lunes, 21 de mayo de 2012

258 Historia (América)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000258 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 21 de Mayo de 2.012.




El Nuevo Mundo III
Por Rubén Vicente 

Ya contamos en varias oportunidades que a principios del siglo quince, el mundo entero (orbis) pertenecía a El Gran Imperio Tártaro (La Gran Tartaria), con capital en la ciudad hoy uzbekistana de Samarkanda, gobernado por la dinastía musulmana laicista (léase: alawita) de Los Khan (léase: Los Han). 

Lás únicas excepciones al poder planetario de ese mundo tártaro (de mundis tartarensis) eran las cuatro perisféricas extra tártaras (4), que eran América, Oceanía, El Africa Subsahariana y La Europa Cristiana, es decir, El Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = 800-1815 = La Primera Proto Unión Europea), con capital en la ciudad austríaca de Viena, gobernado por la dinastía de Los Hagsburg, que profesaban la religión oficial del catolicismo apostólico romano. 

Entonces, la final de la copa del mundo era entre Tartaria y Alemania, entre los musulmanes y los cristianos, entre la media luna y la cruz, entre el campeón del mundo y el challenguer europeo, porque aunque las cruzadas habían concluído oficialmente hacía casi doscientos años  (200), con la derrota de los europeos, se ve que los gran alemanes del sacro imperio (léase: los europeos) se habían quedado con la sangre en el ojo y querían la revancha, obvio. 

En aquel entonces, Tartaria era un gran imperio dividido en pequeños imperios (léase: los khanatos) que, de pequeños no tenían nada, porque por ejemplo, en Lejano Orinte tenían el khanto de China que, mamita, era un pedazo de gigante de aquellos, con capital política en la ciudad de Cambalic (léase: Pekín = Beijín) y con capital económica en la ciudad comercial-portuaria de Shangai. Ups. 

Y en 1425, mientras en el pequeño reino italiano de La Toscana, con capital en la ciudad de Florencia, Tommaso Massacio pintaba su autoretrato, que sería la primera obra pictorica fundadora del movimiento de El Renacimiento, al otro lado del mundo (léase: las antípodas), la armada imperial tártara partía desde el puerto de Shangai con cien naves de vela (100), artilladas con cañones que usaban como fulminante de las bombas, justamente, la pólvora tártara (léase: la polvora china), rumbo a lo profundo del océano Pacífico, es decir, hacia el este (léase: Oceanía = Insulindia, Micronesia, Melanesia y Polinesia), esto es, a los islotes, a las islas, a los piélagos y a los archipiélagos habitados por los feroces malayos (léase: los maoríes = los hawaianos), que organizaban asados (léase: las barbacoas) en los que después de drogarse mal y de bailar como tarados, se comían a los chicos crudos, porque eran antropófagos (léase: los all blacks = unga waka unga, ja ja já).  

Y resulta que los tártaros se fueron tan pero tan lejos que se perdieron en la imensidad de La Oceanía de los all blacks, dipersándose las naves y llegando a diferentes sitios completamente desconocidos, incluyendo un conjunto de islas (léase: el piélago) que los maoríes locales llamaban con el nombre Rapa Nui (léase: La Isla de Pascua). ¡Guau¡ 

Allí los tártaros de la China se maravillaron de ver que esos malayos antropófagos pata sucia no usaban taparrabos sino pantalones y camperas de piel de chinchilla y de guanaco; que hablaban más o menos bien el latín del sacro imperio y que predecían el destino usando las runas normandas de los templarios, siendo  capaces de tener organizada una cultura que lucía ciertamente como civilizada, que controlaba a voluntad la técnica de la acuería lítica (léase: la minería de la piedra volcánica) y que habían construído unos monumentos con forma caras de facciones europeas (léase: los moai), que ellos decían que eran los dioses, que vivieron entre ellos, pero se volvieron al continente que estaba todavía más al oeste, detrás del mar (léase: América del Sur = Sudamérica). ¡Santas Pascuas Batman! 

Y entonces, pasaron el verano en Rapa Nui dándole matraca a la sociables hawaianas y se lanzaron otra vez al mar, alcanzando la costa un mes más tarde. Y les salieron al encuentro unos guerreros de tejido epitelial rojiamarrillo (léase: la piel cobriza = los piel naranja = los deúteroamerindios), muy bien avaviados con coloridos ropajes hechos en lanas de oveja y de alpaca, regiamente bien armados con arcos, flechas, armaduras y escudos comparables a los del ejército tártaro de la China, que les hicieron los honores que corresponden según las reglas universales de la hospitalidad con los viajeros y los escoltaron a la villa civilizada, siendo recibidos en solemne audiencia por el jefe de esa comunidad (el cacique), llamado Manco Curá. 

En esa entrevista, los jefes de la expedición tártara y los lenguaraces de Manco Curá se comunicaron dificultosamente en latín templario, y así pudieron darse cuenta de que esa villa de El Fin del Mundo (léase: Chile), formaba parte del gran estado meridional (Coyasuyo), integrante de El Imperio Incaico (Tiaguantinsuyo), con capital en la cuidad de El Centro del Mundo (El Cuzco), gobernado por El Sol (Inti), pero a través de su lugar teniente en la tierra (el papa = el emperador = el rey blanco), llamado Huiracocha II Capac, que era el segundo de la nueva dinastía warke-templaria (léase: incaica) de Los Capac, que dicen que no tenían ni testículos ni pene, porque los capacron, ja ja já. 

En semejante contexto, Huiracucha II le hizo entrega a los tártaros de la China de un papiro que graficaba la totalidad de las tierras y de las aguas de nuestro planeta (léase: el planisfério = el mapamundi), que es el que ilustra este artículo, que viajaría a China, donde fue copiado y recopiado, llegando más rápido que volando a toda La Tartaria Musulmana, incluyendo a La India, a Persia, a Palestina y a Estambul (1470), de donde llegó a Roma y a la capital sacro imperial (Viena), donde fue nuevamente reproducido por Enricus Martellus (1479), siendo el mismo la fuente de información de Amerigus Vespuzzi (léase: Américo Vespucio) y de Martinus Hylacomilus (léase: Martin Waldseemüller), que fueron los insignes cartógrafos sacro imperiales que usaron los mapas tártaros como base para ilustrar las hazanas navales de Cristoforus Colombus (léase: Cristobal Colón) después de su muerte (1506). Conste. 

Ya desde la copia y distribución en gran cantidad de monasterios y de universidades europeas de El Mapamundi de Enrico Martellus (1479-1491), empezó a llamarse a La Tartaria Musulmana con el nuevo nombre de Las Indias, existiendo en la nueva concepción cartográfica occidental Las Cuatro Indias, que eran la sarracena, la tártara propiamente dicha, la gangética y una cuarta, situada en el extremo Lejano Oriente, bautizada con el nombre La Tierra Desconocida (léase: De Terra Ignotus = La Cuarta India = América). 

Curiosamente, en El Mapamundi de Enrico Matellus (1479) aparece graficada América como unida con El Asia, es decir, no teniendo en cuenta la existencia del estrecho de Bering, pero también, que en el extremo sur de la gran península que el mapa aparece graficada más a la derecha, aparece nítidamente La Isla Gran de la Tierra del Fuego, claro está. 

Eso quiere decir que para 1425, que fue el año de la expedición tártara de que habla este artículo, los incas ya conocían bastante bien la geografía de América del Sur (Sudamérica), por lo menos, hasta El Cabo de Hornos, y tal vez también sabían, por alguna incipiente conexión ya establecida con los aztecas de América Central, que los antropólogos modernos aún no han descubierto, que Sudamérica se continuaba al norte con otras tierras que, en su extremo septentrional se unían con El Asia Nororiental (léase: Yakutia). [3] 

Y para mi está claro que, si alguna conexión hubo entre los aztecas y los incas, la misma sólo tuvo que haber sido posible gracias al uso de una lengua comunicante (léase: la lengua común = la lengua franca), que debió haber sido el latín templario, que ya habría tenido en el nuevo mundo una antigudad no menor a cuatrocientos años para ese entonces (400). 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Todo el norte de La Tartaria Musulmana, desde El Estrecho de Bering hasta Los Montes Urales, estaba políticamente dividida en los grandes khanatos de Yakutia (oriental), El Altai (central) y Siberia (occidental). Conste.

No hay comentarios:

Publicar un comentario