El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 24 de Mayo de 2.012.
El Santo Grial II
Por Rubén Vicente
En
1589, su alteza, el duque de Borbón,
Tte. Gral. RW ® Dr. Enrique Valois (36) era el lider militar de La Liga
Protestante, en el marco de Las Guerras de Religión en Francia.
La
historia cuenta que mantuvo una entrevista ultra secreta con un enviado especial
(el nuncio) del prior galo de la orden de los dominicos, que le reveló
el secreto mortal de que El Caliz de la Última Cena (léase: el santo grial)
estaba escondido en una cueva situada en las adyacencias rurales de la villa
languedotina sudoccidental de Rennes le Chateaux, que estaba justo debajo de
las ruinas de El Castillo del Monte Blanco (Le Chateaux du Mont Blanc), también
conocido como La Torre de Santa María Madgalena.
El
nuncio le explicó a Enrique que la única manera de ganar la guerra era que él acepte
bautizarse en la religión verdadera (el catolicismo apostólico romano) y,
también, que el santo grial fuera sacado momentáneamente de Francia y llevado a
un lugar libre de la codicia de los protestantes franceses (léase: les
higueneaux = los hugonotes).
Enrique
creyó en las palabras del nuncio de los dominicos y fue así como dice la
historia que ganó la guerra y fue coronado monarca católico del gran reino de
Francia, tomando el nombre nobiliario de Enrique IV, siendo el primero de la
mueva dinastía de Los Borbón. [3]
Y
acá comienza la leyenda vrillista, que dice que el santo grial fue entregado
por los dominicos a La Hermandad del Priorato de Sión, que era la sucesora
en la clandestinidad de la disuelta orden de los monjes guerreros de la
cristiandad europea sacro imperial contra el islam tártaro mundial (léase: los
templarios), en cuya nómina figuraban no pocos frailes de la orden de Santo Domingo
de Guzmán.
Y
continúa diciendo la leyenda que el caliz de la última cena fue transportado
por un grupo selectos de frailes dominicos franceses, pertenecientes al
priorato sionita, hasta el puerto meridional de Marsella, siendo embarcado en
absoluto secreto mortal (la omertá) en un buque de bandera española que cruzó
Las Columnas de Hércules (léase: El Estrecho de Gibraltar) y que navegó por el
océano Altlantico hasta alcanzar, primero, el estuario de El Río de la Plata, y
luego, remontar el curso de El Río Paraná, hasta alcanzar el territorio del
país natural de los indios guaraníes que, en ese entonces, formaba parte de la
jurisdicción del principado indiano neo castellano de El Guairá, con capital en
la gran villa de Nuestra Señora de la Asunción.
Luego
de reponerse del largo viaje, los monjes dominicos se quitaron los hábitos y
vistieron ropas de la gente del país (léase: los paisanos), montando en burros
para salir de Asunción y dirigirse a Las Cataratas del Iguazú, pertenecientes
al marquesado eclesiástico de Las Misiones, gobernadas por los nuevos monjes
guerreros del siglo dieciseis, integrantes de la orden de San Ignacio de Loyola
(léase: los jesuitas), que eran los archienemigos mortales de los
dominicos, como se vería claramente al estallar posteriormente La Cuestión de
los Ritos Chinos. [4]
La
verdad es que para entonces (1590), ya existían un par de misiones jesuíticas en
El Guairá (léase: las reducciones de indios), pero el resto del principado era
una selva gigantezca que todo lo devoraba a su paso.
Tierra
hostil y enemiga. Mejor lugar para esconder el santo grial imposible. Y quedó
enterrado, sin que absolutamente nadie lo sepa, en una parte de la selva
cercana a la vera occidental del actual río Uruguay. Y los frailes dominicos
regresaron a Asunción, luego a Buenos Aires y de ahí a San Salvador de Bahía,
Recife, La Habana, San Lucar de Barrameda y otra vez Marsella y París. Y nunca
más se habló del asunto en absolutamente ningún lado.
Ciento
setenta y un años después (1761), en El Palacio de Versalles, su magestad, el
monarca de El Gran Imperio Francés (Le Plus Grand France), Gn. Mcl. RW ® Dr.
Luis XV Borbón (a) Le Roi (a) El Sacro Emperador (51), que estaba lidiando
contra Gran Bretaña en el marco de La Guerra de los Siete Años (léase: la
cuarta guerra mundial), festejó con toda pompa y circunstancia, el quintuagésimo
segundo aniversario de su propio natalicio. [5]
En
ese contexto de gran gala real, Luis XV hizo parar a su lado a dos personajes
que harían historia en sus respectivos países (2), que eran dos de sus venerables hermanos en La Hermandad del
Gran Oriente de Francia y del Mundo Latino (léase: romano; léase: católico)
que, en ese momento, era la hermana mayor de la francmasonería universal (la
venerable hermandad roja = la masonería colorada = la masonería escocesa = la masonería francesa =
la masonería católica = la masonería papista = la masonería sagrada = la
masonería divina), que bregaba por el éxito de El Plan Divino de
Salvación.
El
primero era su alteza, el duque de Ajaccio, Tte. Gral. RW ® Dr. Carlo Bonaparte
(41) y el segundo era el secretario privado de su excelencia, el señor secretario
privado del consulado general de España en Francia, Myr. RW ® Dr. Juan de San
Martín y Gomez (31); a quienes su majestad (Luis XV) les dijo enimáticamente
que: “Hermanos, mi hora se acerca
lentamente, pero la de vuestros hijos llegará muy rápidamente, en beneficio de
la libertad.” (sic)
Sin
comprender lo se le estaba diciendo, el Myr. San Martín partió al mes siguiente
a Madrid, entrevistándose con su también venerable hermano francmasón, es
decir, con su alteza, el duque de Stia y, a la vez, ministro de asuntos
exteriores del gobierno del gran reino de España, metrópolis de El Imperio
Español (La Gran Iberia), Tte. Cnel. Gral. RW ® Dr. Bernardo Tanucci (a) El
Siciliano (63).
En
ese contexto, El Duque de Stia le reveló al Myr. San Martín el secreto mortal
(la omertá) de que la francmasonería universal tenía la información fidedigna
de que el caliz de la última cena (léase: el santo grial) se hallaba oculto en
algún lugar del principado español indiano neo castellano de El Guairá,
encargándole a delicadísima misión esotérica de hallarlo, para que España
volvera a ser, una vez más, la primera potencia mundial, y nada más, claro
está.
Bajo
esa compresión, ya podemos comprender en su sentido más profundo la razón de
por qué el Myr. San Martín terminaría metido en el medio del culis mundis de El
Guará, y por qué siendo un plebeyo fue nombrado insólitamente como teniente de
gobernador del departamento luego paraguayo de Yapeyú.
Yo
no sé si el Myr. San Martín habrá cumplido el cometido para el que fue
destinado por la francmasonería universal, pero lo cierto es que Luis XV tenía
toda la razón cuando le dijo que la hora de su hijo llegaría muy rapidamente en
beneficio de la libertad que es, sin duda ninguna, el santo grial
de La América Latina de la que fue uno de sus dos máximos padres, y nada más,
claro está.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de
la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente
garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art.
19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código
Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3] La
condición para la paz entre la nobleza católica y la protestante, que puso fin
a las guerras de religión en Francia; que permitió la conversión y la coronación
de Enrique IV, fue la concesión de doscientas plazas militares políticamente
autónomas (no independientes) de la corona, a favor de los nobles protestantes
(200); que también creían en La
Leyenda del Santo Grial y pensaban que El Caliz de la Última Cena se hallaba
oculto en alguna de todas esas plazas fuertes. Conste.
[4]
Véase El Cisne Negro (Editorial 59).
[5] La
primera guerra mundial fue La Guerra de los Treinta Años (1618-1648). La
segunda guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Española (1702-1715). La
tercera guerra mundial fue La Guerra de Sucesión Austríaca (1742-1748). La
cuarta guerra mundial fue La Guerra de los Siete Años (1753-1756). Y la quinta
guerra mundial fueron Las Guerras Napoleónicas (1799-1814). Todas fueron
guerras mundiales porque se libraron escaramuzas, combates y batallas en los
cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América) y en los tres
océanos (Atlántico, Indico y Pacífico). La Gran Guerra Mundial (1914-1918) y La
Segunda Gran Guerra Mundial (1939-1945) fueron grandes guerras mundiales porque, técnicamente hablando, a
diferencia de las anteriores, en ellas dos se emplearon armas de destrucción
masiva (ADM´s). Conste.
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