sábado, 15 de junio de 2013

609 Historia (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000609 [1]

 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 15 de Junio de 2.013.





No Hay Nada Nuevo Bajo El Sol II
Por Rubén Vicente 

Si vos eras un romano, tu vida era sencillísima. O trabajabas la tierra o hacías la guerra. Pero las guerras civiles romanas, del siglo primero antes de nuestra era, lo cambiaron todo de una vez y para siempre, porque se vino la reforma agraria.

La república ya abarcaba los proconsulados de Italia, de Hispania, de Cartago (léase: Ifryquia = Africa = Magreb), de  Grecia, de Anatolia (léase: Asia) y de Siria. Cuando el senado dijo que el sistema latino de la tierra se extendía a todos lados, se armó el quilombo, y el ejército se puso contra el senado. 

Y si, porque los senadores patricios se querían quedar con todo, en el sagrado nombre de los dioses latinos, pero el ejército era el que había tenido que poner las pelotas, para conquistar unas tierras donde los espíritus eran gobernados por otros dioses, que no eran latinos, obvio. 

Y los milicos dijeron que si la guerra era para conquistar tierras ajenas, nosotros también queremos tierras para nosotros, para nuestras mujeres, para nuestros hijos, para nuestra posteridad, y para todos y todas. 

Te la hago corta. Fueron ochenta años de sangre, sudor y lágrimas (80), hasta que el senado aflojó, y puso en vigencia la lex poetalia papiria, es decir, la reforma agraria romana. ¿A ver? 

Desde entonces, las únicas estancias que existieron fueron las de El Lacio (léase: los latifundios), pero el resto de los proconsulados romanos, se convirtieron en un gigantezco números de chacras y hasta de granjas, cada una con un milico administrador, donde la capataza era la mujer, y los labradores eran los hijos, comenzando la agricultura familiar que le dicen. 

Eso si, si había que salir a conquistar otras tierras no romanas, tenía que ir el milico, y la familia quedaba a cargo del campito, debiéndole pasar una parte de la producción a los dioses latinos de Roma, por más que vivieran muy lejos de la capital de la república del Tiber, o si no, podían pagarle el tributo a los dioses latinos en oro, y listo. 

Por eso, la reforma agraria romana implicó el surgimiento de la pequeña propiedad rural (el minifundio), de las monedas de oro, y del comercio de materias primas de exportación, desde los proconsulados hacia la ciudad de Roma y viceversa, apareciendo las aduanas imperiales, que regulaban todo el movimiento de las mercancías y del oro, al mejor estilo Guillermo Moreno, ja ja já. 

La guita era para los sacerdotes de los dioses romanos, que eran los senadores patricios del senado, que financiaban la construcción de los templos, de las fortalezas, de los cementerios, de los baños públicos, de los circos y de sus residencias particulares (los palacios); y las materias primas eran para usarlas como insumos de las artesanías urbanas de la alimentación, de la indumentaria, de la construcción, y de los medicamentos. Por eso, la reforma agraria romana significó riqueza, trabajo y bienestar, para todos y todas. 

Y por eso, al final de las guerras civiles romanas, apareció un tipo que dijo vamos por todo, y salió a conquistar las tierras no romanas de Las Galias, de Germania y de Egipto; y cuando concluyó la faena, lo mataron, pero el sobrino lo vengó, haciendo que lo nombren pontífice máximo del nuevo dios plebeyo de toda La Cuenca del Mediterráneo (Júpiter), pero también, primer monarca de El Imperio Romano (léase: La Magna Roma), bajo el nombre de Augusto I César, y con el tratamiento espiritual de su santidad. ¿Esa la tenías? 

Y los sucesores en el trono del imperio romano conquistaron las tierras de Arabia, de Mesopotamia, de Persia, de La India, de China, de Yakutia, de Altai, de Siberia y de Mosca (léase: Moscovia), es decir, casi todo el mundo entero (orbis), extendiendo la reforma agraria romana a todos y a todas, en todas partes. 

Pero claro, le duró muy poco, porque en la segunda mitad del siglo segundo de nuestra era, apareció un tal Bellomario, que era un tipo del proconsulado de Siberia, que le junto la cabeza a todos los no romanos, y armó un bruto ejército bárbaro, con el que conquistó China, India, Yakutia, Altai, Siberia y Mosca, provocando la primera derrota del glorioso ejército romano en novencientos años (900), que dijo ya está bien, porque igual ya tenemos bastante tierra y riquezas de la tierra, y que las que ellos conquistaron, que se las metan en el tor, y listo. Total… 

Si, pero el problema no estaba afuera del imperio, con los bárbaros (léase: los no romanos) tratando de avanzar sobre Europa, sino que el problema estaba con esos idiotas, que adoraban a un médico brujo que fue crucificado, por dársela de rey palestino, y que había pretendido que lo coronaran a él, que era nadie, nada más ni nada menos, que como emperador, y su maldita iglesia escenia, que pretendía ser tan universal como el imperio romano, diciendo que ella era la representación en la tierra, del reino divino de los cielos, y qué se yo que otras tantas pelotudeses por el estilo. 

La crisis del siglo tercero de la era cristiana (200 a 300 d.C.), comenzó cuando los báraros empezaron a invadir los proconsulados romanos europeos, y se bautizaron en la fe de ese turro, al que le daban el insolente tratamiento de su santidad. 

Pero los romanos la hicieron fácil, porque le dieron tierras a los invasores bárbaros, los convirtieron en solados del ejército, les reconocieron la ciudadanía romana, y los dejaron que profesen el cristianismo, pero con la condición de que protegieran las fronteras imperiales contra nuevos ataques extranjeros, y de que respetaran la investidura política del emperador, que ellos creían que era el hijo de los dioses. 

Si, pero no sirvió de mucho, porque aparecieron los generales bárbaros convertidos al cristinismo, que empezaron a derrocar a los emperadores latinos y paganos, hasta apareció Dioclesiano y se acabó la música, porque hubo goma para todos y todas, pero hasta que apareció Constantino, que venció a Dioclesiano; que entró a Roma; que fue coronado emperador por el senado; que cerró las puertas de El Templo de Júpiter, y que declaró que el cristianismo era la nueva religión oficial del imperio romano; que se convirtió en el imperio sagrado, o si preferís, en el sacro imperio, y el nieto (Teodosio), reconoció que el papa tenía el gobierno espiritual, mientras el emperador conservaba el gobierno material; consolidando de esa manera, nada más ni nada menos, que la revolución cristiana, que como te darás cuenta, se hizo desde arriba, no sé si ... 

¿Entonces Marx no fue el inventor de la reforma agraria …? ¡Ché Chino, sabés que?¡Mañana te voy a ver a Ciudad Evita, porque hay cosas de lo que nos dijistes, que no me están cerrando¡ ¿Sabés?¡Dejate de joder pelotudo¡ ¿No ves que todavía estamos con lo de las inundaciones en La Plata? 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 

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