viernes, 7 de septiembre de 2012

365 Historia (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000365 [1]
 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 7 de Septiembre de 2.012.





Avellaneda V
Por Norberto Pedemonte

 La Federalización de la Ciudad de Buenos Aires
En el cierre de las sesiones parlamentarias de 1879 el presidente Avellaneda abordará el tema de La Capital de la Nación, solicitando que sea tratado en las del año entrante.  Según su opinión, Buenos Aires debía ser la capital federal de la República.  Después de un tiempo adecuado de información a la opinión pública, que ésta se manifieste en favor o en contra.
Para fin de año la tensión entre Roca y Tejedor sube. Buenos Aires amenaza nuevamente con la seseción y promete apoyo a los que quieran levantarse contra los gobernadores adictos a Roca.  
Se reunen Avellaneda y Tejedor, y aprueban el retiro de las tropas de la ciudad y la desmovilización de las milicias bonaerense.  El pacto se cumple parcialmente. Días más tarde, con violencia hacia la oposición, el gobernador triunfa en las elecciones y ahora posee mayoría en ambas cámaras.
El 11 de abril se vota para presidente en todo el país.  Roca consigue 161 electores contra 61 de Tejedor.
El 18 de abril rifleros de Tejedor tirotean la casa de Avellaneda. Pocos días después el presidente dirigirá un mensaje al ejército: El ejército no obedece al hombre, no tiene pactos con los partidos, sino que pertenece a la Nación para defender su integridad, su gobierno y sus leyes”.
Para mayo, el legislativo provincial autoriza al ejecutivo para gastar 50 millones de pesos para la compra de armas para las milicias bonaerenses.  Para tener una idea de este monto baste decir que las rentas de todo el año del gobierno nacional fueron de 18 millones (1879).
Los diputados nacionales son amenazados, tiroteados y golpeados. El 28 de ese mes se repatrían los restos de San Martín.  Ante el colosal recibimiento el Presidente destacó:  “Los despojos mortales del Gran Capitán, que vienen desde lejanas regiones, conducidos por la gratitud de su pueblo.  Están cubiertos, no con el paño del sepulcro, sino con la bandera que su brazo tremoló victoriosa en los Andes y que es el sudario de su gloria...  Señor, proteged la independencia de nuestra patria y la Santa integridad de su territorio contra todo enemigo extraño.  ¡Que vuestro brazo invisible trace murallas de fierro en las fronteras para que la bandera que hicisteis flamear en las  cumbres más excelsas de la tierra, no sea jamás uncida al carro de un vencedor!”
El 1° de junio, Tejedor trae desde Montevideo, 5000 fusiles y 500.000 cartuchos. El 2, Avellaneda se traslada hasta la Chacarita de los Colegiales, donde se halla acampado el Regimiento 1 de Infantería del Ejército Argentino, al mando de Manuel Campos.
Al día siguiente se instala en el barrio de Belgrano junto con los Reg. 1 y 11, y proclama.  “El gobernador de Buenos Aires se ha alzado abiertamente en armas contra las leyes de la Nación y sus poderes públicos...Pero debo evitar también que la Nación y su gobierno desaparezcan  por la desobediencia de sus leyes y por la rebelión manifiesta... Voy a mover los hombres y las armas de la Nación, a fin de hacer cumplir y respetar sus leyes. Después de haber empleado pública y privadamente cuanto esfuerzo estuvo a mi alcance para pacificar los espíritus y contener a todos, dentro de los lindes de la Constitución, que no puede ser abiertamente violada sin que desaparezca la paz de los pueblos.”
Y todo esto es cierto.  Movió cielo y tierra para hallar una solución pacífica y hasta fue despreciado por las partes al querer evitar un derramamiento de sangre. Pero todo tiene un tope.  Es así que va constituir gobierno en Belgrano.
El general Arredondo, personaje nefasto, que había recibido el perdón de Avellaneda cuando debió ser fusilado, le sugiere a Tejedor atacar a las tropas en Belgrano.  El gobernador felizmente se rehusa.
También para las tropas bonaerenses figuraban los coroneles I. Arias y Julio Campos. Por orden de Avellaneda se convoca a los regimientos de todo el país.  Los trenes eran insuficientes para transportar tanta tropa.
Roca envidia a Avellaneda por la gloria que le espera por una victoria segura.  A Avellaneda se lo nota sereno, firme, pero también, un poco melancólico. Las luchas se iniciaron el 12 de junio, pero el apogeo del combate se registra el 21, con alrededor de 3.000 bajas en ambos bandos.  Las tropas nacionales rodean a las milicias bonaerenses.  Mitre asume el mando del ejército porteño.  Ahora el éxito es 100 %  seguro.
Por sugerencia de Mitre, Tejedor decide rendirse.  El 30 de junio renuncia como gobernador y acepta el desarme.  Se dejan cesantes a los legisladores que permanecieron en Buenos Aires durante el conflicto. Se interviene la provincia de Corrientes, copartícipe del alzamiento. 
El 11 de agosto el congreso nacional, disuelve la legislatura porteña.  El 12 Avellaneda renuncia al sentirse desautorizado.  El 13 su renuncia es rechazada.  Veta la ley de disolución, pero el congreso rechaza el veto.
En semejante contexto de conflicto de poderes nacionales, de Dr. Avellaneda escribe: “El jefe actual de la Nación puede haber cometido muchos errores en sus actos políticos o en sus resoluciones administrativas, porque no pretende una infabilidad que nadie tuvo ejerciendo estas mismas funciones.  Pero está seguro de dejar con honor el alto puesto que ha desempeñado, siempre con patriotismo elevado y con conciencia severa, en medio de las situaciones más azarosas”.
El 24,  presenta el proyecto de Capital definitiva para la República.  “Es inútil preguntar si es o no oportuno, lo que es inevitable y necesario.”
El 20 de septiembre se aprobó el proyecto de Buenos Aires, Capital de la República Argentina. El 26  se vota en la provincia para elegir a las nuevas autoridades legislativas. 

Su Continuación en la Función Pública
El 12 de octubre de 1880, a las 14 hs., asume Julio Argentino Roca como Presidente de la República.  Había finalizado el mandato de Avellaneda:  “Una luz entre dos tormentas”, ya que se inició con una guerra y finalizó con otra.
El 4 de diciembre, Roca promulga la ley provincial que cede el territorio de la Capital al gobierno nacional.
Avellaneda estaba enfermo.  Demasiados trabajos en tantos años lo habían desgastado. Eso, aunado a las tensiones de las revoluciones, y a los desórdenes alimentarios, le causó El Mal de Bright (léase: nefritis crónica), que incluía un sinfín de síntomas desagradables.
Pero el ex presidente sigue trabajando, y en enero de 1881, es designado conjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. En marzo se lo elige rector de la ahora nacionalizada Universidad de Buenos Aires.  En dos meses comenzará a cambiar las facultades, otorgándoles nuevos planes y materias, restablece las estadísticas universitarias, fija los requisitos para la admisión de estudiantes extranjeros y presenta al ejecutivo el presupuesto anual que incluye un aumento de sueldo para los docentes.
En una palabra, quiere cambiar todo.  La autonomía universitaria, con sus estatutos, las atribuciones del rectorado, la elección de profesores por concurso,  y la creación de un fondo para la autogestión.  “Son estas clases de establecimientos la gloria de la Nación, porque dan testimonio de su progreso intelectual y de su vivo interés hacia la humanidad”.
En julio de 1882 es enviado extraoficialmente a Brasil para solucionar las asperezas que surgen entre los dos países por la delimitación de Misiones.  Avellaneda se entrevista con el emperador y logra aflojar las tensiones existentes.  
Allí declarará: “Pero lo que sabemos y palpamos es la necesidad de la paz; pero no la paz armada del viejo mundo, que consume estérilmente la savia nacional.  En la mano de Brasil y la Argentina está implantarla en el derecho americano.  La cuestión Misiones es la prueba peligrosa de la discresión de las dos naciones: Un paso en falso y queda perdido el afán de medio siglo por la causa de la civilización.”
Tanto es así que el emperador lo cita diciendo:  “El porvenir de la América es un misterio y hay que descifrarlo con la concordia y la paz”. Para luego agregar: “Lleve Ud. esta promesa mía:  mientras viva no consentiré la guerra; necesitamos salvar medio continente y lo salvaremos.”
El 6 de noviembre es elegido senador nacional por la Provincia de Tucumán.
En enero de 1883 escribe un ensayo sobre Fray Mamerto Esquiú.  Es una obra que refleja su madurez intelectual y literaria. En abril presenta sus ya acostumbradas memorias anuales sobre lo que se hizo y lo que se debe hacer en la UBA.  Ya el fondo universitario cuenta con 15.000 pesos.  Además, se está buscando a pedido de Avellaneda un nuevo predio para la construcción de un nuevo edificio universitario.
Cuando asume como senador pide permiso para seguir como titular de la UBA.  Como no es empleado nombrado por el ejecutivo, sino por asamblea, se lo deja continuar como rector.
A pesar de estar cada vez más enfermo continúa haciendo varios trabajos.  Además del de senador y rector, funge como abogado, periodista, escritor de ensayos y orador en congresos, reuniones importantes y funerales.  Su capacidad de trabajo es asombrosa, pero su llama se extingue.
Para mayo presenta en el senado el proyecto de ley de organización de las universidades nacionales, que contiene todos los aportes creados por él y las personalidades involucradas en la universidad.  En una palabra, se busca la autogestión, para elaborar los procedimientos, estatutos, otorgamientos de títulos, cuestiones disciplinarias, elección de autoridades y concurso de profesores, firma de convenios, etc..  Es simple, porque va a ser la universidad quien dirija la universidad.
También de esa época es el proyecto de ley del censo escolar de la República Argentina.  Proyecta que los censos sean regulares, que se controlen la administración de fondos y, con los resultados, se pueda ir mejorando la educación: “Vamos a buscar no sólo a los niños en las escuelas, sino fuera de ellas, los niños que debieran estar en las escuelas.”
Se decide a compilar su obra de artículos periodísticos , ensayos y escritos inéditos. Con respecto a la religión en las escuelas no se opone, sino la ve como algo beneficioso.  A lo único que se oponía era a enseñárselas a los que no profesaban el culto cristiano.
En el año de 1884 insiste para que el ejecutivo le construya una sede a la universidad donde pueda albergar a todas las facultades. El fondo universitario asciende a 40.000 pesos, pero se ve forzado a empezar a tomar licencias por enfermedad.
Sin embargo, en 1885 es vuelto a nombrar rector de la universidad.  No logra imponer su criterio sobre la designación de catedráticos.  Su postura es que luego del concurso sea designado el ganador.  La del ejecutivo (fogueado por el ministro E. Wilde) es que el consejo presente el trío de candidatos y aquel elegiría entre ellos.
El 2 de junio presenta su renuncia a la banca del senado.  El 9 viaja a Europa buscando una cura.  Lo reciben Carlos Pellegrini, José C. Paz y A. Del Valle.
Los médicos que consulta dicen que no hay cura, pero Avellaneda no se entera.  Los argentinos en Europa se turnan para cuidarlo y levantarle el ánimo.  El 5 de noviembre se embarca de regreso acompañado por Del Valle.
Fallece el 25 de noviembre de 1883, a las 17.45, y sus últimas palabras fueron:  “Muero tranquilo pues nunca he manchado mis manos, ni en la vida pública ni en la privada, no obstante de las calumnias que he sido objeto.  No dejo fortuna.  No dejo nada, sino el patrimonio de mi señora.”
Lucio V. Mansilla diría de él:  “Era pues, este argentino eminente,...el cerebro quizá más vigoroso del momento en que vivía, el espíritu más amplio, de radio intelectual más vasto, con más potencia imaginativa y más noción clara de la ciencia del gobierno y del porvenir de su país.”
Paul Groussac diría:  “Profesor conciensudo y abogado eminente, orador vibrante y eficaz, ministro dirigente de Alsina y Sarmiento, estadista, por fin, tan amplio como sagaz, cuya prudencia envolvió siempre en terciopelo su oportuna energía, y con rara economía de gestos violentos, realizó los actos más graves de la historia contemporánea:  Avellaneda se impuso.”
Queridos lectores:  Espero que lo escrito más arriba, nos sirva para conocer el pensamiento y la obra de este patriota, y de alguna manera, nos ayude a pensar para el futuro...
Y para el presente, les dejo esta perlita de Nicolás Avellaneda:  “¿Qué se saca con las mentiras, con las calumnias, con la imputación recíproca, con no admitir intención noble, con rechazar por celos todo pensamiento que salga de lo vulgar? Vamos mal e iremos peor en este camino de las intrigas, de las pasiones personales y de los cubiletes; empequeñecemos el carácter nacional.” 

Bibliografía
Groussac, Paul.  “Los que pasaban”  Edit.  Taurus Bs. As. 1972

Heras, Carlos.  “Presidencia de Avellaneda.  Ac. Nac. De Historia.  Bs. As. 1964.
Páez de la Torre(h), Carlos.  “Nicolás Avellaneda, una biografía. Planeta.  Bs.As. 2001.
Santos Sáez, Carlos; Groussac, Paul y otros.  “Nicolás Avellaneda. Un rayo de luz entre dos tormentas”  Edic. Del nuevo encuentro.  Bs. As, jun. 2009.


[1]La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155). 
[2]Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
 
 

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