El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 11 de Diciembre de 2.012.
La Maldición del Garantismo
Por Rubén Vicente
La
constitución está, las leyes criminales están, también las de procedimiento criminal
y correccional, y los juzgados, y las comisarías y la cárceles. Está todo, y lo
tenemos todo, pero la reina sigue siendo la inseguridad.
Lo haya dicho por el
motivo que sea, pero lo cierto es que no me parece que haya estado nada mal
que, justamente, en su discurso del día de la democracia y de la república,
Cristina haya señalado que los jueces, con su maldita mentalidad anarquista-garantista,
están dejando circular por las calles salvajes a las bestias feroces.
Con el respeto que me
merecen las ideas ajenas, la mía es que el anarquismo es una ideología política
que tiene muchas cosas buenas, que fueron receptadas por la civilización
occidental, pero también, tiene dos cosas pésimas que son, por un lado, el
objetivo explícito, conciente y deliberado de destruir hasta los cimientos
las instituciones en las que está basada la cultura occidental, y por el otro,
el nihilismo instrumental, que no pocas veces se hizo sistemático (léase: la
guerrilla rural y el terrorismo urbano), y a la prueba me remito. [3]
Ese objetivo anarquista
explícito, que conciente y deliberadamente pretende la destrucción hasta los
cimientos de las instituciones en las que está basada la cultura occidental, es
decir, la civilización del capitalismo, de la libertad, de la democracia, del
patriotismo y del cristianismo; tiene su expresión jurídica en la doctrina de el
garantismo, que no cree en la validez de las penas de muerte, de reclusión,
de prisión, de inhabilitación y de multa, y que considera que la sociedad
occidental es la gran carcel, en la cual, los establecimientos penitenciarios, no son otra cosa que las
celdas de castigo, Zafaroni dicit.
El resultado práctico,
concreto y palpable (léase: la sensación) de semejante manera de pensar está a
la vista. Homicidas, secuestradores, violadores y ladrones que pueblan los
establecimientos penitenciarios, pero sólo mientras están de vacaciones, pues la
mayor parte del tiempo andan sueltos, teniendo en un puño a todos, pero a
todos, sin excepción.
Estos auténticos
degenerados del poder judicial que supimos conseguir, están en sus despachos
porque el poder ejecutivo los nominó, y el legislativo los nombró, porque nosotros
el pueblo votamos para que así sea, y no lo digo por Cristina, sino por todos
los presidentes de la democracia (1983-1986).
Estos verdaderos
guanacos del libertarismo del orden jurídico, que viatican a destajo con nuestra guita, no están
interesados en otra cosa que no sea el estrellato en las jornadas, en los seminarios y en las
conferencias en las que exponen sus pedorradas intelectualmente desquisiantes y
efectivamente disolventes, haciendo añicos la integridad territorial, la
cohesión poblacional y la autodeterminación gubernamental, que son los fines
para los cuales fue creado el estado como institución.
Pero, curioso, jamás
hicieron absolutamente nada para promover el cumplimiento de la constitución
nacional, en lo tocante a algo tan vitalmente importante como es el juicio por jurados,
que es el pueblo diciendo culpable o inocente, así de fácil.
No quieren saber
absolutamente nada con lo que dice la constitución nacional, de que la pena de
muerte por fusilamiento (léase: el paredón democrático), sólo fue desterrada
para siempre por causas po-lí-ti-cas, y no
por delitos comunes.
Saben perfectamente que
el homicidio calificado, que el secuestro, que la violación y que el robo
calificado, son las cuatro figuras criminales concebidas como aberrantes, y
también saben por qué son aberrantes, es decir, porque obstan a la
existencia misma de la civililización, como fase superior del desarrollo
evolutivo de la humanidad toda.
Pero en vez de
enfrentar esas amenazas con las armas que les dan la constitución y las leyes,
psicóticamente, con una locura digna del chaleco de fuerza, las convierten en
causas políticas, supuestamente fundadas la piedad libertaria, que
no hace otra cosa que impedir, en la práctica, que se cumpla el mandato
constitucional de que las cárceles sean sanas y limpias, es decir, que no
estén en manos de los asesinos, de los secuestradores, de los violadores y de
los ladrones de vacaciones, que deben pasar a formar parte del relleno
sanitario del Ceamse, pero cuanto antes, porque son ellos o nosotros, no
se si…
Que me digan nazi todo
lo que quieran, pero así pienso yo, que me baso nada más que en la letra y en el espíritu de la
constitución y de las leyes, que ellos no quieren cumplir, porque saben de
sobra que si las cumplieran a rajatablas, los primeros en ir al paredón serían
ellos, y nada más, claro está.
Y que no me vengan con
El Pacto de San José de Costa Rica ni con las pirámides de Egipto, porque ellos
deberían saber más que nadie que los derechos humanos, que el estado de derecho
y que la democracia constitucional, justamente, son para los seres humanos,
y no
para las bestias feroces.
Y si me dijeran que
estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente
improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
[3]
Ver El Cisne Negro (Editoriales 326 a 332).
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