El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 20 de Mayo de 2.012.
El Nuevo Mundo II
Por Rubén Vicente
Bajo
esa comprensión del artículo de ayer, digo que los primeros pobladores del
noroeste de América (léase: Alaska) fueron los inmigrantes tibetanos,
que los antropólogos contemporáneos llaman con el nombre de los
protoamerindios.
Como
consecuencia de la segunda glaciación corta, suscitada entre los años quince
mil y nueve mil antes del inicio de nuestra era (15.000 a.C. a 9.000 a.C.),
sobrevino el repentino hundimiento de las grandes islas subcontinentales de La
Atlántida, Lemuria, Mú, Beringia y Austrasia (léase: los continentes perdidos).
En
ese contexto, la raza blanca pura de La Atlántida se lanzó a la conquista del
norte de Europa, exterminando o esclavizando a la raza blanca pura allí
existente mientras que, paralelamente, las gélidas condiciones climáticas
imperantes, fueron transformando la fisonomía de los conquistadores ex atlantes,
dejándolos blancos, rosados, rubios y de ojos azules, siendo este grupo humano
conocido por los antropólogos contemporáneos bajo los nombres alternativos de
los nórdicos, los normandos o los blancos purísimos (léase: los albos = los
albinos).
Pero
la otra consecuencia de la segunda glaciación corta fue que, dado el
hundimiento repentino de Beringia, el norte de El Asia Oriental Tártara quedó
separada y, más precisamente, completamente desconectada (léase: aislada) del
noroeste de La América Protoamerindia (Alaska) por El Estrecho de Bering, de
sólo sesenta kilómetros de ancho (60),
pero de aguas muy profundas y, sobre todo, tremendamente difíciles de navegar
en las balzas hechas con troncos de árboles y con lianas que, por otra parte,
el enfriamiento global había hecho desaparecer a ambos lados del estrecho,
claro está.
Para
ese momento (léase: 15.000 a.C. a 9.000 a.C.) los protoamerindios ya se habían
expandido a todo el norte extremo de América del Norte, asentándose en la
actual Groenlandia y en todo el norte insular y continental del actual Canadá.
Pero desde el final de esa segunda glaciación corta (léase: 9.000 a.C.), los
tártaros del norte de El Asia Oriental, que ya habían mejorado sus técnicas de
navegación, comenzaron a invadir, justamente, el territorio extremo
norteamericano que ocupaban los protoamerindios, procediendo a su exterminio o
esclavización.
Eso
causó dos fenómenos paralelos. El primero fue la adaptación de los tártaros asiáticos
al clima gradualmente menos gélido del extremo norte de América del Norte
(léase: El Gran Escudo Canádico), dando como resultado el grupo humano que los
antropólogos contemporáneos llaman con los nombres alternativos de los inuits,
de los esquimales o bien, de los paleoamerindios.
Y
el segundo fue que, luchando por la supervivencia, los protoamerindios
comenzaron a emigrar hacia el sur, avanzando lentamente, a razón de cinco
kilómetros promedio por año (5 Km/A)
hasta que, más o menos para el año cinco mil antes del inicio de la era
cristina (5.000 a.C.), ya ocupaban la totalidad de las tierras continentales e
insulares hasta El Cabo de Hornos, que separa América de La Antártida.
Consecuentemente,
para ese entonces (léase: 5.000 a.C.), América estaba totalmente poblada por los
protoamerindios, con una densidad demográfica decreciente de norte a sur,
excepto el extremo norte de América del Norte (léase: Grenlandia, El Canadá
Septentrional y Alaska = El Gran Escudo Canádico), donde la casi totalidad de
la población pertenecía a la etnia invasora, conquistadora y genocida de los
inmigrantes tártaros (léase: los inuits = los esquimales = los
paleoamerindios).
En
los siguientes cuatro mi años (léase: 5.000 a.C. a 1.000 a.C.), los
paleoamerindios comenzarían a avanzar sobre las restantes tierras americanas
ocupadas por los protoamerindios, arrinconándolos por así decirlo contra el
extremo sur de América del Sur, es decir, sobre las tierras que luego formarían
parte de los paises naturales de La Araucanía y de La Patagonia (léase: de
culis mundis = el culo del mundo = el fin del mundo), con frontera norte en la
línea imaginaria del curso de los ríos Colorado al este y Bío Bío al oeste.
Parelamente,
en el hemisferio oriental (Oceanía, Asia, Africa y Europa), se suscitaban dos
procesos paralelos. El primero fue que los albinos del norte de
Europa (Escandinavia y Las Islas Británicas), se lanzaron a la conquista del
resto de Europa, de El Africa Septentrional, del noroeste de El Asia Occidental
(léase: Siberia y El Altai) y del norte de La India, exterminando o
esclavizando a las poblaciones amarillas locales, suscitándose en esos lugares
una suerte de albinización parcial, con la única excepción del noroeste
de La India (léase: Aria = Arián = Irán
= Afganístán), donde los conquistadores albinos del norte europeo
mantuvieron su absoluta pureza étnica, haciéndo que los antropólogos
postcontemporáneos los hayan bautizado con el nuevo nombre colectivo de los
arios, no obstante lo cual, en realidad, no existe diferencia alguna entre los albinos del norte
europeo y los arios del noroeste indostaní, motivo por el cual, los
términos antropológicos de albino o de ario, deben considerarse como sinónimos. Conste. [3]
Y
el segundo fue que, más o menos para el año mil antes del inicio
de la era cristiana (1.000 a.C.), los tártaros del noreste del Asia se lanzaron
a la conquista de la totalidad de Oceanía (léase: Insulindia, Australasia,
Micronesia, Melanesia y Polinesia), completamente poblada por la raza negra,
que ofreció tan feroz resistencia, que hizo imposible el exterminio masivo (léase:
el genocidio), optando los invasores tártaros, en absoluta minoría, someter a
esclavitud a la mayoría de los negros de Oceanía, generándose entonces una
descendencia mixta (amarilla y negra = marrón) que los antropólogos
contemporáneos llaman con el nombre colectivo de los malayos.
Posteriormente,
es decir, durante la primera mitad del primer milenio antes del incio de
nuestra era, concluyendo hacia el año 500 a.C., las conquistas arias y tártaras
provocaron otros dos fenómenos. El primero fue que, avanzando desde las
islas británicas, los arios locales (léase: los vikingos = los normandos), se
lanzaron a la conquista de las islas, de los piélagos, de los archipiélagos y
de la islas subcontientales de El Atlántico Norte (Feroe, Islandia, Groenlandia
Meridional, Terranova y Labrador), adentrándose osadamente en La Cuenca del Río
San Lorenzo, en Los Grandes Lagos, en La Cuenca del Río Tennesse, en La Cuenca
del Río Mississippi y en El Golfo de México, alcanzando La Península del
Yukatán, sometiendo a la población paleoamerindia a la esclavitud, generándose
la etnia mestiza de los mesoamerindios, que diera origen a La
Civilización Maya, que fue la primera digna de ser calificada como tal.
Y
el segundo fue que, paralelamente (1000 a.C. a 500 a.C.) los malayos de
Oceanía se lanzaron a la conquista de América, encontrándose con la imbatible
resistencia natural planteada por La Cordillera de los Andes. También ellos
sojuzgaron a los paleoamerindios locales, generando una etnia mestiza que los
antropólogos contemporáneos llaman con el nombre de los mesoamerindios, que
dieron origen a Las Civilizaciones Andinas de América del Sur (léase:
los chibchas del norte y los warkes del sur).
Sin
embargo, no existe comparación
posible entre La Civilización Maya y Las Civilizaciones Andinas, primero porque
si bien las dos son antropológicamente categorizadas erróneamente como mesoamerindias,
lo cierto es que mientras los mayas vienen de los arios de Europa, los
chibchas y los warkes vienen de los malayos de Oceanía, claro esta, y
segundo porque, los conocimientos matemáticos, agrícolas, arquitectónicos y
navales alcanzados por los mayas, no fueron ni soñados por los chibchas
o por los wearkes. Conste.
Finalmente,
procede destacar que, exactamente en el año de la era cristiana de 1271, que fue el año
de la conclusión de Las Cruzadas en El Cercano Oriente, los monjes guerreros
(léase: los templarios) del ex
reino latino de Jerusalén (léase: Al Otro Lado del Mar = Ultramar = Oltremere =
La Palestina Cristiana), partieron desde La Tierra Santa en diecisiete buques cargados de
oro (17) que, en base a mapas de procedencia
tártara-musulmana, les permitieron cruzar Las Columnas de Hércules (léase: El
Estrecho de Gibraltar) y El Océano Atlántico, dirigiéndose a dos destinos
diferentes (2).
El
primero fue hacia La Península del Yukatán, donde los mayas apoyaron a
los templarios exhiliados en su empresa de conquista de los territorios de los
vecinos e incultos tlastaltecas de La Meseta de Anahuac, chocando con los
indios cultos de muy al norte (léase: los chaco), que venian avanzando en zon
de conquista, justamente, en la dirección opuesta, siendo ese el origen del
mestizaje templario-tlastalteca, que originó, nada más ni nada menos, que La
Leyenda del Dorado y, también y sobre todo (supra tutto), La Civilización
Azteca.
Y
el segundo supuso navegar, desde el piélago africano de Cabo Verde, hacia
los ríos Amazonas y Marañón, hasta sus nacientes en La Cordillera de los Andes,
donde se unieron con los warkes para dar origen a la leyenda de Las Tierrras
del Rey Blanco y a La Civilización Incaica. [4]
Por
eso, los antropólogos modernos hacen referencia a la raza de los aztecas y a la
raza de los incas, diciendo que ellos fueron los deuteroamerindios, que
poblaban América doscientos años antes de la llagada de Cristobal Colón
que, evidentemente, no se movía a ciegas, sino que sabía muy bien a dónde
iba, cuando sus naves se internaron en el Atlántico, claro está. [5]
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de
la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
Véase en ese sentido El Cisne Negro (Editorial 203).
[4]
Para las expediciones templarias a America de finales del siglo trece de la era
cristiana, véase El Cisne Negro (Edición 83).
[5]
Ver El Cisne Negro (Editorial 95).
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