domingo, 6 de mayo de 2012

243 Historia (Gran Bretaña)


Año I – Primera Edición – Editorial: 00000243 [1]



El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 6 de Mayo de 2.012.





La Gloriosa Revolución IV
Por Rubén Vicente 

Muerto Eduardo VI sin dejar descendencia masculina, la ley de sucesión del trono decía que la corona debía ser ceñida por la hija legítima católica de Enique VIII (María Trastamara Tudor), pero nada, porque la cámara de los lores (léase: el parlamento de la nobleza), en connivencia con el gobierno, tomaron la decisión políticamente ilegítima (léase: patearon el tablero) de coronar a lady Johanna Brandon Grey, que se murió a los nueve días de comenzar a reinar (9), dejando la corona acéfala por segunda vez en menos de dos semanas. [3] 

Era una crisis política sin precedentes en la muy joven historia de la Inglaterra independiente de Los Tudor. Entonces, nos les quedó otra chanche que cumplir la ley de sucesión, aprobando la coronación de María Trastamara Tudor, previa conversión al anglicanismo y con cargo a volver a casarse y a tener descendencia masculina, comenzando a gobernar bajo el nombre nobiliario de María I. [4] 

Inmediatamente después de su coronación, María I declaró públicamente la abjuración de su flamante anglicanismo y su impávida reconversión al catolicismo apostólico romano, nombrando a su eminencia reverendísima, el señor arzobispo anglicano de Canterbury como nuevo pontífice máximo de la iglesia inglesa (el papa anglicano), declarando como la nueva religión oficial de Inglaterra, la del catolicismo apostólico romano tradicional. Ups. 

Como si eso fuera poco, María I maniobró magistralmente para concertar su segundo matrimonio católico apostólico romano con su alteza sacro imperial, Dn. Felipe Hagsburg (a) El Hijo de Carlos V, siendo que ella ya era una mujer adulta de treinta y ocho años de edad, mientras el muchacho era un joven de sólo veintisiete años (léase: le decían la roba cunas, ja ja já). ¿Qué tull Maruca, eh?

Sobre esa base, María I proclamo la reincorporación del reino de Inglaterra al Sacro Imperio Romano de la Nación Alemana (La Gran Alemania = Das Reich = El Imperio de los Mil Años = 800-1815 = La Europa Cristiana = La Primera Proto Unión Europea), pero logrando que su suegro (Carlos V) le concediera a Inglaterra el rango geopolítico de gran reino, compuesto por los ex principados y ahora nuevos reinos ingleses de Anglia, de Gales y de Irlanda, igualando a los grandes reinos de Europa Continental (Rusia, Escandinavia, Alemania,  Austria, Italia, Francia, España y Portugal). ¡Guau! 

No contenta con ello, María Tudor maniobró muy habilmente para celebrar un tratado de paz, amistad, navegación, comercio y alianza (defensiva y ofensiva) de Inglaterra con España, pero hasta ahí llegó el amor, porque resulta que Felipe dijo públicamente que su parte del pacto estaba cumplida, y ahí no más, empezó a meterle los cuernos con cuanta jovencita de la nobleza española le abriera las castísimas piernitas católicas. 

Mientras tanto, María languidecía en Londres, teniéndose que ocupar de aplastar rebeliones políticas protestantes, que consideraban que su política de estado convertía a Inglaterra, de hecho (in fact), en un gran reino del Imperio Español (La Gran Iberia), que era el estado lider del sacro imperio, sin ningún beneficio evidente, pues quedó muy claro que Carlos V no quería saber nada con los ingleses, para ayudar a los españoles con la redención de Oceanía, de Asia, de Africa y de América, y no se hable ni una palabra más del asunto (léase: in re contra futui = la recontra jodieron).  

Pero no importaba, porque a ella su marido la tenía loca de amor, convenciéndola de lanzarse a la guerra contra Francia, que le significó a Inglaterra no sólo su segunda derrota militar y la bancarrota nacional, sino también,  la pérdida de su último dominio en el continente europeo (Calais – 1558). 

A los pocos meses, sin pena ni gloria, sobrevino el fallecimiento de María I Trastamara Tudor (a) La Reina (a) The Queen, a los cuarenta y dos años de edad que, evidentemente, murió de tristeza y de amor por un marido que jamás la amó, pero que fue nombrado regente testamentario de Inglaterra, mientras su padre (Carlos V) abdicaba los tronos español y sacro imperial a su favor; quedando enfrentado a la ley de sucesión inglesa, que establecía que, en caso de no dejar descendencia masculina la soberana muerta, la corona debía ser ceñida por su hermanastra anglicana, lady Elisabeth Bolena Tudor (a) La Colo. 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.

[3] La hermana menor de Enrique VIII era su alteza, la duquesa de Suffolk, lady Mary Tudor. Ella fue la mentora del matrimonio anglicano de su hija (Francis Tudor Brandon), con su alteza, el marqués de Dorset, Alte. ERN ® Dr. sir Henry Grey. Ellos se convirtieron en los felices padres de una niña anglicana (la primogénita), que fue bautizada bajo el nombre de Johanna Brandon Grey, que era la sobrina nieta de Enrique VIII. Conste.

[4] Enrique VIII Tudor contrajo matrimonio católico apostólico romano a la infanta aragonesa, missia Catalina Trastamara, convirtiéndose ambos en los felices padres de una niña inglesa (la primogénita), que fue bautizada en la religión verdadera (el catolicismo), bajo el nombre de María Trastamara Tudor, nacida el dieciocho de febrero de 1516, con el sol en la constelación del aguador (acuario) y la luna en la casa de la rata (léase: aries). Consecuentemente, desde el punto de vista astrólogico, María Trastamara Tudor nació para tener una vida signada por una mente abierta y astuta, pero afectivamente solitaria (léase: onanista, ja ja já). Conste.

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