El
Cisne Negro [2]
El
Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 25 de Marzo de 2.013.
¿Todas Son Víctimas de La Trata de Personas
III?
Por Rubén
Vicente
Decía
que su nombre artístico era Mónica Roldán (Virgo – 31). Estatura mediana,
delgada, blanca como un tiza, terriblemente bien formada, cabello largo y
rizado como una gitana, cara de luna triste, mirada de física nuclear, y una
enterna sonrisa enigmática, tipo La Gioconda, como la chica de la foto que
ilustra este artículo, o algo por el estilo.
Estaba
sola, y me permitió sentarme a tomar un café con ella en Exedra, cuando dejaban
fumar, por favor, qué tiempos aquellos, donde se vivía como hoy sigue siendo en
Algarvez, en Sevilla o en Mesina, porque saben que el cigarrillo mata, pero
también, que la droga buludiza y enloquece, que es diez veces peor.
Lo
de siempre. Empezamos a charlar, para ver qué onda, y yo, que no puedo con mi
genio, lo más suavemente posible, le empecé a preguntar sobre su vida, cual
estúpido y torpe discipulo de Sigmund Freud. ¿Y saben qué? Nos quedamos hasta
que nos echaron, y obvio, nos fuimos a encamar, llevándose ella sus cincuenta
dólares, y yo el placer de haberla disfrutado, y la historia de su vida, que es
el contenido de ese artículo.
Mónica
nació y creció en una casa normal, del barrio porteño de San Cristobal, con un
padre que era músico de la sinfónica municipal, y con una madre que era ama de
casa y era amorosa, con ella y con su hermana mayor (Mirta – Sagitario – 33),
que era médica, estaba casada, tenía tres hijos y vivía en La Plata.
Ella
fue a la primaria, al secundario y al conervatorio, porque quería ser como el
padre. Pero era una bestia tocando el violín, y dejó, y nunca más. Pero en el
cole tenía muy buenas notas, sobre todo en castellano, porque amaba la poesía,
porque decía que ella era una romántica incurable.
Eso
si. Dijo que a los once se tocó por primera vez, y le encantó dormirse
temblando como una hoja, toda flojita, por ese chico de la escuela, que la
tenía loca de amor, aunque el pibe no le diera ni la hora, porque lo único que
hacía, era jugar a las figuritas con los compañeritos, y cagarse a trompadas a
cada rato, porque era muy lindo, pero no le tenía miedo ni al más grandote.
Dijo
que la madre le enseñó a hacer las cosas de la casa, para que cuando se casara,
hiciera feliz a su marido, aconsejándole que, de día una señora de su casa, y
de noche, una puta de la cama, porque así debía ser.
Contó
que cuando terminó el colegio, no quiso ir a la universidad, a estudiar letras,
como quería su padre, porque ella se dio cuenta que quería ser modelo, y con
una amiga, se fueron a un casting en la agencia de Anamá Ferreira.
Hizo
todo el curso, y empezó a desfilar ad honoren, fogueándose en el arte de la
pasarela unos tres años, pero espaciadamente, y siempre anhelando algún buen
contrato, que le diera nombre y plata rápido, porque ya estaba segura que
quería ser una profesional.
Hasta
que conoció a un tipo de unos cuarenta, que era re pintón, y le dijo que si
aceptaba las condiciones, la convertiría en una top model, más famosa que
Raquel Manchini. Y el tipo le alquiló un dos ambientes con mucama en el barrio
porteño de La Recoleta; se hizo las lolas, y se mató haciendo gimnasia y dieta,
se alisó el pelo y se tiñó de rubia, empezando a usar lentes de contacto de
color azul, importados de Francia.
Pero
increiblemente, teniendo veintiún años, aún no conocía varón, porque la manito
seguía siendo su única ley fundamental, no sé si … Hasta que el tipo la pasó
por las armas en su departamento alquilado del barrio de Puerto Madero, convirtiéndola
en una mujer de verdad, y empezándola a hacer figurar en revistas pedorras del
interior, que no las leía nadie, pero nadie.
Mónica
asegura que ella fue una de las mil geishas de Don Pancho Doto, que vivía
consagrada a las pasarelas de décima y a las sesiones de fotos que jamás se
publicaban, hasta que las exigencias profesionales, la llevaron a seguir el
consejo de una colega tan ignota como ella, que le dijo y por qué no te metés
los dedos en la garganta después de comer, boluda (sic).
Seis
meses más tarde estaba cada día más flaca, más pálida y más agotada, hasta que
otra modelo le convidó merca, y entonces, todo cambió, pero de una vez y para
siempre, porque vivía despierta veinticuatro horas al día, vomitando a cada
rato, y encima, empezó a fumar, y a beber vodka con jugo de naranja.
Mónica
estaba obsecionada con triunfar, y por eso, no le hacía asco a nada, cuando un
viejo de mierda, pelado mal, y asquerosamente panzón, pero rebozante de
dólares, le dijo que si entregaba el rosquete, se la llevaba a trabajar a
Europa.
Ya
tenía veintiseis años, era una mujer joven, hermosísima, y muy capaz de decidir
su futuro por si misma, y aunque sus padres le aconsejaban que abandonara el
modelaje y se buscara un trabajo normal, ella les dijo que se iba de casa, a
vivir a París, con su nuevo productor, que la haría rica y famosa.
Tres
años más tarde, Mónica hacía muy buena guita en un prostíbulo de Estocolmo,
trabajando día y noche, con las dosis gratis, y juraba que juntaría plata
suficiente como para comprarse un chalet californiano en Miami Beach (¿?).
Tenía
un cliente frecuente, que decía que él era su novio, y que quería sacarla de la
mala vida, pero Mónica le cortó el rostro, porque decía que ella era libre para
decidir su vida como ella la quisiera.
Hasta
que una noche de invierno casi polar, estando en la bañera de su departamento alquilado
de cuatro ambientes, dándose un baño de inmersión, le empezó a quemar todo el
cuerpo y, de pronto, paf, se le partió el centro del pecho, y se desmayó.
Cuatro
meses contó que estuvo en coma, pero se salvó de milagro. Y dijo nunca más, y
se volvió a Buenos Aires, con su familia, para tener otra vida.
La
internaron en El Cenareso; nunca más bebió alcohol, ni se volvió a nariguetear
con la blanca; dejándose el pelo natural, negro y rizado, y optando sólo por
fumar cigarillos de tabaco. Pero se hartó de esta ciudad, de esta gente, y de
no tener la oportunidad de que la tomaran nuevamente de modelo, a pesar de que
tenía sólo treinta y un años de edad, y algo podía enganchar, aunque fuera de
cuarta, pero si dejaba alguna buena guita, …
La
opción real y concreta era trabajar como promotora, porque lomo no le faltaba,
y cara tampoco, repartiendo volantes de publicidad en La Calle Florida, pero dijo
que se dio cuenta que lo de ella era la libertad, con los horarios, con la
plata y con los hombres, y se empezó a sentar de noche en Exedra.
Por
eso, yo digo que a mi me hace mucho ruido cuando dicen que todas son las víctimas de la
trata de personas.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno
de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que
es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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