miércoles, 19 de septiembre de 2012

377 Geopolítica (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000377 [1]

 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 18 de Septiembre de 2.012.



               José Ortega y Gasset

Argentinos A Las Cosas
Por Rubén Vicente 

El capital, la tecnología, los materiales, la mano de obra, la elaboración de las partes componentes, el ensamble de las piezas, la verificación de la calidad propuesta, la rentabilidad del emprendimiento y la demanda sostenida de los bienes y servicios ofrecidos al mercado son los nueve elementos fundamentales de todo proceso de producción industrial que garantice la independencia económica de cualquier nación, sea la misma grande o pequeña, y sea su industria privada o pública, lo mismo da (9). 

Inversamente, la dependencia económica de una nación, con respecto a otra u otras, aumenta en la medida en que uno o más de esos nueve elementos fundamentales no estén bajo el control vernáculo. 

Sin embargo, el factor crucial de todo proceso industrial es el tecnológico. En efecto, de nada vale que una repartición pública militar cuente con capital estatal suficiente para financiar un proyecto de diseño, construcción, ensable y sometimiento a pruebas técnica del producto que sea, si el mismo tiene como único propósito exhibir un logro político ficticio, para una supuesta industria de producción para la defensa que pretenda ser auténticamente nacional, y mucho menos, si la tecnología del proyecto fuera extranjera, y si la producción del producto estuviera programada para que sea sólo artesanal y no industrial, como ocurre en el caso de las grandes potencias, que centran su poderío económico en una industria de producción para la defensa basada, fundamentalmente, en la alta tecnología militar nacional. 

Bueno, formuladas ya esas aclaraciones previas, paso a recordar que hace un año y medio atrás,  en el marco de La Cena de Camaradería de las Fuerzas Armadas, que tuvo lugar a partir de las 20,30 del nueve de julio de 2011 en El Salón San Martín de El Palacio San Martín, que es el asiento de la cancillería argentina, con motivo de la celebración del sentécimo nonagécimo quinto aniversario de La Declaración de la Indepedencia nacional, ante ciento cincuenta oficiales jefes y comandantes de las tres armas (el ejército, la armada y la fuerza aérea), la presidente de la nación, Dra. Cristina Fernandez de Kirchner (a) La Reina, presenció la exhibición de un video con imágenes del lanzamiento de El Nuevo Cohete Argentino, desde La Base Aérea del Chamical (Provincia de la Rioja), diseñado, construido y probado por la Dirección General de Fabricaciones Militares, que es la matriz del Grupo DGFM, dependiente de la secretaría de producción para la defensa, del ministerio de planificación federal de la Argentina, liderado por su titular, Ing. Julio De Vido (a) Plin Caja. 

Al enterarme yo de esa novedad, mi apreciación íntima fue que ya era hora de que la Argentina se pusiera los pantalones largos, y pensara que el desarrollo de la industria nacional de producción para la defensa debe convertirse, justamente, en una auténtica industria de estado, no sólo basada en nuestra propia alta tecnología nacional, sino también y sobre todo (supra tutto), en un capital que sea pura, exclusiva e ilimitadamente nacional.

Para ello, yo digo que son necesarias dos cosas (2). La primera es que los hombres de confianza del estado nacional argentino y, más precisamente, de la Secretaría de Inteligencia de Estado (Side) como, por ejemplo hipotético, Enrique Haroldo Gorriarán Merlo, Fernando Vaca Narvaja, Juan Manuel Abal Medina (p), etc., etc., etc., reciban la orden top secret de juntarles la cabeza a empresarios nacionales de importancia crítica para el país, como fueron o son David Graiver, Mauricio Schoklender, Alfredo Yabrán, Héctor Magneto, Gerardo Shamis, Hugo Moyano (h), etc., etc., etc., a los efectos de que los mismos pasen a integrar, nada más ni nada menos, que La Mafia Argentina que nos debemos como nación (léase: la mafia de estado), obviamente controlada por la inteligencia de estado, obviamente controlada por la presidencia de la nación, para que no nos sigan controlando las mafias estranjeras (china, rusa, india, persa, libanesa, nigeriana, búlgara, italiana, corsa, gallega, inglesa, estadounidense, mexicana, colombiana, peruana, boliviana, paraguaya, etc., que más que obviamente son mafias de estado, no jodamos).  

La segunda es garantizarle a La Mafia Argentina (la mafia de estado), un lugar seguro para su dinero, a través de la instauración de un régimen de paraiso financiero argentino (léase: la confidencialidad de la información empresarial, el secreto fiscal, el secreto bancario y el sistema de banca de inversión extraterritorial) y de un régimen de lucha contra el lavado de dinero y contra el financiamiento del terrorismo que sea draconiano, pero sólo con la competencia y no con la mafia de estado de la patria, claro está. 

De esa manera, pensaba yo, y lo seguiré pensando mientras viva, tendremos capital ilimitado, para el financiamiento de nuestros propios proyectos de alta tecnología militar auténticamente argentina, pero también, para desarrollar una industria de producción para la defensa que sea íntegramente nacional (100%), convirtiéndola en el centro del sistema de la independencia económica nacional. Sorry but… 

Bajo esa comprensión, en sólo veinticinco años (2011-2036), nuestras fuerzas armadas serán las más poderosas de América Latina y, también, unas de las diez primeras del mundo entero, incluyendo nuestro propio Proyecto de Escudo Misilístico (PEM), que hoy sólo controlan Rusia y los EEUU, que son las dos únicas hiperpotencias planeatarias, y nada más, claro está. [3] 

Semejante capacidad militar, le aseguraría a nuestra nación una diplomacia disuasiva, en términos de relacionamiento comercial con las grandes potencias mundiales y regionales y, también, en términos de negociación de la soberanía sobre todo nuestro territorio nacional (continental, insular y antártico), como así también, la oportunidad de lanzarnos sin demasiadas trabas, resistencias y oposiciones, a la conquista de los espacios económicos alternativos (léase: las altas cordilleras, las selvas, los desiertos, las profundidades marinas, los casquetes polares y el espacio exterior). 

Pero no sólo eso. También tendríamos capital de sobra para desarrollar nuestra propia alta tecnología civil, en lo relativo a la confluencia de la cibernanobiotecnología, productora de nanoalimentos, de energía ilimitada y no contaminante y de nuestra propia Internet, con una criptología propia a inviolable por parte de absolutamente nadie, pero de nadie, incluyendo los EEUU, claro está. 

En otras palabras, una revolución mental, que empezaría una maldita decisión política, tan madura como ultra secreta, que cuente con el apoyo de los máximos líderes de las principales fuerzas políticas de país, y ello, sin duda alguna, no es irrealizable, sino más bien, todo lo contrario, y nada más, claro está.  

Y por eso dije, digo y voy a seguir diciendo mientras me dejen, que debemos seguir el consejo de Ortega y Gasset: "Argentinos a las cosas" (sic), y lo demás es pura cháchara. No sé si…
 
¡Gordo, seguí proponiendo todas las cosas políticamente incorrectas que quieras, que total, a vos no le lee ni el loro, ja ja já! 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
 
[3] Todo Proyecto Escudo Misilístico (PEM) implica contar con misiles balísticos intercontinentales con cabezas portadoras de ovijas nucleares, montados sobre satélites orbitales, apuntando a blancos específicos (ej.: Moscú, Washington, etc.).

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