El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 4 de Septiembre de
2.012.
Avellaneda II
Por Norberto PedemonteMinistro de Sarmiento
En
la elección a presidente, Sarmiento obtuvo 79 votos sobre 131, y Alsina 82 para
vice. El 12 de octubre “el gran educador” asume la presidencia de la
nación, y su discurso es escrito por Avellaneda. Esto se va a reiterar a lo largo de la
presidencia de Sarmiento, pues los discursos del primer magistrado tienden a
ser prolongados e incendiarios.
Es
nombrado ministro de Justicia,
Instrucción Pública y Culto, aunque interinamente ocupará otros, ya que para
esas épocas la ausencia de un ministro por viaje lleva varias semanas.
Contaba
con 32 años recién cumplidos y ya era ministro de la Nación. En mayo de 1869 presenta su primera memoria,
donde trazará sus proyectos de enseñanza, que no tienen desperdicio por lo
revolucionarios.
Allí
plantea el apoyo que debe dar el estado nacional a la enseñanza en todas sus
áreas y la colaboración que deberá prestar a las provincias encargadas hasta
ese momento de la educación primaria, que se basaba en tres premisas: “El
maestro; la renta que paga su sueldo y construye el edificio donde se dictan
las clases; el alumno propiamente dicho”.
Para
tener maestros, había que formarlos. Se debían construir colegios normales y
traer docentes de los EEUU o de Europa (países con una educación primaria
desarrollada) para enseñarles. Se debían
crear o mejorar los programas educativos.
Los
colegios normales también podían ser de mujeres, ya que ellas eran
excelentes educadoras. A los maestros
había que pagarles un buen sueldo. Las
provincias debían tener un fondo propio y fijo, que fuera independiente del resto
del presupuesto, que se modificaba de acuerdo a las situaciones políticas y
económicas. Ese fondo podía proveerse de las ventas de tierras públicas.
Como
vemos, todo lo que obtenía el estado había que reinvertirdo en mejoras, y la
educación, la comunicación y la explotación de las economías provinciales eran
vitales para el desarrollo del país.
Estos preceptos se remarcarán en toda la obra de Avellaneda.
Cuando una provincia reuniera una suma
cierta para construir una escuela, el gobierno nacional igualaría esa cantidad
para aportarla. Así como sucedió con las tierras, que no fueran gratuitas, buscaba el esfuerzo
en las comunidades y, de esa manera, se valoraba más lo que se realizaba.
Es
así que recibía notas de tal o cual pueblo, que habían juntado dinero para su
propia escuela y que peticionaban al ministro igual suma para poder
construirla.
Al
respecto, las propias comunidades (el vecindario como él lo denomina), serían
el contralor de lo que sucediera en la escuela y de la asistencia de los niños
a las mismas. Le preocupaba sobremanera
la no concurrencia de los menores, ya que debían colaborar con sus padres en el
sostenimiento del hogar. Suponía
acertadamente que con el desarrollo económico del lugar este problema en parte
se solucionaría.
Si
bien año a año más que duplicaba la inscripción de alumnos, le quitaban el
sueño las decenas de miles de chicos sin educación. Para completar su obra de
instrucción, crea bibliotecas en los colegios superiores, proveyéndolas de
recursos y de libros actualizados, con textos científicos de todo el
mundo.
Y
no se queda allí. Propone que los horarios de atención se extiendan, de manera que los adultos puedan acceder a la
lectura. Tampoco se queda allí, autoriza el funcionamiento de educación
nocturna para los obreros. Para Avellaneda, es fundamental que “…
los beneficios de instrucción abarquen todas las clases sociales y no
sean el monopolio de una de ellas”.
Como
era costumbre en la época, los ministros concurren asiduamente al congreso para
explicar las leyes propuestas. Más de una vez tuvo que intervenir Avellaneda
para aclarar puntos no competentes a su área, pero donde sus colegas no
lograban imponer criterios sobre los legisladores.
En
cuanto a la intervención federal en la Provincia de San Juan, que era la natal
del presidente de la nación (Sarmiento), la cual le trajo bastante dolores de
cabeza al primer magistrado, el ministro expresará: “Que no hay poderes antagónicos (entre Ejecutivo y Legislativo), sino
poderes coordinados para el bien común.
Si el jefe del ejecutivo se
equivoca, hay que acusarlo en juicio político. Es cien veces preferible a este
sistema de ir, con censuras y reprobaciones, socabando día a día, y acto por
acto, la autoridad del Presidente de la República”. Cuando Avellaneda
concluye con esta larga y lógica exposición constitucional, es aclamado hasta
por los adversarios.
También
la que es su área, la justicia, le dedica de su tiempo. Pide a los jueces federales, a los tribunales
provinciales y a la Corte que escriban
memorias anuales, informando sobre los delitos, las condenas, las
deficiencias de la justicia y las mejoras aplicables a ellas.
Propicia
la figura del procurador fiscal (léase: el procurador general de la nación),
para que ayude a los jueces en su trabajo.
No concibe que exista en el país un sólo tribunal de apelaciones, y junta esfuerzos para la construcción de una
unidad penitenciaria en la isla Matín García.
Advierte
con orgullo que la mayoría de las provincias crearon una legislación educativa
y hasta triplicaron los fondos para las escuelas. Él mismo formula las leyes. Gracias a su “ley de bibliotecas” (9-1870) , hace notar que se crearon más de 50
en todo el país. A las decenas de
escuelas (ley de subvenciones nacionales
para la educación primaria), que año a año se van construyendo, surge el
problema de las escuelas superiores que van a empezar a escasear en cuánto los
alumnos primarios comiencen a egresar.
Sería
un desperdicio que, a quien se lo motivó durante años para aprender, se lo
abandone sin más, no pudiendo ofrecerle la posibilidad de progreso y de
sabiduría: “Sin la igualdad en la educación, o más bien sin la educación
indistintamente distribuida para todos, las demás igualdades que la ley
consagra, la política como la económica, no tienen realidad consistente; porque
a pesar de ser uno mismo el derecho, hay incapacidad absoluta en el mayor
número para ejercitarlo rectamente.”
Es
así como funda nuevos colegios nacionales en distintas provincias, y tanto a
los nuevos como a los antiguos les agrega cátedras, como física, química (con
sus respectivos laboratorios), música, historia argentina, instrucción cívica y dibujo natural.
También
crea carreras acordes a las industrias regionales, dotándolas de laboratorios y
de textos debidamente traducidos de los mejores y más modernos autores sobre
las materias.
El
ministro pensaba que, a donde entra la razón, se evitan las peleas, y si se
evitan las peleas, no se mueve al ejército, siempre dispuesto para sofocar
levantamientos en las provincias.
A
este respecto, el país todavía no ha aprendido a manejarse
“democráticamente”. Tanto en los
gobiernos anteriores como posteriores a Sarmiento, la intervención federal será
moneda corriente. Ejemplos: Un gobernador quiere hacer las cosas
autoritariamente, y la legislatura lo destituye, creándose resistencia; o la
legislatura favorece a otro personaje para que tome el poder; o aparece un
caudillo que pretende tomar el poder sin más, con la fuerza de un
ejército. Los ejemplos son muchos y
variados, pero lo cierto es que los miles de pesos que gastaba un ejército por
día “en maniobras para empolvar los
árboles del camino”,
eran dinero suficiente para construir un sinnúmero de escuelas.
Avellaneda
crea la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas y reforma la de derecho en
la Universidad de Córdoba. Contrata a
Germán Burmeister para organizar la carrera de ciencias. También se nombra a Max Siewert, en química y
a P.G. Lorentz, en botánica. La
contratación de 20 profesores extranjeros, especialmente europeos, es aprobada
por el congreso y entra en el presupuesto de 1870. Favorece también la creación de los primeros
“jardines de infantes”.
Con
el asesinato de Urquiza, el 11 de abril de ese año, el ministro escribirá la
proclama que será firmada por Sarmiento, donde se condena el crimen que
conmovió al país. “El
Gobernador de Entre Ríos, fue muerto por los asesinos al caer las primeras
sombras de la noche, rodeado por sus hijas que intentaban sustraerlo de los
puñales, y sin que la presencia de un sólo hombre pudiese dar a este acto,
apariencia de un combate... Aborrezco los conflictos que pueden conducirnos a
derramar sangre argentina. Amo la paz, pero en nombre de vuestra conciencia y
de mi conciencia, no puedo aceptar que el crimen confiera títulos válidos para
el mando de los pueblos... En nombre de la República, desconozco al gobierno
que quiere inaugurar el reinado del crimen en la Provincia de Entre Ríos."
En
mayo de 1870 llega la primer locomotora a Córdoba y también, por pedido de
Sarmiento, Avelllaneda se hará cargo de la organización de la primera
exposición nacional de ganadería, agricultura e industria a realizarse en la
provincia mediterránea.
Será
fundamental para mostrar el grado de desarrollo del país; las nuevas maquinarias importadas que
funcionan a vapor y las nuevas semillas. (10-1871). Es la primera muestra de la Argentina que se
viene: fuerte, pujante, en pleno desarrollo.
Para el presupuesto que se había votado el año
anterior, Avellaneda exortaba a los legisladores. “La Nación, que acaba de votar una deuda de 30
millones para ejecutar obras públicas que satisfagan las necesidades del
comercio y de las industrias, necesita demostrar por otros actos que le es
igualmente caro el adelanto intelectual de los pueblos. No hay progreso durable cuando no reviste
esta doble faz.”
Se
presenta al Congreso el nuevo Código Civil, elaborado por el Dr. Dalmacio Vélez
Sarsfield, que había sido encargado en el gobierno de Mitre. Para
diciembre inaugura el primer
observatorio astronómico del país, también era otro de los anhelos del
ministro.
En
otras palabras, la Argentina está siendo organizada, y Avellaneda es el
principal creador-ejecutor.
Cuando
en algún momento expresamos que la doctrina Monroe, no era autoría de Monroe
sino de Adams (futuro presidente), pero que sí pertenecía a la administración;
lo mismo podemos decir de Sarmiento y de Avellaneda.
A
Sarmiento se le conoce como “el gran educador”, pero es Avellaneda quien crea y
ejecuta los programas educativos. Entre
los papeles de Avellaneda se encontrará un cuaderno íntimo donde expresa para
sí: “El nombre del señor Sarmiento al frente del
Gobierno era por sí solo una dirección dada a las ideas y a la opinión en favor
de la educación popular. Su firma al pie
de los decretos era una autoridad que daba prestigio a mis actos. Su intervención se redujo, sin embargo, a
esta acción moral. Supo el señor
Sarmiento que había bibliotecas populares y una ley nacional que las fundaba,
cuando habían aparecido los dos primeros volúmenes del
Boletín de Bibliotecas, y éstas convertídose en una pasión pública. El señor Sarmiento no se dio cuenta de la ley
de subvenciones y de su mecanismo, sino en los últimos meses de su
gobierno. Esto es todo, y la verdad”.
[3]
Claro
que esto en su momento no era publicable pero no dejaba de ser cierto. Tan
admirado estaba Sarmiento de su “discípulo” Avellaneda, que más de una vez hace
publicar en los EEUU partes de las memorias anuales elaboradas por éste.
La
idea de Avellaneda es de una lógica impecable.
Favorecer la inmigración, en lo posible de Europa del Norte que es más
instruida. Venderle tierras a bajos precios a los inmigrantes (mano de obra que
faltaba) para que la trabajen. Con lo
obtenido, fundar pueblos y escuelas y llevar el telégrafo y el ferrocarril,
para que estas nuevas comunidades no se aislen. Lograr el desarrollo económico
e intelectual del lugar y por consiguiente del país todo.
Un
plan que requería de la ayuda económica externa, que se iría pagando con lo
producido por estas comunidades. Con la
comunicación logra estimular el desarrollo de las economías regionales. Es así como más adelante, al llegar el
ferrocarril a Tucumán, la producción de azúcar de esa provincia comienza a abastecer a otras regiones del país,
disminuyéndose de esta manera la importación. Lo mismo ocurrirá con los granos
y con la carne, que comenzarían a ser exportados en forma cada vez más
creciente.
“Cuando
oigo decir que un hombre tiene el hábito de la lectura, estoy siempre dispuesto
a pensar bien de él. Leer es multiplicar la vida interior. Aunque el lector estuviera confinado en una
aldea, su acto lo incorpora al movimiento universal. Un libro fecunda el
corazón, dando intensidad, color y expresión a los sentimientos.”
[1]La libre expresión y la segura circulación de la
información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]Para uno de Los
Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero
que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
catastrófico.
[3]Fragmento extraído del libro titulado con el
nombre de Nocolás Avellaneda, de Carlos Peez de la Torre (h).
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