y el este de
Salta.
"Las
fronteras desaparecerán, cuando dejemos de ser dueños del suelo por herencia de
España y lo seamos por la población que lo fecunda y por el trabajo que lo
apropia."
La
idea de Alsina era ganar progresivamente terreno, adelantando la línea de
frontera mediante el desplazamiento de los fortines y creando una zanja que
atraviese la provincia y que corte el paso de los indios.
Los menores detenidos por la justicia serán
formados como marineros en un buque de Estado y luego trasladados a buques
mercantes o de guerra. La idea es darle un oficio y suplir la falta de
marineros que tiene el país.
Adhiere
al Sistema Métrico decimal y reorganiza el ejército. Anmistía a los oficiales
que participaron en el levantamiento de septiembre de 1874. Promulga la ley de telégrafos y
establece colonias en los puntos fronterizos ya sea internacionales, como con
el indio. En octubre funda el FFCC Río Cuarto-Villa Mercedes.
Para
fin de año ya se habían desbaratado conspiraciones en su contra y contra otros
personajes e instituciones. Ya algunos
anarquistas estaban actuando y muchas veces eran apoyados por grupos
antagónicos al presidente (léase: los mitristas). Los malones recrudecen. Es la respuesta india al avance de las
fronteras.
En
las elecciones parlamentarias federales
de febrero de 1976 vuelven a triunfar los avellanedistas. El banco Provincia se muestra más duro con la
renovación de créditos al Banco Nacional y al Tesoro de la Nación. Intercede, como lo hará en varias
oportunidades el gobernador bonaerense (Carlos Casares), pero no puede impedir
que se le pidan al gobierno intereses usurarios. Vuelve a reformar el plan de estudios de los
colegios nacionales y resuelve crear más, y más colegios normales. Crea también la Comandancia General de
Marina.
Firma
un tratado limítrofe con Paraguay y somete a arbitraje de EEUU algunas zonas
donde no se pudo lograr acuerdo. Sobre el ejército opina: “No
habrá otro instrumento más disputado en las futuras luchas electorales que el
ejército, del que querrán apoderarse todas las facciones...Salvaré al ejército
con su moral y salvaré al país del ejército en plena demagogia. Lo haré porque estoy dispuesto a cumplir con
mi deber contra todo y a pesar de mis amigos y enemigos.”
Los
chilenos siguen dando problemas cuando capturan
la nave Jeanne Amélie, que tiene permisos argentinos para extracción de
guano y que naufraga cuando es escoltada a Punta Arenas.
La
Argentina no está en posición de afrontar una guerra, y por lo tanto, las
cuestiones debían tratarse diplomáticamente. Así pensaba el canciller Bernando
de Irigoyen.
En
cuanto al mitrismo, Avellaneda declarará en el Congreso que: “No fundaremos un régimen de instituciones
libres, sino cuando las oposiciones dejen de ser sediciosas y los partidos
dominantes abusivamente excluyentes”.
En
cuanto al inmigrante había que darle seguridad política y económica. Y al proveniente del norte de Europa,
otorgarle un pasaje barato y ayuda para establecerse. Para ello había que economizar en los
servicios públicos pero apoyar la inmigración.
Para
los acreedores con bonos argentinos expresaba: “La República puede estar dividida hondamente en partidos internos;
pero no tiene sino un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una
bandera, ante los pueblos extraños. Hay
dos millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed para
responder, en una situación suprema, a los compromisos de nuestra fe pública en
los mercados extranjeros”.
Estas
palabras son claves para mantener el crédito externo, condición indispensable
para el desarrollo del país. La provincia
de Buenos Aires tiene recursos. El
gobierno central no, y debe recurrir al crédito extranjero, ya que el
crédito provincial no es fácilmente accesible y cobra intereses de usura.
En
esa época no existían la variedad de impuestos que afloran en la actualidad. Con el desarrollo de las economías esos
créditos se irían pagando sólos. La
lógica es impecable. El problema del indio y los levantamientos, me hacen
gastar esos recursos que iban a ser aplicados para el desarrollo (inmigración y
comunicaciones). La paz trae el
desarrollo. La paz partidaria. El respeto
por las instituciones.
Avellaneda
les muestra el camino en los inicios de sesiones de 1876, cuando declara que
unidos y en armonía llegamos al progreso (sic).
No hay otro camino. No van a ser
necesarios ni el hambre ni la sed del pueblo para salir del atolladero. Sí, el eliminar cargos públicos burocráticos
que afloraban y que iban a seguir aflorando en gestiones futuras, y que eran
una costumbre arraigada de los españoles. El reducir el salario de los
funcionarios a la mitad (a excepción de los militares) incluidos los docentes.
Por último, lo más doloroso para él, sería el desacelerar la construcción de
escuelas y de otras obras no relacionadas con las comunicaciones (léase: la
construcción de ferrocarriles, telégrafos, puertos, etc., no iban a ser
tocados).
Como
siempre, los especuladores provocan una catástrofe. Cambian desesperadamente su
papel moneda por el oro del banco nacional, que se ve forzado a suspender la
convertibilidad, lo que es interpretado en Europa como la bancarrota nacional
argentina (el default). Sin embargo
Argentina no dejará en ningún momento de pagar sus vencimientos externos.
Un
incidente en Rosario con el banco de Londres, cuyo gerente especulaba para
hacer quebrar al banco provincial, lleva al gobernador de Santa Fe a disponer
su lisa y llana detención, ocasionando un conflicto internacional, de
proporciones diplomáticas impredecibles.
Pero
la cosa se pone peor, porque los ingleses mandan posicionar la cañonera Beacon
frente a las costas de Rosario. El canciller Irigoyen le niega “status
diplomático” al banco extranjero. El
problema se arregla recién cuando la Nación pone el dinero y la cañonera se
retira, escoltada por naves de nuestra armada.
Justo
en ese momento, asume como ministro de hacienda de la nación el Dr. Victorino
de la Plaza, quien entiende que la provincia de Buenos Aires, en vez de ayudar
al gobierno federal, hace todo lo posible para desestabilizarlo. Menos mal que
los que gobiernan son los alsinistas aliados del presidente Avellaneda, que si
no …
Bajo
le gestión del ministro De La Plaza se siguen pidiendo créditos a la provincia,
que son muy dificultosos de obtener, y cuando se obtienen, son con intereses
altísimos. En Londres los bonos
bonarenses cotizan mejor que los argentinos.
Entonces Avellaneda declarará a sus íntimos: “Esto
no debe ni puede durar, mis amigos. El
todo debe valer siempre más que la parte.
Es axiomático. Y si otra razón no hubiera para que se declare Capital de
la República a esta ciudad, bastaría esta sola:
La necesidad es agrandar la entidad nacional, que no debe vivir
de favores, que un simple voto expone a fracasar.” Se refería a que por
un sólo voto (1) habían conseguido
el préstamo en la legislatura bonaerense y luego de denodadas negociaciones.
En
septiembre el FFCC llega a la ciudad bonaerense de Azul. En octubre se promulga la ley de Aduanas
(1079 Arts.), la ley de Correos (149 Arts.), la ley que autoriza
a contratar a empresas privadas para arreglar y abrir caminos
cobrando un peaje y la ley para la construcción del FFCC Central Argentino,
con terminal en el Puerto de Rosario.
Avellaneda
encomienda a los profesores de la Academia de Ciencias, la organización de la
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Córdoba. Esta será la punta del iceberg de su futura
gestión a cargo de la UBA. La
organización por los propios académicos de la gestión universitaria.
A
fin de octubre inaugura el FFCC a Tucumán y en su provincia natal dirigirá,
improvisándolo, uno de sus más emotivos discursos. “Traigo
fatigas después de las viscisitudes de la vida y anhelo descansar mi cabeza al
abrigo de corazones seguros.... He tropezado con muchos en este camino de
ambiciones, que viene tan lleno de gentes; pero nunca deserté de las reglas del
deber. Puedo, pues, comparecer delante de la sombra de mi padre y delante de
vosotros que fuisteis los testigos de su vida y de su muerte.... Pero ¡miradme!
Soy el mismo. Y puesto que me habeis reconocido, vuelvo a pediros : Dadme un asiento en el lugar común. Necesito, después de tantas agitaciones, calentar
mi alma bajo los rayos vivificantes de nuestro sol”.
En
los rostros de la multitud que lo
escuchaba frente a su casa se reflejaba la emoción. Sabían que él había hablado con el corazón.
Para
fines de noviembre se levanta nuevamente López Jordán. Avellaneda no se alarma. Está seguro del ejército nacional. El caudillo entrerriano viene del Uruguay con
poco más de 600 hombres. Su asonada no
hallará eco en la población y será derrotado por el ejército argentino.
[1]La libre expresión y la segura circulación de la
información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]Para uno de Los
Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero
que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
catastrófico.
[3](N. del E.) Para comprender a fondo el
significado trascendental que tuvo para nuestro país la sanción de la ley
nacional de patentes de invención y de marcas de fábrica y de comercio, véase
la serie de artículos de El Cisne Negro vinculada con La Revolución Industrial
(Editoriales 252 a 255). Bajo esa comprensión, la revolución industrial de la
Argentina comenzó casi doscientos años más tarde que en Gran Bretaña (200), y sesenta años más tarde que en
el Asia Oriental, que en Europa Continental y que en América del Norte (60). No obstante, debe tenerse presente
que, en ese entonces (1876), sólo
México tenía un flamente régimen jurídico protector del talento, de los
descubrimientos, de los inventos, de las innovaciones y de los
perfeccionamientos de los productos artesanales e industrales, mientras el
resto de América Latina continuaba viviendo, desde el punto de vista económico,
en el atraso de la edad media,
incluyendo el Brasil. Bajo esa ley argentina, surgieron marcas de comercio que
llegarían a ser centenarias (Biekert, Bagley, Quilmes, etc.), que fueron las
primeras de la naciente industria liviana argentina de la alimentación, que la
primera gran forjadora de el
capitalismo nacional. Conste.
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