martes, 22 de mayo de 2012

259 Historia (América)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000259 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 22 de Mayo de 2.012.





El Nuevo Mundo IV
Por Rubén Vicente 

De Julius Fader (1429-1506) ya lo dijimos todo antes de que llegara a Castilla con una mano atrás y otra adelante [3] , incluyendo que el sultán tártaro de Constantinopla (léase: Estambul) le había retribuído sus invalorables servicios anti cristianos a la expansión del islam, con unos papiros chinos que graficaban el mundo entero (orbis) y, también, que después que lo perdiera todo en la vida, dejó Francia, cruzó Los Pirineos, y se radicó en la villa meridional mediterránea andaluza de Palos de Moguer, a ver la forma de seguir funcionando sin el oro a raudales que jamás le faltó, bajo su nuevo nombre cristiano de Cristóforus Colombus, porque él también ya sabía que con guita cualquiera es vivo, claro está.  

Para empezar, se alquiló un cuarto en una posada atentida por un judío como él, con el se sentía cómodo hablando en idish, y en las noches se hacía de unos dinerillos en la taberna de un mozárabe, jugando a los dados y a los naipes, recaudando lo suficiente como para pagarse la comida, unos tragos y alguna putilla del lugar. [4] 

La depresión lo iba tentando con la idea del suicidio, de la que huía comenzando a asistir a la misa de los domingos en El Convento de la Rábida, donde los monjes franciscanos le tomaron aprecio, hasta que uno lo invitó a la sacristía de la capillla a tomarse un cható de manzanillas y a charlar un rato, porque veía que era un tipo de buen aspecto y de conversación amena, que se ve que quería acercarce a Cristo, tanto como él quería llevárselo a la cama, porque era un monje afectado de pederastía. Ups. 

Ya de grande, Colón había leído El Talmud y sabía que Maimónides le había enseñado a todos los judíos no sólo a fingir su conversión al budismo, al hinduísmo, al islam o al cristianismo en los paises de residencia para no sufrir estúpidas persecuciones, sino también, a hacer lo que haya que hacer (léase: por derecha o por izquierda) para salir de la indigencia y posicionarse en la eminencia de los negocios, incluyendo el más rentable de todos ellos, que es la política, joder. Right? 

Y se lo macheteó al monje, pero a cambio de que lo contectara con el superior del convento, porque tenía algo que mostrale, que él pensaba que era muy valioso (el mapa del sultán tártaro). Gracias a Dios, el superior sabía astronomía lo suficiente como para intuir que la teoría geocéntrica de Ptolomeo era falsa, interesándose por esa pieza cartográfica que comprobaba su hipótesis de que, en realidad, era cierta la idea de la esfericidad de la tierra formada, no por las tres indias (la sarracena, la tártara y la gangética), sino más bien, por la cuarta india, que en el mapa figuraba con el nombre de la tierra desconocida (de terra ignota). [5] y [6] 

Comprobó la autenticidad del documento cartográfico del marrano y, un mes más tarde, partió a Toledo, para entrevistarse con el prior de la rama castellana de la orden de los franciscanos, explicándole que ese mapa podía ser la gran solución que esperaban las reales escuelas de navegación inglesa, portuesa y española, es decir, la náutica sacro imperial, lanzada a vida o muerte a la guerra espiritual contra los tártaros musulmanes amos del mundo. 

Y tanta suerte tuvo este cretino de Colón que resultó que el prior de los franciscanos era el cuñado de su excelencia, el señor jefe del estado mayor general (JMEG) del cuerpo castellano de la armada sacro imperial (das krieg marine), Alte. RKM Dr. Bartolomé Perestrello (a) El Marrano que, al ver el mapa, directamente, se enloqueció con Colón. ¿No me digas? ¿También era gay? ¡Sos un tarado¡ ¡Lee y aprendé un poco, burro! ja ja já. 

Traigan al mequetrefe que quiero hablar con él personalmente. Lo mató a preguntas durante semanas, hasta que se convenció, por un lado, que Columbus era un marino experto y un empresario naval de pura cepa y, por el otro, que él era el hombre indicado para comandar una expedición furtiva al Atlántico que, si fracasaba, no se perdía nada, pero si triunfaba, dejaría con la boca abierta a los ingleses, a los portugueses y, sobre todo, a los aragoneses, cuyos negocios de conquista se enfocaban sobre El Mar Mediterráneo y, más precisamente, sobre las ciudades portuarias, comerciales y competidoras del norte de Italia (Génova y Venecia). 

Y vino La Batalla de Granada, luego de la cual, la totalidad de la península ibérica quedó libre para siempre de la ocupación musulmana, festejando Los Reyes Católicos (Fernando e Isabel) la instauración de la unión de reinos (el reino unido) de España, con nueva capital en Madrid, la doble coronación de la primera dinastía unificada de Los Trastamara. 

La procesión y el desfile fueron magníficos, aprovechando Perestrello para iniciar a Colón en un taller operativo (léase: político) de la hermandad ex templaria española (La Orden de Calatraba), que era políticamente integrante de hermandad de la hansa del norte pro reformador del catolicismo europeo (los hanseáticos), a pesar de que su majestad (Fernando IV) era el gran maestre de la rama aragonesa de la hermandad de los ex hospitalarios (léase: los rosacruces), nucleada en La Orden de Santiago de Compostela y se autoproclamaba defensor del catolicismo a ultranza, obvio. 

Por eso, Fernado IV no dijo nada cuanto Perestrello le ofreció a Colón, nada más ni nada menos, que la mano de su hija Felipa que, siendo ella la primogénita del gran almirante marrano (Perestrello), además de casarse con el maldito mequetrefe marrano (Colón), era dama de la corte de La Reina Isabel La Católica, que al final, se  interesó en dar abierto apoyo político castellano al proyecto eclesiástico y militar español de perderse en el Atlántico, enfrentando a los portugueses y a los grandes mounstruos marinos que se decía que andaban por ahí comiéndose navíos enteros de un bocado (léase: las ballenas), nada más que para ver si llegaban a la cuarta india y, sobre todo si eran capaces de regresar vivos, sanos, salvos e ilesos, porque si no ni hablemos más del asunto, claro está. 

Y ahí nomás, firmaron La Capitulación de Santa Fé, en cuya virtud la corona de Castilla (no la de Aragón) nombró a Colón con los pomposos títulos, absolutamente inexistentes hasta entonces, de gran almirante de la mar océano y de virrey de todas las tierras no cristianas por descubrir (sic). Total… ¡Ah bueno! [7]  

Contento como mono con dos colas, Colón recibió casi cien lingotes de oro, que lo sacaron inmediatamente de la ratonera de la indigencia en que había caído después de que Los Plantagenet perdieran La Guerra de las Dos Rosas, haciéndole perder a él toda su flota mercante europea, sin saldar jamás la deuda inglesa con su familia judía italiana. [8] 

Se juntó con Vicente Yañez Pinzón y con su hermano, que manejaron la compra privada de tres grandes buques mercates (las carabelas) y manejaron sus influencias para que fueran liberados casi quinientos condenados a muerte por crímenes en alta mar, informándoles que serían la marinería de la expedición de Colón. 

Y zarparon la Santa María, La Niña y La Pinta, enarbolando lógicamente la bandera castellana, pero al desplegar los velámenes, el capitán general del puerto ordenó la inmediata detención de los navíos, porque las velas eran de color blanco y en el centro tenían estampada la cruz paté, que era la enseña roja de los templarios, que después fue la bandera de la liga hanseática pro reforma del catolicismo (léase: los hanseáticos), siendo que España era un gran reino ultra católico, gobernado por un monarca de los ex hospitalarios (léase: los rosacruces), claro está. 

Pero nada, porque las naos de Colón eran cero ká eme, la madera que todavía no se había hinchado, los bajeles aún no estaban podridos y, entonces, volaban veloces como el viento a las escalas previstas en el derrotero (Canarias, Azores y Madeira). Y los marineros condenados a muerte se pusieron al día violando a las pobres indias guanches de esos lugares, que quedaron encantadas con los españoles, pero la orden era proseguir al oeste internándose en la nada…  

Colón empezó a escribir un diario de navegación, donde decía que los vientos alisios que él esperaba encontrar como tantos portugueses que vigilaban esas aguas, lo llevarían directo hacia el oeste, alcanzando rápidamente las costas orientales de las tierras del gran khan de los tártaros (léase: la cuarta india = de terra ignutas = América). 

Y pasaron los días y pasaron las semanas, y se acabaron las vituallas y se racionó el agua, y nada, y empezó el escorbuto (la fibre amarilla = el lupus) y se empezaron a morir como moscas, y Colón dejó de salir a cubierta, y se la pasaba rascándose como un sarnoso y escribía como un loco todo el día en la PC, digo, en la vitácora, perdón… 

Hasta que le armaron un motín y le exigieron regresar, chivándose feo cuando entendieron que volver sin agua era una muerte segura, en cambio, probar de seguir navegando hacia el oeste, equivalía a la posibilidad de llegar a algún lado, que nadie sabía dónde corno podía quedar, obvio (léase: es lo que hay = perdido por perdido = seguí participando). Perdón: ¿Y por qué no manda un msn? ¿Te querés callar salame? 

Te la hago breve. Los insultaron vía satélite; los putearon en hight definition y lo recontra putearon en 3D, y él decía no peguen, soy Gioradano, digo, Colón, pero nada, sólo agua salada, noche negra y tiburones hambrientos, que son los huitres del mar, y nada más, claro está. ¡Menos mal que no están ballenas asesinas, que si no …! ¡Cerrá en morro infeliz! 

Y así pasaron tres días y tres noches del diablo y, exáctamente a las dos de la mañana del miércoles doce de octubre de mil cuatrocientos noventa y dos, con el sol en la constelación de la balanza (la justicia) y la luna en la casa de la rata (léase: aries), el vigía del palo mayor (el carajo) de La Santa María, Dn. Rodrigo de Triana (33) gritó tierra (sic), y ahí empezó otra historia, para Colón, para España, para el sacro imperio y para el mundo (orbis) que, desde entonces, empezó a dejar de ser tártaro, y nada, claro está. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Véase El Cisne Negro (Editorial 95).

[4] Cuando un judío se convierte al cristianismo se lo considera como un cristiano nuevo, despectivamente referenciado como el marrano. Pero cuando un musulmán se convierte al cristianismo, se lo considera también como un cristiano nuevo que, sin embargo, por haber formado parte de la ex potencia conquistadora musulmana, era más despreciado, bajo los motes de el moro, el mozárabe o de mudejar, de donde la viene su nombre al estilo artístico renancestista español del siglo dieciseis.

[5] Ya Aristóteles y luego Erastótenes demostraron que la tierra era redonda y, en el cristianismo de la edad media, lo convalidó Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, luego de la peste negra (1350-1380), las gentes en Europa y hasta las clases dirigentes eclesiástica y militar (léase: los señores feudales) aseguraban que esas eran puras patrañas, porque la tierra era plana, tal como lo demostra sin lugar a dudas la simple percepción visual de ver al sol salir por el este y ponerse por el oeste, igual que la luna y las estrellas. Conste.

[6] En el pensamiento medieval europeo, el mundo no europeo, es decir, La Tartaria Musulmana, era geográficamente denominado con el nombre genérico de Las Indias, que eran tres (3), a saber, la sarracena (El Africa del Norte y la península arábiga), la tártara (El Cercano Oriente) y la gangética (El Lejano Oriente). Pero ya vimos que el mapamundi de Enricus Martellus (1479), del que se hicieron más de mil copias (1000) que circularon por toda Europa en los siguientes diez años gracias a la imprenta que ya tenían los monasterios y las universidades de todo el viejo continente (10), y que bien pudieron haber llegado a las manos de Colón, le habrían permitido fusionarlo con el mapamundi que le obsequió El Sultán de Constantinopla (1452), para elaborar El Mapamundi de Colón, o algo por el estilo que, actualmente, no se encuentra por ningún lado, pero es obvio que contenía La Cuarta India (de terra ignotus = América), claro está. Conste.

[7] En esos tiempos, casi toda la cristiandad europea estaba totalmente convencida de que, en algún lugar desconocido de los khanatos tártaros de La Cuarta India (de terra ignota = América) estaban Las Tierras del Preste Juan, conecebidas como un estado insólitamente cristiano, gobernado por obispo católico apostólico romano (El Preste Juan), que era descendiente de Los Reyes Magos y de Santo Tomás Apostol (a) El Evangalizador de Las Indias Tártaras. Conste.

[8] En la fecha de este artículo, cien lingotes de oro equivaldrían a casi setenta millones de dólares (60 MD´s).

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