miércoles, 12 de junio de 2013

606 Historia (Argentina)


Año II – Primera Edición – Editorial: 00000606 [1]

 

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 12 de Junio de 2.013.





El Nacionalismo Argentino III
Por Rubén Vicente 

El proceso de formación de la ideología de el nacionalismo argentino, tiene su origen en el seno de las familias criollas que controlaban el poder político en los muncipios y en las provincias del interior (léase: Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan, San Luis, Mendoza y Córdoba), es decir, en el patriciado de tierra adentro. 


Esa clase dirigente de la patria, empezó a ver en los caudillos provinciales a los arquetipos de la resistencia, contra el creciente poder de la llanura chacopampeana del litoral, en la que se extendían los territorios de las provincias de Corrientes, de Entre Ríos, de Santa Fe y de Buenos Aires, especialmente, de la ciudad de Buenos Aires y, particularmente, del puerto y de la aduana porteña, que era la representación viviente de un patriado cada vez más dominado por los gringos, y cada vez más culturalmente extranjerizante, bajo la ideología conservadora de la reverencia sistemática a la metrópolis cósmica (Gran Bretaña), es decir, de la doctrina de el cosmopolitismo. 


Por eso, en el campo liberal (léase: el mitrismo), aparecieron dirigentes del patriciado del interior, que buscaron apoyo para su guerra privada contra el cosmpoltismo y que, al no recibirlo, se apartaron del liberalismo mitrista, y ensayaron un posicionamiento ideológico que era, ciertamente, tan autónomo como amorfo, caracterizable como el exagerado y hasta fanático amor a la patria, que no es el patriotismo, sino que es el patrioterismo. 


Esos políticos del interior (léase: los prarioteros), que ocupabam cargos de diputados nacionales, de senadores nacionales, de ministros del gobierno nacional y de ministros de la corte suprema de justicia de la nación, empezaron a renegar de absolutamente todo lo que fuera la inmigración, la urbanización, la industrialización y el obrerismo, sosteniendo que tales fenómenos eran las  grandes lacras de la organización nacional (sic), porque su resultado práctico, era la cosmopolitización cultural argentina, que ellos sostenían de implicaba la conformación de una sociedad civilizada, pero a la vez, ética y moralmente de-ge-ne-ra-da, por el laicismo religioso; por el plutocrarismo económico, y por el revolucionarismo social. 


Pero lo cierto fue que, en el último cuarto del siglo diecinueve (léase: el siglo de la industria), el patrioterismo argentino no pasó del nivel del reniegue y de la resistencia intelectual amorfa, motivo por el cual, aunque hubiera buscado apoyo fallido en el liberalismo mitrista, era espiritualmente con-ser-va-dor, bajo un impronta doctrina inequívoamente reaccionaria, y nada más, claro está. 


Paradógicamente, en el seno de la clase dirigente del litoral cosmopolicista, empezaron a surgir escritores y pensadores que con sus obras, contribuirían a formular la auténtica crítica filosófica, política y jurídica del cosmopolitismo pro británico, que daría origen a la nueva ideología política de el nacionalismo argentino, específicamente inspirado en el nacionalismo alemán que, obviamente, era el más anti británico de todos los nacionalismos europeos. 


Esos primeros escritores y pensadores nacionalistas argentinos fueron, antes que nada, admiradores del nacionalismo alemán, y sobre sus bases, empezaron a trabajar en el diseño de las bases intelectuales del nacionalismo alemán, adaptadas a las condiciones telúricas, raciales, linguísticas y religiosas vernáculas (léase: los factores étnicos  pura y exclusivamente argentinos). 


Y empezaron a hablar de la patria argentina, de la raza argentina, de la lengua argentina y de la religión argentina, es decir, de los factores étnicos argentinos, porque ellos serían la base para definir el ser nacional argentino, es decir, la argentinidad, como concepto filosófico. 


De ese concepto filosófico de la argentinidad, partirían tres corrientes filosóficamente nacionalistas (3). La primera reivindicaba las tradiciones populares argentinas (léase: el folcklore nacional). La segunda exaltaba el protagonismo de los militares criollos del interior en las guerra civiles argentinas del siglo decinueve. Y la tercera pretendía la identificación de los intereses vitales del patriciado de tierra adentro con los de la alta burguesía cosmopolita del litoral, pero rechazando el patrioterismo, y reemplazándolo por la exaltación del progreso, sobre todo industrial, y particularmente, en el campo militar (léase: el armamentismo).


El ícono viviente de los nacionalistas flockloristas fue José Hermandez. En cambio, el de los nacionalistas militaristas fue Facundo Quiroga, y el de los nacionalistas armamentistas fue Pablo Riccieri. 


José Hernandez, Facundo Quiroga y Pablo Riccieri fueron la representación arquetípicamente suscesiva de las ideas del gaucho argentino, de la montonera argentina y de la industria de producción para la defensa argentina. Right? 


En otras palabras, esos tres grandes hombres (3), fueron la simiente viva de un nacionalismo argentino, que puso en el centro de la cuestión al hombre de campo de este país, para luego lanzarlo con sus pares a la guerra desorganizada, heroica y perdedora, para finalmente, convertirlo en el hombre que está dispuesto a hacer los sacrificios que tenga que hacer, para tener una grande y gloriosa nación, de la que forme parte, y con la cual esté plenamente consustanciado, tanto en lo material como en lo espiritual. 


Dicho de otro modo, en el fondo, el nacionalismo argentino, no fue más que la preparación espiritual para la gran guerra mundial (1914-1918) que, finalmente, no peleamos, gracias al cosmpolitísmo pro británico, que supo ahogar magistralmente las ambiciones nacionalistas pro alemanas, provocando la declaración de neutralidad. 


Expresado en otros términos, para cuando concluyó el conflicto bélico planetario (1918), el nacionalismo argentino se guardó en los cuarteles de invierno, convirtiéndose en la flama del rencor, que se expresaría en su forma elitista, con el golpe de estado de mil novecientos treinta, y nada más, claro está. 


Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 

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