El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 22 de Mayo de 2.012.
El Nuevo Mundo IV
Por Rubén Vicente
De
Julius Fader (1429-1506) ya lo dijimos todo antes de que llegara a Castilla con
una mano atrás y otra adelante [3] , incluyendo que el sultán tártaro de Constantinopla
(léase: Estambul) le había retribuído sus invalorables servicios anti
cristianos a la expansión del islam, con unos papiros chinos que graficaban el
mundo entero (orbis) y, también, que después que lo perdiera todo en la vida,
dejó Francia, cruzó Los Pirineos, y se radicó en la villa meridional
mediterránea andaluza de Palos de Moguer, a ver la forma de seguir funcionando
sin el oro a raudales que jamás le faltó, bajo su nuevo nombre cristiano de
Cristóforus Colombus, porque él también ya sabía que con guita cualquiera es
vivo, claro está.
Para
empezar, se alquiló un cuarto en una posada atentida por un judío como él, con
el se sentía cómodo hablando en idish, y en las noches se hacía de unos
dinerillos en la taberna de un mozárabe, jugando a los dados y a los naipes,
recaudando lo suficiente como para pagarse la comida, unos tragos y alguna
putilla del lugar. [4]
La
depresión lo iba tentando con la idea del suicidio, de la que huía comenzando a
asistir a la misa de los domingos en El Convento de la Rábida, donde los monjes
franciscanos le tomaron aprecio, hasta que uno lo invitó a la sacristía de la
capillla a tomarse un cható de manzanillas y a charlar un rato, porque veía que
era un tipo de buen aspecto y de conversación amena, que se ve que quería acercarce
a Cristo, tanto como él quería llevárselo a la cama, porque era un monje
afectado de pederastía. Ups.
Ya
de grande, Colón había leído El Talmud y sabía que Maimónides le había enseñado
a todos los judíos no sólo a fingir su conversión al budismo, al
hinduísmo, al islam o al cristianismo en los paises de residencia para no
sufrir estúpidas persecuciones, sino también, a hacer lo que haya que hacer (léase:
por derecha o por izquierda) para salir de la indigencia y posicionarse en
la eminencia de los negocios, incluyendo el más rentable de todos ellos,
que es la política, joder. Right?
Y
se lo macheteó al monje, pero a cambio de que lo contectara con el superior del
convento, porque tenía algo que mostrale, que él pensaba que era muy valioso
(el mapa del sultán tártaro). Gracias a Dios, el superior sabía astronomía lo
suficiente como para intuir que la teoría geocéntrica de Ptolomeo era falsa,
interesándose por esa pieza cartográfica que comprobaba su hipótesis de que, en
realidad, era cierta la idea de la esfericidad de la tierra formada, no por las
tres indias (la sarracena, la tártara y la gangética), sino más bien, por la
cuarta india, que en el mapa figuraba con el nombre de la tierra
desconocida (de terra ignota). [5] y
[6]
Comprobó
la autenticidad del documento cartográfico del marrano y, un mes más tarde,
partió a Toledo, para entrevistarse con el prior de la rama castellana de la
orden de los franciscanos, explicándole que ese mapa podía ser la gran solución
que esperaban las reales escuelas de navegación inglesa, portuesa y española,
es decir, la náutica sacro imperial, lanzada a vida o muerte a la guerra
espiritual contra los tártaros musulmanes amos del mundo.
Y
tanta suerte tuvo este cretino de Colón que resultó que el prior de los franciscanos
era el cuñado de su excelencia, el señor jefe del estado mayor general (JMEG)
del cuerpo castellano de la armada sacro imperial (das krieg marine), Alte. RKM
Dr. Bartolomé Perestrello (a) El Marrano que, al ver el mapa, directamente, se
enloqueció con Colón. ¿No me digas? ¿También era gay? ¡Sos un
tarado¡ ¡Lee y aprendé un poco, burro! ja ja já.
Traigan
al mequetrefe que quiero hablar con él personalmente. Lo mató a preguntas
durante semanas, hasta que se convenció, por un lado, que Columbus era un
marino experto y un empresario naval de pura cepa y, por el otro, que él era el
hombre indicado para comandar una expedición furtiva al Atlántico que,
si fracasaba, no se perdía nada, pero si triunfaba, dejaría con la boca abierta
a los ingleses, a los portugueses y, sobre todo, a los aragoneses, cuyos
negocios de conquista se enfocaban sobre El Mar Mediterráneo y, más
precisamente, sobre las ciudades portuarias, comerciales y competidoras del
norte de Italia (Génova y Venecia).
Y
vino La Batalla de Granada, luego de la cual, la totalidad de la península
ibérica quedó libre para siempre de la ocupación musulmana, festejando Los
Reyes Católicos (Fernando e Isabel) la instauración de la unión de reinos (el
reino unido) de España, con nueva capital en Madrid, la doble coronación de la
primera dinastía unificada de Los Trastamara.
La
procesión y el desfile fueron magníficos, aprovechando Perestrello para iniciar
a Colón en un taller operativo (léase: político) de la hermandad ex templaria
española (La Orden de Calatraba), que era políticamente integrante de hermandad
de la hansa del norte pro reformador del catolicismo europeo (los hanseáticos), a pesar de que su
majestad (Fernando IV) era el gran maestre de la rama aragonesa de la hermandad
de los ex hospitalarios (léase: los rosacruces),
nucleada en La Orden de Santiago de Compostela y se autoproclamaba defensor del
catolicismo a ultranza, obvio.
Por
eso, Fernado IV no dijo nada cuanto Perestrello le ofreció a Colón, nada más ni
nada menos, que la mano de su hija Felipa que, siendo ella la primogénita del
gran almirante marrano (Perestrello), además de casarse con el maldito
mequetrefe marrano (Colón), era dama de la corte de La Reina Isabel La Católica,
que al final, se interesó en dar abierto
apoyo político castellano al proyecto eclesiástico y militar español de
perderse en el Atlántico, enfrentando a los portugueses y a los grandes
mounstruos marinos que se decía que andaban por ahí comiéndose navíos enteros
de un bocado (léase: las ballenas), nada más que para ver si llegaban a la
cuarta india y, sobre todo si eran capaces de regresar vivos, sanos, salvos
e ilesos, porque si no ni hablemos más del asunto, claro está.
Y
ahí nomás, firmaron La Capitulación de Santa Fé, en cuya virtud la corona de
Castilla (no la de Aragón)
nombró a Colón con los pomposos títulos, absolutamente inexistentes hasta
entonces, de gran almirante de la mar océano y de virrey de todas las tierras
no cristianas por descubrir (sic). Total… ¡Ah bueno! [7]
Contento
como mono con dos colas, Colón recibió casi cien lingotes de oro, que lo
sacaron inmediatamente de la ratonera de la indigencia en que había caído después
de que Los Plantagenet perdieran La Guerra de las Dos Rosas, haciéndole perder
a él toda su flota mercante europea, sin saldar jamás la deuda inglesa con su
familia judía italiana. [8]
Se
juntó con Vicente Yañez Pinzón y con su hermano, que manejaron la compra
privada de tres grandes buques mercates (las carabelas) y manejaron sus
influencias para que fueran liberados casi quinientos condenados a
muerte por crímenes en alta mar, informándoles que serían la marinería de la
expedición de Colón.
Y
zarparon la Santa María, La Niña y La Pinta, enarbolando lógicamente la bandera
castellana, pero al desplegar los velámenes, el capitán general del puerto
ordenó la inmediata detención de los navíos, porque las velas eran de color
blanco y en el centro tenían estampada la cruz paté, que era la enseña roja de los templarios, que después fue la
bandera de la liga hanseática pro reforma del catolicismo (léase: los hanseáticos), siendo que España era un
gran reino ultra católico, gobernado por un monarca de los ex hospitalarios
(léase: los rosacruces),
claro está.
Pero
nada, porque las naos de Colón eran cero ká eme, la madera que todavía no se
había hinchado, los bajeles aún no estaban podridos y, entonces, volaban
veloces como el viento a las escalas previstas en el derrotero (Canarias,
Azores y Madeira). Y los marineros condenados a muerte se pusieron al día
violando a las pobres indias guanches de esos lugares, que quedaron encantadas
con los españoles, pero la orden era proseguir al oeste internándose en la
nada…
Colón
empezó a escribir un diario de navegación, donde decía que los vientos alisios
que él esperaba encontrar como tantos portugueses que vigilaban esas aguas, lo
llevarían directo hacia el oeste, alcanzando rápidamente las costas orientales
de las tierras del gran khan de los tártaros (léase: la cuarta india =
de terra ignutas = América).
Y
pasaron los días y pasaron las semanas, y se acabaron las vituallas y se racionó
el agua, y nada, y empezó el escorbuto (la fibre amarilla = el lupus) y se
empezaron a morir como moscas, y Colón dejó de salir a cubierta, y se la pasaba
rascándose como un sarnoso y escribía como un loco todo el día en la PC, digo,
en la vitácora, perdón…
Hasta
que le armaron un motín y le exigieron regresar, chivándose feo cuando
entendieron que volver sin agua era una muerte segura, en cambio, probar de
seguir navegando hacia el oeste, equivalía a la posibilidad de llegar a algún
lado, que nadie sabía dónde corno podía quedar, obvio (léase: es lo que hay =
perdido por perdido = seguí participando). Perdón: ¿Y por qué no manda un msn? ¿Te querés
callar salame?
Te
la hago breve. Los insultaron vía satélite; los putearon en hight definition y
lo recontra putearon en 3D, y él decía no peguen, soy Gioradano, digo, Colón,
pero nada, sólo agua salada, noche negra y tiburones hambrientos, que son los
huitres del mar, y nada más, claro está. ¡Menos mal que no están ballenas asesinas,
que si no …! ¡Cerrá en morro infeliz!
Y
así pasaron tres días y tres noches del diablo y, exáctamente a las dos de la
mañana del miércoles doce de octubre de mil cuatrocientos noventa y dos, con el
sol en la constelación de la balanza (la justicia) y la luna en la casa de la
rata (léase: aries), el vigía del palo mayor (el carajo) de La Santa María, Dn.
Rodrigo de Triana (33) gritó tierra (sic), y ahí empezó otra historia,
para Colón, para España, para el sacro imperio y para el mundo (orbis) que,
desde entonces, empezó a dejar de ser tártaro, y nada, claro está.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de
la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
Véase El Cisne Negro (Editorial 95).
[4]
Cuando un judío se convierte al cristianismo se lo considera como un cristiano
nuevo, despectivamente referenciado como el marrano. Pero cuando un musulmán se
convierte al cristianismo, se lo considera también como un cristiano nuevo que,
sin embargo, por haber formado parte de la ex potencia conquistadora musulmana,
era más despreciado, bajo los motes de el moro, el mozárabe o de mudejar, de
donde la viene su nombre al estilo artístico renancestista español del siglo
dieciseis.
[5] Ya
Aristóteles y luego Erastótenes demostraron que la tierra era redonda y, en el
cristianismo de la edad media, lo convalidó Santo Tomás de Aquino. Sin embargo,
luego de la peste negra (1350-1380), las gentes en Europa y hasta las clases
dirigentes eclesiástica y militar (léase: los señores feudales) aseguraban que
esas eran puras patrañas, porque la tierra era plana, tal como lo demostra sin
lugar a dudas la simple percepción visual de ver al sol salir por
el este y ponerse por el oeste, igual que la luna y las estrellas. Conste.
[6] En
el pensamiento medieval europeo, el mundo no europeo, es decir, La Tartaria
Musulmana, era geográficamente denominado con el nombre genérico de Las Indias, que eran tres
(3), a saber, la sarracena
(El Africa del Norte y la península arábiga), la tártara (El Cercano
Oriente) y la gangética (El Lejano Oriente). Pero ya vimos que el
mapamundi de Enricus Martellus (1479), del que se hicieron más de mil copias (1000) que circularon por toda Europa en
los siguientes diez años gracias a la imprenta que ya tenían los
monasterios y las universidades de todo el viejo continente (10), y que bien pudieron haber llegado a
las manos de Colón, le habrían permitido fusionarlo con el mapamundi que le
obsequió El Sultán de Constantinopla (1452), para elaborar El Mapamundi de
Colón, o algo por el estilo que, actualmente, no se encuentra por ningún lado,
pero es obvio que contenía La Cuarta
India (de terra ignotus = América), claro está. Conste.
[7] En
esos tiempos, casi toda la cristiandad europea estaba totalmente convencida de
que, en algún lugar desconocido de los khanatos tártaros de La Cuarta India (de
terra ignota = América)
estaban Las Tierras del Preste Juan, conecebidas como un estado insólitamente
cristiano, gobernado por obispo católico apostólico romano (El Preste Juan),
que era descendiente de Los Reyes Magos y de Santo Tomás Apostol (a) El
Evangalizador de Las Indias Tártaras. Conste.
[8]
En la fecha de este artículo, cien lingotes de oro equivaldrían a casi setenta
millones de dólares (60 MD´s).
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