El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 21 de Mayo de 2.012.
El Nuevo Mundo III
Por Rubén Vicente
Ya
contamos en varias oportunidades que a principios del siglo quince, el mundo
entero (orbis) pertenecía a El Gran Imperio Tártaro (La Gran Tartaria), con
capital en la ciudad hoy uzbekistana de Samarkanda, gobernado por la dinastía
musulmana laicista (léase: alawita) de Los Khan (léase: Los Han).
Lás
únicas excepciones al poder planetario de ese mundo tártaro (de mundis
tartarensis) eran las cuatro perisféricas extra tártaras (4), que eran América, Oceanía, El Africa Subsahariana y La Europa
Cristiana, es decir, El Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran
Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = 800-1815 = La Primera Proto
Unión Europea), con capital en la ciudad austríaca de Viena, gobernado por la
dinastía de Los Hagsburg, que profesaban la religión oficial del catolicismo
apostólico romano.
Entonces,
la final de la copa del mundo era entre Tartaria y Alemania, entre los musulmanes
y los cristianos, entre la media luna y la cruz, entre el campeón del mundo y
el challenguer europeo, porque aunque las cruzadas habían concluído
oficialmente hacía casi doscientos años (200), con la derrota de los europeos, se ve
que los gran alemanes del sacro imperio (léase: los europeos) se habían quedado
con la sangre en el ojo y querían la revancha, obvio.
En
aquel entonces, Tartaria era un gran imperio dividido en pequeños imperios
(léase: los khanatos) que, de pequeños no tenían nada, porque por ejemplo, en
Lejano Orinte tenían el khanto de China que, mamita, era un pedazo de gigante
de aquellos, con capital política en la ciudad de Cambalic (léase: Pekín =
Beijín) y con capital económica en la ciudad comercial-portuaria de Shangai. Ups.
Y
en 1425, mientras en el pequeño
reino italiano de La Toscana, con capital en la ciudad de Florencia, Tommaso Massacio
pintaba su autoretrato, que sería la primera obra pictorica fundadora del
movimiento de El Renacimiento, al otro lado del mundo (léase: las antípodas), la
armada imperial tártara partía desde el puerto de Shangai con cien naves de
vela (100), artilladas con cañones
que usaban como fulminante de las bombas, justamente, la pólvora tártara
(léase: la polvora china), rumbo a lo profundo del océano Pacífico, es decir,
hacia el este (léase: Oceanía = Insulindia, Micronesia, Melanesia y
Polinesia), esto es, a los islotes, a las islas, a los piélagos y a los archipiélagos
habitados por los feroces malayos (léase: los maoríes = los hawaianos),
que organizaban asados (léase: las barbacoas) en los que después de drogarse
mal y de bailar como tarados, se comían a los chicos crudos, porque eran
antropófagos (léase: los all blacks = unga waka unga, ja ja já).
Y
resulta que los tártaros se fueron tan pero tan lejos que se perdieron en la
imensidad de La Oceanía de los all blacks, dipersándose las naves y llegando a
diferentes sitios completamente desconocidos, incluyendo un conjunto de islas
(léase: el piélago) que los maoríes locales llamaban con el nombre Rapa Nui (léase:
La Isla de Pascua). ¡Guau¡
Allí
los tártaros de la China se maravillaron de ver que esos malayos antropófagos
pata sucia no usaban taparrabos sino pantalones y camperas de piel de
chinchilla y de guanaco; que hablaban más o menos bien el latín del sacro
imperio y que predecían el destino usando las runas normandas de los templarios,
siendo capaces de tener organizada una
cultura que lucía ciertamente como civilizada, que controlaba a voluntad la
técnica de la acuería lítica (léase: la minería de la piedra volcánica) y que
habían construído unos monumentos con forma caras de facciones europeas
(léase: los moai), que ellos decían que eran los dioses, que vivieron
entre ellos, pero se volvieron al continente que estaba todavía más al oeste,
detrás del mar (léase: América del Sur = Sudamérica). ¡Santas Pascuas Batman!
Y
entonces, pasaron el verano en Rapa Nui dándole matraca a la sociables hawaianas
y se lanzaron otra vez al mar, alcanzando la costa un mes más tarde. Y les
salieron al encuentro unos guerreros de tejido epitelial rojiamarrillo (léase: la
piel cobriza = los piel naranja = los deúteroamerindios), muy bien avaviados
con coloridos ropajes hechos en lanas de oveja y de alpaca, regiamente bien
armados con arcos, flechas, armaduras y escudos comparables a los del ejército
tártaro de la China, que les hicieron los honores que corresponden según las
reglas universales de la hospitalidad con los viajeros y los escoltaron a la
villa civilizada, siendo recibidos en solemne audiencia por el jefe de esa
comunidad (el cacique), llamado Manco Curá.
En
esa entrevista, los jefes de la expedición tártara y los lenguaraces de Manco
Curá se comunicaron dificultosamente en latín templario, y así pudieron darse
cuenta de que esa villa de El Fin del Mundo (léase: Chile), formaba parte del
gran estado meridional (Coyasuyo), integrante de El Imperio Incaico
(Tiaguantinsuyo), con capital en la cuidad de El Centro del Mundo (El Cuzco),
gobernado por El Sol (Inti), pero a través de su lugar teniente en la tierra (el
papa = el emperador = el rey blanco), llamado Huiracocha II Capac, que era el
segundo de la nueva dinastía warke-templaria (léase: incaica) de Los Capac, que
dicen que no tenían ni testículos ni pene, porque los capacron, ja ja já.
En
semejante contexto, Huiracucha II le hizo entrega a los tártaros de la China de
un papiro que graficaba la totalidad de las tierras y de las aguas de nuestro
planeta (léase: el planisfério = el mapamundi), que es el que ilustra este
artículo, que viajaría a China, donde fue copiado y recopiado, llegando más rápido
que volando a toda La Tartaria Musulmana, incluyendo a La India, a Persia, a
Palestina y a Estambul (1470), de donde llegó a Roma y a la capital sacro
imperial (Viena), donde fue nuevamente reproducido por Enricus Martellus (1479), siendo el mismo la fuente de
información de Amerigus Vespuzzi (léase: Américo Vespucio) y de Martinus
Hylacomilus (léase: Martin Waldseemüller), que fueron los insignes
cartógrafos sacro imperiales que usaron los mapas tártaros como base para ilustrar
las hazanas navales de Cristoforus Colombus (léase: Cristobal Colón) después de
su muerte (1506). Conste.
Ya
desde la copia y distribución en gran cantidad de monasterios y de
universidades europeas de El Mapamundi de Enrico Martellus (1479-1491), empezó
a llamarse a La Tartaria Musulmana con el nuevo nombre de Las Indias,
existiendo en la nueva concepción cartográfica occidental Las Cuatro Indias,
que eran la sarracena, la tártara propiamente dicha, la gangética
y una cuarta, situada en el extremo Lejano Oriente, bautizada con el nombre La
Tierra Desconocida (léase: De Terra Ignotus = La Cuarta India = América).
Curiosamente,
en El Mapamundi de Enrico Matellus (1479)
aparece graficada América como unida con El Asia, es decir, no teniendo en
cuenta la existencia del estrecho de Bering, pero también, que en el extremo
sur de la gran península que el mapa aparece graficada más a la derecha,
aparece nítidamente La Isla Gran de la Tierra del Fuego, claro está.
Eso
quiere decir que para 1425, que fue el año de la expedición tártara de que
habla este artículo, los incas ya conocían bastante bien la geografía de América
del Sur (Sudamérica), por lo menos, hasta El Cabo de Hornos, y tal vez también
sabían, por alguna incipiente conexión ya establecida con los aztecas de América
Central, que los antropólogos modernos aún no han descubierto, que Sudamérica
se continuaba al norte con otras tierras que, en su extremo septentrional se unían
con El Asia Nororiental (léase: Yakutia). [3]
Y
para mi está claro que, si alguna conexión hubo entre los aztecas y los incas,
la misma sólo tuvo que haber sido posible gracias al uso de una lengua
comunicante (léase: la lengua común = la lengua franca), que debió haber sido el
latín templario, que ya habría tenido en el nuevo mundo una antigudad no
menor a cuatrocientos años para ese entonces (400).
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de
la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] Todo
el norte de La Tartaria Musulmana, desde El Estrecho de Bering hasta Los Montes
Urales, estaba políticamente dividida en los grandes khanatos de Yakutia
(oriental), El Altai (central) y Siberia (occidental). Conste.
No hay comentarios:
Publicar un comentario