El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 25 de Mayo de 2.012.
El Santo Grial III
Por Rubén Vicente
Al
iniciarse el siglo diecinueve (el siglo de la revolución industrial), el
planeta tierra asistía azorado al espectáculo dantesco de Las Guerras
Napoleónicas (léase: la quinta guerra mundial). [3] En semejante contexto, Gran Bretaña era una isla de
progreso económico, de bienestar social, de florecimiento cultural, de
estabilidad institucional, de supremacía diplomática y de plena seguridad
militar (léase: la paz interior), por aquello de la revolución industrial,
obvio.
Fue en esos primeros veinticinco años de la
centuria decimonónica (1800-1825) que las cosas empezarían a cambiar para
siempre en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América),
donde ya existía un estado semi independiente (léase: emancipado) del omímodo
imperialismo colonialista europeo de la edad moderna, como eran Los EEUU,
alternativamente gobernados por la masonería demócrata
y por la francmasonería
republicana; que eran un ejemplo de que los pueblos de América
Latina podían llegar a ser, sin grandes sacrificios, nada más ni nada menos,
que los artífices de su propio destino, claro está.
Bajo esa comprensión, una inteligencia preclara
como pocas, era la de su alteza, el duque de Alcudia , conde de Sueca y, a
la vez, monarca del gran reino español de Las Indias, con capital en la ciudad
de Madrid, Mcl. RW ® Dr. Manuel Godoy (a) El Príncipe de la Paz (34).
El Plan de Manuel Godoy era provocar la
extinción del gran reino español de Las Indias, con capital política en la
ciudad ibérica de Madrid y capital administrativa en la ciudad antillana de
Santo Domingo.
¿Para qué? Para convertir a los ex reinos indianos
de La Nueva España (México), de La Nueva Castilla (El Perú) y de La Nueva
Aragón (Las Filipinas), justamente, en los nuevos grandes reinos
ultramarinos (léase: los dominios emanipados) de El Imperio Español (La
Gran Iberia).
Me digan lo que digan, yo estoy más que convencido
de el imperio español era el dominio más grande de El Gran Imperio
Francés (La Plus Grand France), que era el estado lider de El Sacro Imperio
Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los
Mil Años = 800-1815 = La Europa Cristiana = La Primera Proto Unión Europea); en
guerra a vida o muerte contra El Imperio Británico (The British Empire),
por el control exclusivo y excluyente del mundo entero (orbis), es decir, por la
supremacía global, obvio. [4]
Pero el emperador español (Carlos IV Borbón), que
era el prior de La Hermandad de Santiago de Compostela, es decir, de la rama
española de la masonería mundial (la venerable hermandad azul
= la masonería inglesa = la masonería anticatólica = la masonería antipapista =
la masonería diabólica = la masonería satánica), que brega por el fracaso
de El Plan Divino de Salvación, evidentemente, tenía otros planes muy
diferentes a los de Manuel Godoy para Las Indias Españolas.
En ese momento, en el principado neo castellano de
Buenos Aires (léase: El Virreinato del Río de la Plata), la francmasonería universal tenía una rama
local, conocida con el nombre de La Hermandad de los Hijos de Hirán, liderada
por su gran maestre, el Cap. Nav. RW ® Dn. Santiago de Linniers y Bremond (a)
El Afrancesado (a) El Franchute; y la masonería mundial
también tenía la suya, representada por La Hermandad del Inferno (léase: la
logia infernal), cuyo gran maestre era el ex cónsul británico en Buenos Aires,
Mr. James Burke (a) El Inglés (a) El Paraguero.
Por canales esotéricos que hasta hoy son absolutamente
desconocidos (léase: la omertá = el que habla se muere), Mr. Burke obtuvo la
información de que el caliz de la última cena (léase: el santo grial), se
hallaba oculto en algún lugar ignoto del marquesado rioplatense de El Paraguay
y, más precisamente, en el territorio de la baronía paraguaya de Las Misiones,
con capital en la ex reducción jesuítica y actual misión dominicana de Yapeyú
que, justamente, estaba situada en la margen occidental de río Uruguay. [5]
Entonces, Mr. Burke mantuvo una reunión privadísima
(top secret) con su venerable hermano azul
rioplatense, es decir, con su excelencia, el señor escribano general de la
filial local (léase: la roja = la rota) del tribunal del santo oficio de la
inquisición, Dr. Gervasio Antonio Posadas (48).
En ese contexto, Burke le informó a Posadas que la
masonería mundial quería encontrar el santo grial y que, según las últimas
informaciones que obraban en su poder, había sido trasladado a la nueva misión
dominicana de Santo Domingo del Guairá, situada en Las Cataratas del Iguazú,
hallándose oculto, justamente, debajo de una de sus grandes caídas de agua,
bautizada por los jesuitas expulsados con el nombre de La Garganta del Diablo.
Por eso, el Dr. Posadas invirtió toda su fortuna
personal y ejerció toda su influencia esotérica, para que su también venerable
hermano azul, es decir, su majestad,
el moncarca de El Virreinato del Río de la Plata, Tte. Cnel. Gral. RW ® Dr. Dn.
Joaquin del Pino Sanchez y Rozas Negrete (74), eminiera un decreto virreinal
(de pragmaticae = la pragmática) en cuya virtud le fue dado en alquiler
perpétuo (léase: la enfiteusis), una extensión de mil ochocientas leguas
cuadradas, equivalentes hoy día a casi treinta mil kilómetros cuadrados
(30.000 Km2), que
limitaban con los ríos Uruguay y Paraná, con cargo a organizar en ella un
moderno establecimiento rural, que luego sería conocido bajo los nombres
alternativos de La Estancia de Posadas o bien, como La Estancia de las
Misiones, cuyos límites coinciden exactamente con los de la actual provincia
argentina de Misiones, claro está. ¡Y después se quejan de Grobocopatel, por
favor!
La idea oficial era que esa estancia, tachonada de
misiones ex jesuíticas ahora salecianas y dominicanas, se desarrollara
intensivamente la ganadería, la agricultura, la pesca fluvial, la explotación
forestal y la minería, acuífera, lítica y metalífera (léase: la producción),
como así también, las agroartesanías (la construcción, la alimentación, la
indumentaria, la farmaceútica y las fundiciones), convirtiéndolo en un inmenso
establecimiento modelo; pero con el inconfesable objetivo masón
era apoderarse del control de la misión dominicana de Santo Domingo del Guairá,
de Las Cataratas del Iguazú, de La Gaganta del Diablo y de El Caliz de la
Última Cena (léase: el santo grial), obvio.
Yo no sé si Juan de San Martín y Gomez o GervasioAntonio
Posadas habrán hallado lo que buscaban, pero es seguro que el
hijo del primero (José Francisco de San Martín y Matorras) y el sobrino del segundo (Carlos María de
Alvear), serían dos personas muy importantes en la historia de La Argentina y
de América Latina y yo, con toda
sinceridad, digo que no me jugaría a descartar de plano la hipótesis de
que, en realidad, Los Hijos de Hirán de Liniers, sucedidos por La Logia Lautaro
de San Martín, o que La Logia Infernal de Burke, sucedida por La Logia de la
Libertad de Alvear, no hayan tratado de encontrar o de capitalizar el hallazgo en
su propio beneficio, o en el de alguna potencia extranjera, nada más ni nada
menos, que el santo grial, que bien pudo haber sido el alma de la
nación argentina hasta mil ochocientos veinte (léase: la primera anarquía),
o algo por el estilo, y nada más, claro está.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado,
respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de
la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
La primera guerra mundial fue La Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La
segunda guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Española (1702-1715). La
tercera guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Austríaca (1742-1748). La
cuarta guerra mundial fue La Guerra de los Siete Años (1753-1756). Y la quinta
guerra mundial fueron Las Guerras Napoleónicas (1799-1814). Todas fueron
guerras mundiales porque se libraron escaramuzas, combates y batallas en los
cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América) y en los tres
océanos (Atlántico, Indico y Pacífico). La Gran Guerra Mundial (1914-1918) y La
Segunda Gran Guerra Mundial (1939-1945) fueron grandes guerras mundiales porque, técnicamente hablando, a
diferencia de las anteriores, en ellas dos se emplearon armas de destrucción
masiva (ADM´s). Conste.
[4] En
una carta dirigida a su majestad (Carlos IV Borbón), Manuel Godoy explicó que: “Esos estados norteamericanos, que han
logrado su independencia formal gracias a Francia y a España, han nacido pigmeos
por decirlo de algún modo, pero dentro de cien años, serán nuestra ruina y el
mundo les pertenecerá” (sic). La pertencia práctica y efectiva de El Imperio Español a El Gran Imperio
Francés estaba dada por Los Tres Pactos de Familia, que unían a las ramas
francesa y española de la dinastía sacro imperial de Los Borbón. La idea de
descentralizar el imperio español, convirtiendo a los reinos indianos en
domínios ibéricos semi independizados (léase: emancipados de la metrópolis
ibérica), formando con ellos la comunidad económica de las naciones hispánicas
o hispanas (the spanish commonwealth of nations = la commonwealth gallega
ja ja já), Manuel Godoy la tomó del sacro emperador (Napoleón Bonaparte), que
convirtió a El Gran Reino Francés de La Nueva Francia, con capital en la ciudad
antillana de Puerto Príncipe, en la nueva República Federal de Haití que, más
rápido que volando, perdería el noventa y nueve por ciento de sus dominios norteamericanos del reino
antes neofrancés y ahora haitiano de La Luissiana (99%), cuando la misma que fue íntegramente vendida por Napoleón a
los EEUU, transformándose ipso facto, en la nueva región estadounidense de El
Oeste, por oposición a las ya existentes de El Cerano Este (Los Apalaches
Orientales = El Pie del Monte Oriental = El Pedemonte del Naciente = Le Piedmont
de Soleil) y de El Lejano Este (Los Apalaches Occidentales = El Pie del Monte
Occidental = El Pedemonte del Poniente = Le Pienmont de la Lune) extendiéndose,
desde entonces, desde El Atlántico Norte hasta el pie de las laderas orientales
de La Cordillera de las Rocallosas. Conste.
[5]
En ese momento, la baronía paraguaya de Las Misiones abarcaba la totalidad del
territorio de los actuales estados brasileños de Santa Catarina y de Paraná,
como así también, el del actual de departamento paraguayo de Itapuá, Alto Paraná,
Guairá, Caazapá, Paraguarí, Misiones y Ñeembucú y, a la vez, el de las actuales
provincias argentinas de Corrientes y de Misiones; teniendo bajo su
jurisdicción, nada más ni nada menos, que todo
el sur del país natural de El Guairá, es decir, La Gran Selva
Misionera. Conste.
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