El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 2 de Noviembre de 2.012.
El Racismo III
Por Rubén Vicente
Como vimos en el artículo anterior, el racismo es una
ideología política, que parte del supuesto filosófico, pero no científico, de
que existen cuatros razas (la negra, la roja, la amarilla y la blanca) y que
cree que la blanca es la raza superior, mientras la negra, la roja y la
amarilla son las razas inferiores; motivo por el cual, en los paises de
mayoría de población blanca, las demás razas deben ser segregadas o,
peor áun, deben ser discriminadas.
Bien, eso es así, pero no confundamos las cosas, y empecemos
a distinguir algunos conceptos filosóficos, que nada tienen
que ver con el racismo, pero que, erróneamente, se los identifica con el
racismo, porque ello resulta conveniente, justamente, para deslegitimar
el racismo.
Por ejemplo, hay quienes incluyen en la ideología del racismo a el fanatismo religioso, que es una cosa muy diferente al racismo, pues el racismo es escencialmente ateo, así que, hablar del racismo religioso, es un contrasentido lógico, obvio.
Y los que dicen que existe un racismo religioso aseguran que,
sobre El Hijo Negro de Noé (Cam), pesa La Maldición de Canaán, en cuya virtud,
los negros están condenados por Jehová a servir a sus hermanos amarillos (Sem)
y blancos (Jafet). Y dicen que eso está en El Libro del Génesis 9:18-29.
Y los fanáticos religiosos dicen eso, y además, hasta le
dieron forma filosófica, refiriéndose a la doctrina de La Limpieza de la
Sangre.
En efecto, luego de La Batalla de las Navas de Tolosa de
1230, gracias a la cual los cristianos del norte de la península ibérica
forzaron a los árabes islámicos (léase: los musulmanes) a retirarse al sur del
río Guadalquivir, las autoridades de la reconquista pusieron en vigencia la
doctrina de la limpieza de la sangre cris-tia-na.
Expulsaron a los musulmanes, o los forzaron a convertirse al
catolisimo apostólico romano, pero sólo para ser tratados como súbditos de
segunda (léase: los cuasi siervos = los kelpers galaicos, jé), y lo mismo
hicieron con los judíos.
Se estableció una diferencia, entre las gentes de sangre pura
de los cristianos viejos y las portantes de la sangre impura de los
cristianos nuevos (los conversos = los marranos y los mozárabes).
En Iglaterra, todavía católica, expulsaron a los judíos
(1290), y en Francia otro tanto (1390), y en España otro tanto (1492), y lo
mismo en Portugal (1496).
No importaba la raza, sino la
religión, pero igual dicen que eso es racismo, y aunque se equivoquen,
ellos siguen repitiendo como loros que eso racismo, y que es racismo, y se
acabó, es racismo. ¡Pero si es fanatismo! ¡Callate, querés?¡Es racismo, porque lo digo yo,
y basta!
Luego del Descubrimiento de América (1492), se aplicó la
doctrina de la limpieza de la sangre cris-tia-na a las personas que iban
al nuevo continente, prohibiéndose su desplazamiento en el supuesto de que
fueran cristianos nuevos (léase: los marranos o los mozárabes = los
conversos).
Se llevaba a cabo un exhaustivo estudio genealógico,
exigiéndose un cristianismo viejo en octava generación para los
postulantes. A los aprobados, se les expedía un estatuto de limpieza de sangre cris-tia-na.
El estatuto de cristiano comprobadamente viejo, también era exigible
para toda profesión eclesiástica, militar o secular, es decir, para integrar el
gobierno del estado, o su administración pública.
La pureza de la sangre ca-tó-li-ca fue el principio
sobre el que se basó la estrificación social española y portuguesa en las
indias, en las cuales, a los no comprobadamente cristianos viejos, se los
llamaba genéricamente con el nombre de las castas.
En la concepción española del siglo dieciseis (el siglo de la
reforma protestante), había gente de sangre pura (los cristianos viejos) y
gente de sangre impura (los cristianos nuevos y los no cristianos = léase: los
conversos y los indios paganos).
No es como dicen los detractores del
racismo, que los españoles desalentaban el mestizaje (sic). Todo lo
contrario, alentaban el mestizaje, para que los indios se fueran
cruzando con los cristianos viejos y, luego de ocho generaciones
(8), esos descendientes de indios
paganos, fueran cristianos en octava generación, es decir, que fueran
cristianos tan viejos como el que más, sin importar un catso si tenían la piel
blanca, roja, naranja, or something like that. Right?
Lo que desalentaban los españoles y los portugueses era la
degeneración de la pureza de la sangre católica apostólica romana de los
cristianos viejos, tuvieran el color de piel que tuvieran. Conste.
Los católicos apostólicos romanos comprobadamente viejos,
por su pertenencia a no menos de la octava generación de su fe, eran
prilegiados por la ley española, y gpzaban de la prerrogativa de ejercer el
dominio privado de la tierra y el señorío soberano de las gentes de extraña
condición.
Entonces, toda la visión portuguesa y española, de la
limpieza de la sangre católica no tiene nada que ver con el racismo, sino con el fanatismo religioso,
que es una cosa muy diferente, claro está. Conste.
No, digo, porque, cuando uno eschucha las boludeces que dicen
Lubertino y compañía, a uno le dan ganas de desanarlas un chiquito para que
aprendan un poco, con todo repeto por una señora tan mona, que se toma todo tan
visiblemente a pecho. ¿Verdad?
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos,
veremos y pronto lo sabremos.
[1]
La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de
Grecia (Solón) El Cisne Negro es la
alegoría de un hecho que es teóricamente posible, pero que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería catastrófico.
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