El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 20 de Diciembre de 2.012.
La Sedación Terminal
Por Rubén Vicente
Ya
desde la antigüedad preromana, los médicos discutían si una de las obligaciones
derivadas del juramento hipocrático implicaba o no implicaba ayudar a bien
morir a los pacientes irremediablemente condenados a morir (léase: la
eutanasia), sobre todo, para que no sufran dolores insorportables durante la
agonía final (léase: la crueldad).
El
cristianismo empezó a decir que los pacientes terminales tienen el sagrado
derecho de sufrir todo el dolor que Dios les mande padecer, sin que los médicos
estén autorizados a acortarles la vida.
Por
suerte, desde la edad media, los facultativos de la salud musulmanes se dieron
cuenta de que los extremos son malos, y pusieron en práctica el uso de los
analgésicos, especialmente, el opio chino, que en Bizancio era conocido bajo el
nombre de tá pharmaton, que cuando se duplicaba la dosis, funcionaba
como anestésico, y cuando se triplicaba, cuasaba la muerte instantánea (léase:
la sobredosis).
Durante
la edad moderna, los médicos europeos, liderados por los más conocedores, que
eran los franceses, y más precisamente, los de origen judío, aplicaron el
lenguaje matemático y el médodo experimental de las ciencias modernas al
estudio de todas y cada una de las sustanias aptas para mitigar el dolor en los
tratamientos o en las intervenciones quirúrgicas, haciendo nacer la nueva rama
de la medicina que recibió el nombre de la farmacopea.
Y
en la edad contemporánea, las empresas farmaceúticas occidentales, como Merk de
Alemania o Parque Davis de los EEUU, comenzaron a producir en masa analgésicos
y anestésicos, de uso civil y militar; mientras los psiquiatras y los
psicólogos empezaban a batir el parche ateo de la necesidad de la eutanasia,
para dar una solución radical al problema de la depresión y del suicidio que
paceden tantos pacientes terminales.
Uno
de los grandes debates posteriores a La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) es
eutanasia si o eutanasia no, en el que empezaron a involucrarse las ong´s, los
medios masivos de comunicación social, los partidos políticos, los parlamentos,
los gobiernos y la justicia, que falló a favor o en contra, obviamente, según
los casos, algunos muy polémicos, como el de Karen Queenland (25), donde la
corte falló a favor del derecho de los padres de exigirle a los médicos que le desconcentaran
el respirador artificial (1985).
La
semana pasada, el Dr. Didier Sicard, cuya foto ilustra este artículo, le hizo
entrega al presidente socialista de la quinta república de Francia, Dr. François
Hollande, de un documento, titulado con el nombre de La Sedación Terminal.
De
su lectura surge que el autor es radicalmente hostil a la eutanasia
(sic), y se infiere que su propuesta es aprobar en proyecto de ley de inducción
del coma farmacológico sine die, del paciente terminal que solicita la
eutanasia, hasta el momento de su fallecimiento.
En
otras palabras, si el paciente pide la eutanasia, nada de inyectarle aire en
las venas para que reviente de una. No, no, lo que hay que hacer dormirlo hasta
que crepe. Total, los gastos de internación, que se los sigan bancando los
contribuyentes, las obras sociales, o los familiares del paciente. ¿Verdad?
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
la alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
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