El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 12 de Junio de 2.013.
El Nacionalismo Argentino III
Por Rubén Vicente
El proceso de formación de la ideología de el
nacionalismo argentino, tiene su origen en el seno de las familias criollas
que controlaban el poder político en los muncipios y en las provincias del
interior (léase: Jujuy, Salta, Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, La
Rioja, San Juan, San Luis, Mendoza y Córdoba), es decir, en el patriciado de
tierra adentro.
Esa clase dirigente de la patria, empezó a ver en
los caudillos provinciales a los arquetipos de la resistencia, contra el
creciente poder de la llanura chacopampeana del litoral, en la que se extendían
los territorios de las provincias de Corrientes, de Entre Ríos, de Santa Fe y
de Buenos Aires, especialmente, de la ciudad de Buenos Aires y,
particularmente, del puerto y de la aduana porteña, que era la representación
viviente de un patriado cada vez más dominado por los gringos, y cada
vez más culturalmente extranjerizante, bajo la ideología conservadora
de la reverencia sistemática a la metrópolis cósmica (Gran Bretaña), es decir, de
la doctrina de el cosmopolitismo.
Por eso, en el campo liberal (léase: el mitrismo),
aparecieron dirigentes del patriciado del interior, que buscaron apoyo para su
guerra privada contra el cosmpoltismo y que, al no recibirlo, se apartaron
del liberalismo mitrista, y ensayaron un posicionamiento ideológico que era,
ciertamente, tan autónomo como amorfo, caracterizable como el
exagerado y hasta fanático amor a la patria, que no es el patriotismo, sino que
es el patrioterismo.
Esos políticos del interior (léase: los
prarioteros), que ocupabam cargos de diputados nacionales, de senadores
nacionales, de ministros del gobierno nacional y de ministros de la corte
suprema de justicia de la nación, empezaron a renegar de absolutamente todo
lo que fuera la inmigración, la urbanización, la industrialización y el obrerismo,
sosteniendo que tales fenómenos eran las grandes lacras de
la organización nacional (sic), porque su resultado
práctico, era la cosmopolitización cultural argentina, que ellos
sostenían de implicaba la conformación de una sociedad civilizada, pero a la
vez, ética y moralmente de-ge-ne-ra-da, por el laicismo
religioso; por el plutocrarismo económico, y por el revolucionarismo
social.
Pero lo cierto fue que, en el último cuarto del
siglo diecinueve (léase: el siglo de la industria), el patrioterismo argentino
no pasó del nivel del reniegue y de la resistencia intelectual amorfa,
motivo por el cual, aunque hubiera buscado apoyo fallido en el liberalismo
mitrista, era espiritualmente con-ser-va-dor, bajo un impronta doctrina
inequívoamente reaccionaria, y nada más, claro está.
Paradógicamente, en el seno de la clase dirigente
del litoral cosmopolicista, empezaron a surgir escritores y pensadores que con
sus obras, contribuirían a formular la auténtica crítica filosófica,
política y jurídica del cosmopolitismo pro británico, que daría origen a la
nueva ideología política de el
nacionalismo argentino, específicamente inspirado
en el nacionalismo alemán que, obviamente, era el más anti británico
de todos los nacionalismos europeos.
Esos primeros escritores y pensadores nacionalistas
argentinos fueron, antes que nada, admiradores del nacionalismo alemán, y sobre
sus bases, empezaron a trabajar en el diseño de las bases intelectuales del
nacionalismo alemán, adaptadas a las condiciones telúricas, raciales,
linguísticas y religiosas vernáculas (léase: los factores étnicos pura y exclusivamente argentinos).
Y empezaron a hablar de la patria argentina, de la
raza argentina, de la lengua argentina y de la religión argentina, es decir, de
los factores étnicos argentinos, porque ellos serían la base para definir el ser nacional argentino, es decir, la argentinidad, como concepto filosófico.
De ese concepto filosófico de la argentinidad,
partirían tres corrientes filosóficamente nacionalistas (3). La primera
reivindicaba las tradiciones populares argentinas (léase: el folcklore
nacional). La segunda exaltaba el protagonismo de los militares criollos
del interior en las guerra civiles argentinas del siglo decinueve. Y la tercera
pretendía la identificación de los intereses vitales del patriciado de tierra
adentro con los de la alta burguesía cosmopolita del litoral, pero rechazando
el patrioterismo, y reemplazándolo por la exaltación del progreso, sobre todo
industrial, y particularmente, en el campo militar (léase: el armamentismo).
El ícono viviente de los nacionalistas flockloristas
fue José Hermandez. En cambio, el de los nacionalistas militaristas fue Facundo
Quiroga, y el de los nacionalistas armamentistas fue Pablo Riccieri.
José Hernandez, Facundo Quiroga y Pablo Riccieri
fueron la representación arquetípicamente suscesiva de las ideas del
gaucho argentino, de la montonera argentina y de la industria de producción
para la defensa argentina. Right?
En otras palabras, esos tres grandes hombres
(3), fueron la simiente viva de un nacionalismo argentino, que puso
en el centro de la cuestión al hombre de campo de este país, para luego
lanzarlo con sus pares a la guerra desorganizada, heroica y perdedora, para
finalmente, convertirlo en el hombre que está dispuesto a hacer los sacrificios
que tenga que hacer, para tener una grande y gloriosa nación, de la que forme
parte, y con la cual esté plenamente consustanciado, tanto en lo material como
en lo espiritual.
Dicho de otro modo, en el fondo, el nacionalismo
argentino, no fue más que la preparación espiritual para la gran guerra
mundial (1914-1918) que, finalmente, no peleamos, gracias al cosmpolitísmo pro
británico, que supo ahogar magistralmente las ambiciones nacionalistas pro
alemanas, provocando la declaración de neutralidad.
Expresado en otros términos, para cuando concluyó el
conflicto bélico planetario (1918), el nacionalismo argentino se guardó en los
cuarteles de invierno, convirtiéndose en la flama del rencor, que se
expresaría en su forma elitista, con el golpe de estado de mil
novecientos treinta, y nada más, claro está.
Y si me dijeran que estoy muy equivocado,
respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La libre
expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente
documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la
República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete
Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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