El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Viernes 19 de Julio de 2.013.
El Dueño del Pueblo XIV
Por Rubén Vicente
El veintiuno de marzo de 1987,
mientras sobrevenía la primavera boreal y el otoño austral, desde su bunker ultra
recontra secreto de El Desierto del Neguev, ya perteneciente a Egipto desde
hacía ocho años, Adolf Hitler (98), le ordenó a Odessa que hiciera lo que Jimmy
Carter se nagaba obstinadamente a hacer, que era terminar con la amistad soviético-argentina
de Alfonsín.
Por eso, en en abril, La Estación Buenos Aires del
servicio de inteligencia de las fuerzas armadas norteamericanas (léase: the
defense intelligence agency = La DIA), desde su asiento físico de el piso
trece del edificio libertador, que es la sede del estado mayor general del
ejército argentino, fogoneó, nada más ni nada menos, que El Levantamiento de
La Semana Santa.
A los EEUU les encantaba que La
Argentina se encaminara en la senda de la paz, de la justicia, de la libertad y
del orden económico y político, pero sólo si seguía entregando el
rosquete, y no
si organizaba clubes de deudores; si le jodía los negocios a La CIA en América
Central, y si encima, se hacía amiga de La Unión Soviética. No
way girl.
Pero el pueblo argentino, como
nunca antes, le dijo que no a los nazis y al tio Sam, saliendo a la calle,
rodeando los cuarteles sublevados, y exigiendo la rendición incondicional de
los insurrectos (léase: los golpitas = los
carapintadas).
A la totalidad de los medios
masivos de comunicación social, y al movimiento obrero organizado; al empresariado
nacional, a la iglesia católica y a los partidos políticos, no les quedó otra
cosa que apoyar al pueblo, logrando que Alfonsín superara exitosamente la
crisis, bajo el lema de que la casa
está en orden (sic).
Sin embargo, emergió la figura
de un oficial jefe, que era un ex combatiente de La Guerra del Atlántico Sur de
1982, que quedó posicionado como el lider de la resistencia militar a la
república recuperada, a saber, el Tte. Cnel. EA Dn. Aldo Luis Rico (a) El Nato
(43).
Semanas más tarde, Alfonsín, sin
ordenar el sometimiento del teniente coronel rebelde a la jurisdicción de un
tribunal militar (léase: la corte marcial), promovió ante el congreso nacional,
nada más ni nada menos, que la aprobación de La Ley de la Obediencia Debida,
que limitaba la responsabilidad de los soldados, de los suboficiales, de los
oficiales subalternos, de los oficiales jefes, y de los comandantes, de las
fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas, circunscribiéndolas a los
condenados en El Juicio a las Juntas (léase: El Neurenberg Argentino),
reduciendo la persecución criminal, a las cúpulas terroristas y guerrilleras,
tanto erpianas como montoneras, que seguían exhiliadas, y pendientes de
juzgamiento.
Igual que en la Alemania post
nazi, los nazis de abajo y del medio vernáculos quedaron libres de culpa y
cargo por los crímenes de lesa humanidad, y en compensación, zafaba de la
acción de la justicia el zurdaje trasnochado que, tácticamente, comenzó a
reinsertarse en la vida democrática de la república recuperada, posicionándose
en la base de el progresismo pro oficialista, empezando a militar de las
llamadas organizaciones no gubernamentales (léase: las ong´s) que actuaban en
los barrios más pobres de las grandes ciudades (léase: las villas miseria),
entrando en tratos espúreos con los hampones, las lesbianas y los putos,
organizándolos para la mendicidad, para la prostitución y para el robo de
automotores, comenzando a suscitarse el nuevo fenómeno social de el crimen
organizado. Ups.
Paralelamente, Alfonsín
reemplazó al jefe del ejército (Hector Ríos Erenú) por Dante Caridi, que reinvidicó
públicamente la obra de gobierno de la dictadura militar, en la guerra contra
la subversión (léase: el terrorismo de estado). Ups.
Desde entonces, entre las
fuerzas armadas y el gobierno radical, el aire se cortaba con tijera, y pocos
dudaban de para que sobreviniera otro levantamiento, definitivo (léase: el
golpe de estado), sólo era cuestión de tiempo, y nada más.
En julio, el ministerio de
obras y servicios públicos de la nación (Rodolfo Terragno) declaró que la
economía nacional debía abandonar la política keynesiana del estado de
bienestar, para avanzar hacia la economía social de mercado, propia de las
naciones más prósperas de la tierra (léase: la privatización), bajo el lema de La
Reforma del Estado.
Era el nombre con que el
gobierno alfonsinista llamaba a la reforma administrativa, enderazada
que la administración pública nacional, se deshiciera de los antros más grandes
de la corrupción casi endémica que padecíamos los argentinos, desde hacía setenta
años (70), que eran, nada más ni
nada menos, que las empresas del estado, reduciendo el estado,
justamente a lo que debe ser, que es la administración pública, activa y
pasiva, y nada más, y basta del estado empresario.
Para ello, el eje estaría
centrado en el programa energético (léase: El Plan Houston), y en la
negociación directa, con Suecia para que la firma Scandinavian Air Services
(SAS), se hiciera cargo de la concesión de administración de Aerolíneas
Argentinas (AA), en el marco de lo que la oposición peronista comenzó a llamar
despectivamente con el nombre las privatizaciones. A ello se sumaría un
programa estatal de teléfonos para todos y todas (léase: El Plan Megatel). ¡Bien¡
Semanas más tarde, Alfonsín
decidió revitalizar las relaciones con Uruguay, con Paraguay y con Brasil,
avanzando en el proyecto conjunto de escructurar una zona de libre comercio
(léase: El Mercosur).
Y como no podía ser menos,
invocando La Ley Mucchi (léase: la desperonización gremial), La CGT se mandó
otro paro general, de alcance nacional, por veinticuatro horas (24), y ya iban once (11).
El precio de semejante mojada
de oreja latinoamericana, fue que Washintong facilitó deliberadamente,
que la crisis del oro de 1982, golpeara lo más fuerte posible la economía
nacional del gigante sudamericano, en el marco de el defeult brasileño
de 1986. Right?
Pero no importaba, porque
contra viento y marea, Alfonsín logró que el parlamento nacional aprobara La
Ley de Divorcio Vincular. Tres millones de seres humanos, que se hallaban
separados de hecho, y que ya convivían con otras personas (3.000.000), podían divorciarse formalmente, recuperar la aptitud
nupcial y volverse a casar, como corresponde en una sociedad civilizada, y qué
tanto joder con los curas.
Y encima, Alfonsín viajó a La
China del comunismo de mercado, y La Argentina ganó El Primer Oscar, por La
Historia Oficial de Luis Puenzo. Ah, y como si eso no fuera suficiente, resulta
que La Argentina se consagró campeón mundial de futbol por segunda vez en la
historia, ganándole a Alemania en México, dejando claro que Diego Maradona (a) La Mano de Dios (26), era
sin ningún lugar a dudas, el mejor jugador de todos los tiempos
superando, incluso, a Edson Arantes Do Nascimento (a) Pelé (42).
La verdad, era que era otra
Argentina, con moneda sana, con finanzas más fuertes, con reforma
administrativa, con infraestructura en plan de aggiornamiento en materia de
transportes y de comunicaciones, con
economía social de mercado en proyecto, con gremialismo democratizándose, con
plan alimentario, con patria potestad compartida, con divorcio vincular, con
lauros internacionales en los deportes y la artes, con juntas militares
condenadas, en paz con Chile, integrándose con Brasil, Paraguay y Uruguay, y
liderando a América Latina ante los EEUU, en lo tocante a la deuda externa. ¡Guau!
Pero también, en La Argentina,
reinaba el recelo entre el gobierno radical y las fuerzas armadas, la
iglesia católica y el movimiento obrero organizado, es decir, entre el gobierno
nacional y tres de las cuatro patas del nazismo indiano (léase: el
justicialismo = el peronismo). ¡Qué cadaga!
Y encima, con las cárceles y
las villas llenas de sidosos, de trolos y de trola; mientras en la calles
comenzaba a meter basa el nuevo fenómeno social y político de la inseguridad ciudadana, no sé
si ….
A finales de 1986, considerando
de qué veníamos los argentinos, el balance político del gobierno radical de
Raúl Alfonsín, le daba diez puntos sobre diez, y verdaderamente,
estábamos ante el principio de la república recuperada sin cuento.
Y si me dijeran que estoy muy
equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre
expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente
documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la
República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete
Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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