El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 21 de Septiembre de 2.012.
El
Dinero II
Por Rubén Vicente
Charles
Darwin demostró que el hombre desciende del mono, y sus seguidores descubrieron
la cronología evolutiva de las especies de los homo habilis, de los homo
neanderthalensis, de los homo cromagnensis y de los homo sapiens que,
respectivamente, desarrollaron las culturas de la atrocidad, de la ferocidad,
de la barbarie y de la civilización, correlativamente determinadas por la
fuerza bruta, por las artes marciales, por la astucia y por la razón.
El
homo habilis de la fuerza bruta conseguía lo que quería con la energía de su
cuerpo y con la ayuda de objetos contundentes. El homo neanderthalensis de las
artes marciales marcial integraban tropas organizadas para el genocidio y el
saqueo. El homo cromagnensis de la astucia inventó la producción, el cambio, el
consumo y la conservación planificada de los bienes y los servicios, es decir,
fue el numen de la economía. Y el homo sapiens de la razón forjó la
civilización con la escritura, los calendarios, los sistemas de pesas y
medidas, la contabilidad, la ley y la moneda.
Se
transaban bienes y servicios, pero la evolución hacia la civilización generó un
proceso de selección de ciertas mercancías más escazas, más durables y más
fáciles de transportar, motivo por el cual, recibieron el nombre de las
monedas-mercancía, entre las que se destacaron el arroz asiático, el algodón
africano, el trigo europeo y el maíz americano.
Pero
luego, la selección se sofisticó, hasta que las piedras preciosas y los
metales nobles fueron desplazando a todos los demás sistemas de determinanción
de los precios, de pago de los bienes o servicios adquiridos y de cancelación
de las deudas.
Y
ya dos mil años antes del comienzo de la era cristiana, las piedras preciosas
se convirtieron en gemas y los metales nobles se transformaron en
discos, plantechas y lingotes (léase: el metálico).
Sin
embargo, mil años más tarde (léase: 1000 a.C.), ya todos los actores
económicos, fueran pequeños, medianos o grandes, habían caído en la cuenta de
que había muchos vivarachos, que traficaban con piezas de metal noble adulteradas,
vía limado o mezcla con metales no preciosos, manteniéndose el uso
monetario de las gemas, pero reduciéndose el metálico al oro y a la plata, que
eran mucho más difíciles de falsificar. [3]
Hasta
que en el año 700 a.C., al monarca del reino egipcio occidental de Libia
(Creso), se le ocurrió la más que brillantísima idea de combatir la
falsificación del metálico con su invento de arrogarse él y sólo él
la facultad, exclusiva y excluyente, de acuñar monedas de oro puro que, en el
anverso, llevaban estampado su rostro y, en el reverso, la alegoría del ave
fenix, que renace de sus propias cenizas, sólo porque se mantiene en
abstinencia sexual perpétua y, en el filo de la circunferencia, hizo tallar
rayas paralelas.
El
monopolio de acuñación establecido por Creso fue complementado por una
ley que también fue suya, que establecía la pena de muerte, para todo
aquel que acuñara o que hiciera circular monedas metálicas sin su conocimiento
y expresa autorización.
Esa
fue la primera moneda metálica de la historia universal, que fue tan
pero tan apreciada, que en sus primeros cien años de circulación, desbancó
completamente a las gemas y al metálico no monetario, no sólo en Libia, sino
también, en todo Egipto, y más allá de sus fronteras, transformándose en la
moneda del comercio internacional, entonces extendido a todo El Cercano Oriente
y a La Europa Meditarránea, desde El Indo hasta Gibraltar.
Los
grandes imperios de la antigüedad, como fueron Israel, Babilonia, Media,
Persia, Grecia y Roma, tuvieron sus propias monedas de oro y de plata, acuñadas
con el mismo grado de pureza del metal, con el mismo peso, circunferencia y
espesor, con las mismas medidas de seguridad anti falsificación, y con la misma
pena de muerte en que se basaban Las Monedas de Creso. Right?
Y
en los siete siglos transcurridos entre la invención de La Moneda de Creso y el
comienzo de la era cristiana, no
existió absolutamente ninguna clase de adulteración o de falsificación de las
monedas imperiales, por la sencilla razón de todo el mundo confiaba en su valor
y a nadie le interesaba meter gato por libre, porque en ello le iba la vida,
obvio.
Eso
si, hubo mucha codicia y ánimo de acapar los activos monetarios, formándose
inmensos tesoros inmovilizados, comenzando a escacear los medios de pago de los
demás bienes y servicios, surgiendo el negocio de prestar dinero por un plazo
determinado, a cambio del reintegro del capital, más una ganancia porcentual,
llamada con el nombre el interés, que dio lugar al negocio del préstamo
de dinero a interés (léase: el crédito = la usura).
Pero
en el año 47 a.C. fue coronado el primer monarca de El Imperio Romano (La Magna
Roma), es decir, Julio César, que se ve que la jodita de convertirse en el amo
del mundo civilizado, lo había dejado endeudado hasta el cuello con los
prestamistas que financiaron sus campañas de conquista.
Por
eso, César tomó ciertas decisiones que fueron críticas para el mundo entero
(orbis), y cuyas consecuencias padecemos hasta el día de la fecha. La primera
fue ordenar la fundición de absolutamente todas y cada una de las monedas de plata
que circulaban o estaban atesoradas en sus dominios, declarando su caducidad
como unidad de cuenta, como medida de valor, como medio de pago y como
instrumento de cancelación de las deudas.
La
segunda fue ordenar la acuñación de nuevas monedas de plata romanas bajo
los parámetros de La Moneda de Creso. La tercera fue concederle el monopolio de
la acuñación a sus acreedores usureros, a cambio del pago de un canon a
favor del erario público. Y la cuarta fue inventar el cambio chico, en bolsitas
de sal (léase: el salario), a razón de tantas bolsitas de sal por cada
moneda romana de plata.
De
esa manera, La Moneda de Creso fue reemplazada por El Patrón Plata Romano
de Julio César, que fue una joda para todos, porque los vivos se hicieron una
panzada, haciendo circular cualquier porquería mezclada con la sal embolsada,
claro está, desproporcionándose la cantidad de bolsitas de sal, cada vez
más trucha, con las de monedas de plata romana, obvio.
Y
así nació una cosa que hoy llamamos con el nombre de la inflación, que
no es otra cosa que la emisión de moneda sin respaldo en metálico, y
nada más, porque la inflación tiene un efecto práctico y concretísimo, que es
que los precios ya no suben o bajan en función del libre juego de la oferta y
de la demanda de bienes y servicios, sino que sólo suben, en progresión
geométrica y exponencial, conociéndose ese fenómeno con el nombre de la
carestía, que no es lo mismo que la inflación, por que la
inflación es la causa y la carestía es el efecto. Right?
Y
si, porque si todos los concesionarios de las minas de sal, empezaron a
embolsar piedra molida mezclada con cada vez menos sal, aumenta
exponencialmente el número de bolsitas, mientras la cantidad de monedas metálicas
acuñada es fija, haciendo que cada moneda de plata cueste cada vez más
y más y más bolsitas de sal.
Hasta
que los de abajo, en masa, pierden la capacitad de comprar monedas de plata y
de pagar sus deudas, generándose la cesación de pagos, la cesación del crédito,
la insolvencia de los usureros, la iliquidez del erario público y el colapso
del imperio, es decir, el default (léase: la bancarrrota nacional). Conste.
La
caída del imperio romano no se
debe a la invasión de los bárbaros ni al surgimiento del cristianismo, sino más
bien, a que llegó un momento en que los solados romanos no aceptaron más
que sus servicios fueran retribuídos en bolsitas de sal, exigiendo el pago de
sus salarios en monedas de plata, transformándose en una mega aspiradora de
metálico argentiféro, secando la plaza y haciendo quebrar varias veces al
erario público imperial, hasta vaciarlo completamente, y ya sabemos cómo
terminó esa historia, no sé si me explico.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de
Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero
que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
catastrófico.
[3] Si se muerde el oro o la
plata, se doblan. Eso no ocurre si el material continene otros metales.
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