domingo, 23 de junio de 2013

617 Geopolítica (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000617 [1]

 
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Domingo 23 de Junio de 2.013.





La Tercera Década Infame I [3]
Por Rubén Vicente 

Quien sepa un poco de historia americana, sabrá que además de los EEUU, las principales naciones del nuevo mundo (léase: el hemisferio occidental), de norte a sur, son México, Venezuela, Brasil y La Argentina. 

Y quien sepa un poco de geografía, sabrá que La Argentina tiene un territorio de dos coma siete millones de kilómetros cuadrados, de los cuales, descontándoles los correspondientes al mar argentino y al sector antártico argentino, le deja un territorio continental de un millón setecientos mil kilómetros cuadrados, que es equivalente a toda Europa Occidental.  

Geológicamente, La Argentina está conformada por cuatro grandes regiones, que son el interior, el litoral, la patagonia y la cuenca río platense. Y administrativamente, La Argentina se divide en veinticuatro jurisdicciones, veintitres de las cuales veintitrés, están políticamente organizadas como provincias, dotadas de entes gubernamentales con atribuciones propias de la autarcía, de la autarquía, de la autonomía y de la emancipación, es decir, de todos los poderes públicos, menos el de la soberanía interior y el de la independencia exterior, que corresponden al gobierno nacional, y la vigésimo cuarta jurisdicción, es la de la ciudad autónoma de Buenos Aires, que es la capital federal de la nación. 

En ese contexto, los seis distritos electoralmente más importantes (6), son la capital federal y las provincias de Buenos Aires, de Santa Fe, de Córdoba, de Tucumán y de Mendoza. 

Y faltaría decir que La Argentina está regida por la constitución nacional, que consagra un sistema representativo, republicano, federal, presidencialista, laicista y capitalista. 

A cualquier europeo que haya leído los párrafos precedentes, no le resultará dificil entender de qué estamos hablando, cuando nos referimos a La Argentina, cuya historia más que doblemente centenaria (1806-2013), demuestra que por algo llegó a ser, a principios del siglo veinte, nada más ni nada menos, que la primera potencia de América Latina, y la séptima potencia mundial, puestos del ranking de las naciones que hoy ostentan El Brasil y El Canadá, respectivamente. 

Y tampoco le resultará complicado comprender, si alguien le dice que la provincia de Buenos Aires es domésticamente conocida como el primer estado argentino, cuyo territorio tiene una extensión geográfica comparable a la de toda España, y donde se concentra bastante más de un tercio de la población total de La Argentina (33%). 

Así concebida, la provincia de Buenos Aires, que basa su economía en la producción, en la infraestructura, en la industria, en el comercio y en la técnología, es la mayor creadora de puestos de trabajo de toda la nación, y que al estar administrativamente dividida en ciento treinta y cinco departamentos municipales (léase: los partidos bonarenses), posee una organización política ciertamente compleja, donde gobernar un municipio no es moco de pavo, ni mucho menos. 

Y más a partir de La Crisis del 2002, cobraron una inusitada fuerza política los veinticinco municipios colindantes con la capital federal, que en su conjunto, conforman el conurbano bonaerese, o si se prefiere, El Gran Buenos Aires, que junto con la ciudad de Buenos Aires, con la ciudad de La Plata y con los partidos de El Gran La Plata, forman la región ríoplatense, que es la región metropolitana de la nación. 

A ese conurbano se lo categoríza como el primer cordón electoral de la provincia, y el mismo está mentalmente dividido en una zona norte, en una zona oeste y en una zona sur, que justamente, rodean a la capital federal, que al este, tiene El Río de la Plata, claro está. 

Por eso, cualquier argentino sabe de memoria que primero está la capital de la nación, luego el conurbano bonaerese, después el resto del primer estado argentino, posteriormente las provincias de Santa Fe, de Córdoba, de Mendoza y de Tucumán, y finalmente, el resto de las provincias del litoral, del interior y de la patagonia. 

Y en ese contexto, la teoría dice que el curso de honor de la política (léase: de cursus honorum), comienza con el cargo de consejal municipal, que sigue con el de diputado a la legislatura provincial, para luego ser intendente municipal, senador provincial o ministro del gobierno provincial, para posteriormente proyectarse, a los cargos suscesivos de diputado  nacional, de gobernador provincial, de senador nacional, de ministro del gobierno nacional, de primer ministro del gobierno de la república, de vicepresidente de la república y de presidente de la nación. 

Esa es la sabia teoría, válida desde los antiquísimos tiempos de la república romana, tanto en Europa como en America y, obviamente, en La Argentina, claro está. 

Y paro acá, y ya hechas todas las aclaraciones previas, que tengo que hacer para mis tres lectoras transatlánticas, te la dejo picando hasta mañana, que la cosa se va a empezar a poner chiche bombón. ¿Dale? 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 
[3] La década infame es el nombre con que la historia argentina recuerda el período que se inició en 1930 y concluyó 1943, en el cual, además de sobrevenir el primer golpe de estado, que instauró un gobierno de facto de carácter militar, reinstauró la vieja práctica política decimonónica de el freude electoral pro conservador, en beneficio de la oligarquía económica terrateniente y ganadera de la provincia de Buenos Aires. Y los no peronistas, llamaron con el nombre de la segunda década infame, a los diez años de gobierno de Carlos Menem (1989-1999), que es el tipo de la foto que ilustra este artículo, porque a pesar de haber gobernado con más que pleno ajuste a la democracia constitucional, sus gobiernos eran sindicados como los reinos de la corrupción. Conste.

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