miércoles, 9 de mayo de 2012

246 Historia (Gran Bretaña)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000246 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 9 Mayo de 2.012.




La Gloriosa Revolución VII
Por Rubén Vicente

En 1625, su alteza, el duque de Edimburgo, Tte. Gral. RW ® Dr. sir Charles Stuart (a) El Cripto Papista, fue coronado monarca del reino francés de Escocia y del gran reino de Inglaterra, comenzando a gobernar bajo el nombre nobiliario de Carlos I, siendo reincorporado al cuerpo escocés (the scotih royal army) del ejército sacro imperial (das reich wehrmatch), al sólo efecto de ser ascendido al grado de mariscal de campo, operándose su pase a retiro. [3] 

Por la vía materna (Los Oldenburg), Carlos I era descendiendiente directo por consanguineidad de la dinastía ex templaria normanda sacro imperial de Los Plantagenet, lo cual era vivido como una amenaza sin cuento a los intereses vitales de los nobles anglosajones-hospitalarios y de sus aliados políticos plebeyos. Conste 

Inmediatamente después, Carlos I fue nombrado prior general planetario (el gran nasi = el gran nazi) de los hospitalarios y pontífice máximo de las iglesias nacionales británicas (la presbiteriana y la anglicana). 

Tres años más tarde (1628), envió a la cámara de los lores un proyecto de ley que fue aprobado con el nombre de El Acta de Derechos (The Bill of Rights), en cuya virtud, los derechos, las libertades, las prerrogativas y las garantías estatutarias de que hasta entonces sólo gozaban los miembros de la nobleza, fueron extendidos a todos los súbditos británicos (escoceses e ingleses), pero no a los plebeyos de las colonias norteamericanas que, jurídicamente hablando, quedaron siendo algo así como los súbditos de segunda (léase: los kelpers). Right? 

Desde entonces, se formaron dos grandes clubes políticos plebeyos (léase: los dos grandes partidos políticos informales británicos), que aún hoy día son el de los partidarios de la monarquía nacional teocrática absoluta (el despotismo) en la que, paradógicamente, el monarca reina pero no gobierna (los conservadores = los tories) y el de los partidarios de un despotismo que gobernara para el pueblo pero sin el pueblo (el despotismo ilustrado = los liberales = the whigs). 

Asimismo, fue instaurada una cámara de los magnates plebeyos (los de las comunas = los comuneros = los comunes = la cámara de los comunes), integrada por diputados de los tories y de los whigs elegidos libremente por los restantes súbditos de Escocia y de Inglaterra, conformando un auténtico parlamento británico bicameral, donde la cámara de los lores comenzó a jugar el papel de la corte suprema de justicia de ambos reinos y donde la cámara de los comunes comenzó a cumplir la función de poder legislativo delegado por su magestad, estableciendo el control político sobre el poder ejecutivo, es decir, sobre el gobierno de su majestad. 

Otra gran innovación institucional que trajo aparejado The Bill of Rights fue la consagración del principio tributario de que no sería válido ningún impuesto, tasa, contribución, multa, canon o gabela aduanera sin el consentimiento expreso de la cámara de los comunes a través de la aprobación del proyecto de ley respectivo (léase: no tax without representation), aplicable exclusivamente a los reinos británicos (Inglaterra y Escocia), pero no a las colonias inglesas de América del Norte. 

Además, la presidencia delegada del directorio de La Compañía Inglesa quedaría directamente conectada con la corona, a través de un nuevo organismo, que recibió el nombre de El Consejo del Comercio y de las Plantaciones (The Board of Commerce and Plantations) conformado, exclusivamenente, por miembros del consejo privado de su majestad, integrantes de la cámara de los lores, pero de la más entera confianza del monarca (léase: los gomías del quía). 

De esa manera, las colonias inglesas de América del Norte dejaron de estar bajo el control del parlamento y del gobierno, para depender exclusiva y directamente de la corona, a través del Board y de La Compañía Inglesa. 

En el plano internacional, durante el reinado de Carlos I concluyó la primera guerra mundial, es decir, La Guerra de los Treinta Años (1618-1648), luego de la cual, El Imperio Francés (Le Grand Francé) quedó posicionado como la nueva primera potencia mundial, desplazando a España a un dignísimo segundo plano, quedando tercera en el orden mundial Portugal seguida, en orden decreciente, por Inglaterra, por Rusia, por Austria, por Alemania, por Escandinavia y por Holanda. Conste. 

En ese contexto, las grandes potencias sacro imperiales influyeron para que España reconozca la soberanía de Inglaterra sobre las colonias inglesas de la costa este de América del Norte, convirtiendo a Inglaterra en un gran reino bicontiental, que era tanto europeo como norteamericano, y cuyo epicentro neurálgico quedó situado justo en el centro de El Atlántico Norte. [4] 

Pero el gran problema político interno del reinado de Carlos I fueron los anglicanos extremistas anti calvinistas (léase: los puros = los puritanos = los cabezas redondas = the roundheads = los almas de acero = the ironsides), que no querían saber nada con los intentos secretos del monarca británico de reincorporar a Inglaterra y a Escocia al sacro imperio y a la iglesia católica apostólica romana; quienes optaron por fundar las nuevas colonias inglesas puritanas norteamericanas (léase: cuáqueras) de Dellawere y de New Jersey, mientras el monarca motorizaba el proyecto de instaurar las nuevas colonias de la commonwealth británica de Nueva York, de Carolina y de Maryland, esta última especialmente pensada para ser habitadas por ingleses y por escoceses creyentes que fueran creyente de la religión verdadera (el catolicismo apostólico romano), con capital en la villa de Baltimore. 

Y sucedió lo que inevitablemente tenía que suceder algún día, cuando la cámara de los comunes votó a favor de someter a su magestad, nada más ni nada menos, que a el juicio político, bajo el cargo de alta traición a las dos naciones británicas protestantes sobre las que reinaba (Inglaterra y Escocia). 

Carlos I los miró de reojo y les hizo saber que eso que llamaban con el nombre de el juicio político, es aplicable a todos los que están debajo de la ley (under the low), pero no a él, que estaba sobre la ley (up de low), y además, les dijo que el cargo criminal de alta traición que se le prentendía imputar a él era inaplicable, por la sencilla razón de que no podía ser que él fuera, a la vez, sujeto activo y sujeto pasivo del mismo delito, porque eso era un contrasentido lógico, obvio. 

Y ahí no más, Carlos I ordenó la clausura por tiempo intermindado del parlamento, pasándose por el centro de tuje La Declaración de Derechos de 1628 y pretendiendo gobernar la commonwealth británica (Inglaterra y Escocia) como si él fuera un jefe de estado de facto, o algo por el estilo, iniciándose entonces la etapa de su reinado luego conocida bajo los nombres alternativos de La Dictadura Carlotina o bien, de La Tiranía Carolina, lo mismo da, obvio. 

Y nada. Los anglicanos extremistas anticalvinistas (los puritanos = los cabezas redondas = the roundheads = los alma de acero = the ironsides) pusieron todo el oro que tenían acobachado y financiaron un ejército privado que se convirtió en la milicia del parlamento disuelto (léase: the covennant), enfrentada contra el ejército angloescocés (the british army), estallando no una sino dos guerras civiles (2), que duraron en total unos once años (1638-1649), siendo derrotadas las fuerzas pro monárquicas. 

Fue entonces, cuando el parlamento se autoconvocó ilegítimamente y se posicionó como el verdadero poder gobernante de La Commonwealth anglo-escocesa, sometiendo al monarca a juicio político y condenándolo a muerte por el crimen de alta traición, justamente, contra el parlamento. ¿Cómo? ¡Ah no! 

Y se cumplió su destino de matar o morir, y Carlos I murió en forma infamante en la horca (léase: la pena de muerte angligana). Sin embargo, paradógicamente, él sería el primer británico de la historia universal en ser elevado a los altares anglicanos y presbiterianos, bajo el nombre eclesiástico de San Carlos Estuardo de Edimburgo, y nada más, claro está. [5] 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos. 


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] Charles Stuart nació en la capital escocesa (Edimburgo) el miércoles diecinueve de noviembre del año 1600, con el sol en la constelación del escorpión (escorpio) y la luna en la casa de la rata (léase: aries). Consecuentemente, desde el punto de vista astrológico, estaba diseñado para tener una vida signada por la doble guerra a vida o muerte, es decir, a matar o morir. Conste.

[4] Ese fue el embrión de la OTAN. Right?

[5] Me digan lo que me digan, a mi no me saca nadie de la cabeza que, en absoluto secreto mortal (la omertá) debe haber muchísima gente que hoy venera a San Carlos Estuardo de Edimburgo como el verdadero santo patrono martir de Gran Bretaña.

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