jueves, 6 de septiembre de 2012

364 Historia (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000364 [1]
 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 6 de Septiembre de 2.012.





Avellaneda IV
Por Norberto Pedemonte

La Segunda Parte de su Gobierno
Comienza el año 1877, que trae aparejada la intervención federal a Jujuy.  Habían surgido diferencias entre el gobernador y sus diputados en el nombramiento de un senador.  Sólo se interviene si hay un pedido expreso de uno de los poderes provinciales.  Avellaneda es claro en su posición:  “Las intervenciones nacionales son por naturaleza conservadoras. Van a reponer o sostener, según el texto constitucional, no a trastornar o subvertir, y no deben por regla general apartarse de estas condiciones”.
Nuevos problemas en las elecciones de Buenos Aires, con muertos y heridos.  Los alsinistas se hallan divididos.  Son separados de sus empleos el diputado Alem (se le quita la jefatura del Regimiento 7 de la guardia nacional) y a su sobrino, Hipólito Yrigoyen (se le quita el comando de la policía nacional en el distrito porteño de Balvanera).
Continúan los desacuerdos con Chile, que rechaza un tratado con la Argentina.
Para abril, Avellaneda firma una proclama para juntar fondos y poder, de esta manera, repatriar los restos de San Martín: “Los pueblos que olvidan sus tradiciones pierden la conciencia de sus destinos, y los que se apoyan sobre tumbas gloriosas son los que mejor preparan el porvenir”.
También en ese mes inaugura una estatua de Mariano Moreno.  El Presidente sigue “echando las bases” para la unión de los argentinos, resaltando las actitudes de sus héroes.
En su mensaje al Congreso, manifestará:  “No podemos decir al adversario:  Entre nosotros y vosotros nada hay común fuera de la tierra que nos sustenta... La caridad es humana, la fraternidad es patriótica, y la conciliación es un deber cívico, cuando sólo se trata de vivir en paz, bajo el imperio de la misma ley, puesto que caben sobradamente dentro de ella todos los disentimientos legítimos.”  

La Reconciliación Nacional
Por primera vez en la corta historia constitucional de la república, un Presidente intenta la paz política. Para ello admitirá “sin condiciones” la vuelta de todos los exiliados y la restitución de los grados militares.  Es un acto de grandeza, pero muchos piensan que la propuesta es demasiado generosa para quienes derramaron la sangre de sus hermanos.  
Pero este hombre está decidido a llevar a la Nación a lo más alto.  Hasta se le atribuirá el no ser muy valiente por este comportamiento, en un país acostumbrado a obtener las cosas por la fuerza de las armas. Así lo expresaban sus detractores, como Posse o Arredondo, incluso Roca diría algo así como:  Todos sabemos que nuestro Presidente no es hombre de pelo en pecho, pero es uno de las pocas personas que me tienen algo de cariño.
Sin embargo, las siguientes actitudes presidenciales demostrarán todo lo contrario. En reunión con Mitre, llegan a un acuerdo.  Se propone entonces integrar al partido nacionalista (léase: mitrista) a la lucha electoral y al gobierno constitucional, entregándole dos ministerios. Entonces la conspiración mitrista cesa.
Le encomienda a su ministro de guerra y jefe del partido más numeroso de la Provincia de Buenos Aires (Alsina), que se reuna con su principal opositor en ese distrito (Mitre).  Le escribe las siguientes instrucciones:  “Todo lo que sea requerido por parte del Gobierno Nacional para afianzar la paz pública, garantir los derechos comunes y asegurar el ejercicio de las instituciones puede decirlo y prometerlo en mi nombre, para cumplirlo en la medida de nuestas fuerzas”.
Entretanto, otra tentativa de acuerdo es rechazada por Chile, que intentará aproximarse a Brasil, rival de siempre de la Argentina. El autonomismo de Alsina se halla fragmentado, pero el grueso del partido se mantiene con el lider, quien logra que se proclame un fórmula consensuada con los mitristas (Tejedor-Frías).
No se imagina Avellaneda lo que va a significar el ascenso de su antiguo adversario en la legislatura provincial, a quien más de una vez lo derrotó en las compulsas legislativas.
El 7 de octubre de 1877 se realiza la fiesta de conciliación.  Los enfrentados Mitre y Alsina caminan juntos hasta la casa de gobierno.  Allí habla Avellaneda:  “Aunque la pasión nos ciegue,  no volvamos a efectuar actos que caven abismos entre nosotros. No pronunciemos, a propósito de disensiones transitorias, palabras irreparables.  Pero sabed que aunque los actos de gobierno se elaboran en acuerdo, no son conspiraciones, sino actos generosos, actos nobles, actos dignos... El pueblo no delibera ni gobierna por sí mismo, ni el gobierno delibera en presencia de las reuniones del pueblo”.
Para completar  el cuadro por sugerencia de Alsina, Avellaneda decide intentar la reducción pacífica de los aborígenes. En diciembre de 1877 se vota en la Provincia de Buenos Aires y triunfa la fórmula Tejedor-Frías, de la conciliación, quienes vencen a la ahora oposición de los escindidos (Aristóbulo del Valle y Leandro Alem).
El 29 de diciembre muere Alsina. Al funeral asisten 50.000 personas.  Allí expresará Avellaneda:  “Había por fin comprendido que las soluciones de partido no son un interés supremo, y mucho menos un dogma, y que si es bueno el partido , es mejor la patria”.
Como siguiente ministro de guerra nombrará al Gral. Brig. EA Dn. Julio Argentino Roca (a) El Zorro, que va a cambiar radicalmente la política de Alsina con respecto al indio, y en vez de hacer sucesivas líneas de frontera desperdigando soldados y expediciones punitivas aisladas, formará una ofensiva hasta sus mismas guaridas y los empujará más allá del ancho y profundo Río Negro (sic).
En febrero de 1878 se firma un nuevo acuerdo con Chile para intentar superar los desacuerdos. Por primera vez Chile deplora el incidente del Jeanne Amélie y expresa que no quiso ofender al gobierno argentino.
Estalla la revolución en Corrientes y se pide la intervención de la Nación. Victorino de la Plaza, enviado por Avellaneda, intenta mediar.  El Presidente pide el desarme de las partes en conflicto, y a pesar de la sugerencia de llamar de nuevo a elecciones, el Congreso Nacional decide retirar la intervención.  Las facciones en pugna vuelven a combatir y la revolución triunfa.  Se llama a elecciones y vencen los liberales, que habían producido la revuelta.
El tratado con Chile no prospera; ni siquiera es presentado al congreso de ese país.  Es entonces cuando el presidente Avellaneda dice: “No hay argentino que no comprenda, en estos momentos, en que somos agredidos por las pretenciones chilenas, que debemos tomar posesión real y efectiva de la Patagonia.”
El ministro de guerra (Roca) ordena la realización de las primeras batidas en territorio indígena.  Capturan a cuatro caciques, matan a 1250 indios y rescatan 300 cautivos.
Continúan los desacuerdos con el gobernador Tejedor,  que quiere que Buenos Aires posea la Patagonia. Avellaneda inaugura los nuevos trabajos en el Riachuelo y promulga la ley que reglamenta la libertad de enseñanza.
En septiembre de 1878, el gobierno federal interviene la Provincia de La Rioja, por el enfrentamiento del gobernador con la legislatura.
En mensaje a los industriales argentinos, el presidente Avellaneda aclara que tendrá consideración por los nuevos emprendimientos y por los nuevos rubros de actividad, pero sostiene que suprimer la libre competencia es dejar inánime a la industria (sic).
El 20 de octubre de 1878, se sabe que Chile ha apresado al barco norteamericano Devonshire, que poseía permiso de navegación otorgado por la Argentina en las aguas de El Estrecho de Magallanes. Sin dudarlo, el Gral. Roca ordena el envío de naves de guerra hacia el río Santa Cruz.
Se está al borde de la guerra con Chile, que ha ido sucesivamente despreciando los acuerdos firmados con la Argentina.  En las conversaciones informales intervienen los hijos de dos revolucionarios.  Por el lado de Chile, el ministro de guerra, Cornelio Saavedra (h).  Por el lado de la Argentina, Manuel de Sarratea (h).  
A Chile no le conviene abrir otro frente en el sur, pues en el norte, mantiene conflictos graves con Bolivia, y devuelve la Devonshire. Avellaneda no provocará conflictos y los evitará en lo posible, “pero no consentiré nuevos avances de las autoridades chilenas”.  
Pondrá una nave de guerra en la desembocadura del río Santa Cruz, protegiendo la colonia allí existente, les enviará semillas y se preocupará por enviar más inmigrantes a la zona.  Un poco harto de los desaires chilenos, se interesará por la adquisición de buques de guerra, con la idea de mantener vigilado todo el litoral Atlántico de La Patagonia Argentina.
Los chilenos se están estableciendo en las márgenes del río Neuquén, y “comercian con los indios ladrones, y viven con ellos, alentando y protegiendo sus invasiones”.
Entretanto, se busca mejorar el puerto de Bahía Blanca para abastecer de ser necesario al ejército argentino, y de construir escuelas normales en Tucumán y en Rosario, y se decretan restricciones sobre la explotación de bosques naturales, para evitar la extinción del arbolado, especialmente en los alrededores de las poblaciones.
En cuanto a los recursos de 1879, por primera vez superaron las estimaciones y se ha mejorado la situación financiera del gobierno nacional.  También por primera vez, el país se autoabastece de cereales, y el azúcar y los vinos producidos en el país son cada vez más consumidos por las diferentes regiones.
Con respecto a las candidaturas presidenciales manifiesta:  “No haré pacto con ninguna candidatura, porque entre una candidatura que no es sino una ambición y el ejercicio del gobierno que impone deberes austeros, hay una verdadera incompatibilidad”.
Crea dos subdelegaciones en Puerto Deseado y otra en Río Gallegos, coherente con su manera de pensar sobre el litoral Atlántico y la Patagonia.
La campaña al desierto fue todo un éxito.  Para mayo de 1879, las fuerzas armadas argentinas, lideradas por el ministro de guerra (Roca), establecen la línea de frontera de ocupación efectiva de la Argentina en el curso de El Río Negro, en el marco de La Segunda Campaña del Desierto.
Al acercarse las fechas de votación, el clima comienza a enrarecerse.  El interior está con Roca.  El otro candidato es Tejedor. Cuando puede, Avellaneda publica alguna que otra columna en los diarios.  “Si se creyera todo lo que se publica en la prensa, la República arde por todos lados,  pero cuán diferente es la nación verdadera, la nación de la realidad, la nación que vive y obra sin saber siquiera lo que los politiqueros dicen y piensan.  En época alguna la preocupación del trabajo ha sido más fecunda.”
En Buenos Aires un grupo armado atenta contra el coche en que supuestamente iba Roca.  Pero allí viajaban De La Plaza y Cambaceres, que afortunadamente resultan ilesos. Sarmiento es nombrado ministro del interior en lugar del renunciado el mitrista Laspiur, y garantiza elecciones libres.
En septiembre comienzan las primeras fintas entre Sarmiento y Tejedor, haciendo cada uno muestras de fuerza con las tropas. El gobernador organiza las milicias con 50.000 hombres.  El ministro Sarmiento presenta un proyecto de ley para evitar movilizaciones de los milicianos bonaerenses. La legislatura provincial, con mayoría antitejedorista, adhiere al proyecto nacional, pero el gobernador veta la ley.
Tanto Laspiur en su momento como Sarmiento ahora, buscan que en las intervenciones provinciales queden adeptos a su causa presidencial.  El ministro no sólo quiere la intervención de Jujuy sino también la de Salta.  Tanto uno como otro de los gobernadores eran simpatizantes de Roca.  Advertido Avellaneda a tiempo por su ministro de hacienda  (Victorino De La Plaza), no morderá el anzuelo puesto por Sarmiento.
El Congreso de la Nación prohibirá los movimientos de milicias provinciales, durante la inscripción electoral, sólo 8 meses antes de las elecciones, y sólo intervendrá Jujuy para reponer al antiguo gobernador.
Sarmiento, iracundo, irrumpirá en el recinto del congreso y manifestará que “tengo los puños llenos de verdades” (sic), y demostrará cómo se estaba armando la candidatura de Roca.
Ambos ministros renuncian (Sarmiento y Roca), y Avellaneda  aceptará las dos.  Como la conciliación ya es un recuerdo, integrará su gabinete con  amigos y con gente de su confianza.  Salvo De La Plaza, todos los ministros serán nuevos.  En interior irá Benjamín Zorrilla y en guerra, Carlos Pellegrini.
Avellaneda promulgará la prolongación del FFCC Central-Andino y decretará que la corbeta “Cabo de Hornos” pase a ser buque escuela.

[1]La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155). 
[2]Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
 

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