viernes, 21 de septiembre de 2012

379 Historia (Mundial)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000379 [1]

 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 21 de Septiembre de 2.012.




El Dinero II
Por Rubén Vicente 

Charles Darwin demostró que el hombre desciende del mono, y sus seguidores descubrieron la cronología evolutiva de las especies de los homo habilis, de los homo neanderthalensis, de los homo cromagnensis y de los homo sapiens que, respectivamente, desarrollaron las culturas de la atrocidad, de la ferocidad, de la barbarie y de la civilización, correlativamente determinadas por la fuerza bruta, por las artes marciales, por la astucia y por la razón. 

El homo habilis de la fuerza bruta conseguía lo que quería con la energía de su cuerpo y con la ayuda de objetos contundentes. El homo neanderthalensis de las artes marciales marcial integraban tropas organizadas para el genocidio y el saqueo. El homo cromagnensis de la astucia inventó la producción, el cambio, el consumo y la conservación planificada de los bienes y los servicios, es decir, fue el numen de la economía. Y el homo sapiens de la razón forjó la civilización con la escritura, los calendarios, los sistemas de pesas y medidas, la contabilidad, la ley y la moneda. 

Se transaban bienes y servicios, pero la evolución hacia la civilización generó un proceso de selección de ciertas mercancías más escazas, más durables y más fáciles de transportar, motivo por el cual, recibieron el nombre de las monedas-mercancía, entre las que se destacaron el arroz asiático, el algodón africano, el trigo europeo y el maíz americano.  

Pero luego, la selección se sofisticó, hasta que las piedras preciosas y los metales nobles fueron desplazando a todos los demás sistemas de determinanción de los precios, de pago de los bienes o servicios adquiridos y de cancelación de las deudas. 

Y ya dos mil años antes del comienzo de la era cristiana, las piedras preciosas se convirtieron en gemas y los metales nobles se transformaron en discos, plantechas y lingotes (léase: el metálico). 

Sin embargo, mil años más tarde (léase: 1000 a.C.), ya todos los actores económicos, fueran pequeños, medianos o grandes, habían caído en la cuenta de que había muchos vivarachos, que traficaban con piezas de metal noble adulteradas, vía limado o mezcla con metales no preciosos, manteniéndose el uso monetario de las gemas, pero reduciéndose el metálico al oro y a la plata, que eran mucho más difíciles de falsificar. [3] 

Hasta que en el año 700 a.C., al monarca del reino egipcio occidental de Libia (Creso), se le ocurrió la más que brillantísima idea de combatir la falsificación del metálico con su invento de arrogarse él y sólo él la facultad, exclusiva y excluyente, de acuñar monedas de oro puro que, en el anverso, llevaban estampado su rostro y, en el reverso, la alegoría del ave fenix, que renace de sus propias cenizas, sólo porque se mantiene en abstinencia sexual perpétua y, en el filo de la circunferencia, hizo tallar rayas paralelas. 

El monopolio de acuñación establecido por Creso fue complementado por una ley que también fue suya, que establecía la pena de muerte, para todo aquel que acuñara o que hiciera circular monedas metálicas sin su conocimiento y expresa autorización. 

Esa fue la primera moneda metálica de la historia universal, que fue tan pero tan apreciada, que en sus primeros cien años de circulación, desbancó completamente a las gemas y al metálico no monetario, no sólo en Libia, sino también, en todo Egipto, y más allá de sus fronteras, transformándose en la moneda del comercio internacional, entonces extendido a todo El Cercano Oriente y a La Europa Meditarránea, desde El Indo hasta Gibraltar. 

Los grandes imperios de la antigüedad, como fueron Israel, Babilonia, Media, Persia, Grecia y Roma, tuvieron sus propias monedas de oro y de plata, acuñadas con el mismo grado de pureza del metal, con el mismo peso, circunferencia y espesor, con las mismas medidas de seguridad anti falsificación, y con la misma pena de muerte en que se basaban Las Monedas de Creso. Right? 

Y en los siete siglos transcurridos entre la invención de La Moneda de Creso y el comienzo de la era cristiana, no existió absolutamente ninguna clase de adulteración o de falsificación de las monedas imperiales, por la sencilla razón de todo el mundo confiaba en su valor y a nadie le interesaba meter gato por libre, porque en ello le iba la vida, obvio. 

Eso si, hubo mucha codicia y ánimo de acapar los activos monetarios, formándose inmensos tesoros inmovilizados, comenzando a escacear los medios de pago de los demás bienes y servicios, surgiendo el negocio de prestar dinero por un plazo determinado, a cambio del reintegro del capital, más una ganancia porcentual, llamada con el nombre el interés, que dio lugar al negocio del préstamo de dinero a interés (léase: el crédito = la usura). 

Pero en el año 47 a.C. fue coronado el primer monarca de El Imperio Romano (La Magna Roma), es decir, Julio César, que se ve que la jodita de convertirse en el amo del mundo civilizado, lo había dejado endeudado hasta el cuello con los prestamistas que financiaron sus campañas de conquista. 

Por eso, César tomó ciertas decisiones que fueron críticas para el mundo entero (orbis), y cuyas consecuencias padecemos hasta el día de la fecha. La primera fue ordenar la fundición de absolutamente todas y cada una de las monedas de plata que circulaban o estaban atesoradas en sus dominios, declarando su caducidad como unidad de cuenta, como medida de valor, como medio de pago y como instrumento de cancelación de las deudas. 

La segunda fue ordenar la acuñación de nuevas monedas de plata romanas bajo los parámetros de La Moneda de Creso. La tercera fue concederle el monopolio de la acuñación a sus acreedores usureros, a cambio del pago de un canon a favor del erario público. Y la cuarta fue inventar el cambio chico, en bolsitas de sal (léase: el salario), a razón de tantas bolsitas de sal por cada moneda romana de plata. 

De esa manera, La Moneda de Creso fue reemplazada por El Patrón Plata Romano de Julio César, que fue una joda para todos, porque los vivos se hicieron una panzada, haciendo circular cualquier porquería mezclada con la sal embolsada, claro está, desproporcionándose la cantidad de bolsitas de sal, cada vez más trucha, con las de monedas de plata romana, obvio. 

Y así nació una cosa que hoy llamamos con el nombre de la inflación, que no es otra cosa que la emisión de moneda sin respaldo en metálico, y nada más, porque la inflación tiene un efecto práctico y concretísimo, que es que los precios ya no suben o bajan en función del libre juego de la oferta y de la demanda de bienes y servicios, sino que sólo suben, en progresión geométrica y exponencial, conociéndose ese fenómeno con el nombre de la carestía, que no es lo mismo que la inflación, por que la inflación es la causa y la carestía es el efecto. Right? 

Y si, porque si todos los concesionarios de las minas de sal, empezaron a embolsar piedra molida mezclada con cada vez menos sal, aumenta exponencialmente el número de bolsitas, mientras la cantidad de monedas metálicas acuñada es fija, haciendo que cada moneda de plata cueste cada vez más y más y más bolsitas de sal. 

Hasta que los de abajo, en masa, pierden la capacitad de comprar monedas de plata y de pagar sus deudas, generándose la cesación de pagos, la cesación del crédito, la insolvencia de los usureros, la iliquidez del erario público y el colapso del imperio, es decir, el default (léase: la bancarrrota nacional). Conste. 

La caída del imperio romano no se debe a la invasión de los bárbaros ni al surgimiento del cristianismo, sino más bien, a que llegó un momento en que los solados romanos no aceptaron más que sus servicios fueran retribuídos en bolsitas de sal, exigiendo el pago de sus salarios en monedas de plata, transformándose en una mega aspiradora de metálico argentiféro, secando la plaza y haciendo quebrar varias veces al erario público imperial, hasta vaciarlo completamente, y ya sabemos cómo terminó esa historia, no sé si me explico. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
 
[3] Si se muerde el oro o la plata, se doblan. Eso no ocurre si el material continene otros metales.

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