sábado, 24 de agosto de 2013

667 Historia (Argentina)

Año III – Primera Edición – Editorial: 00000667 [1]

 
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 24 de Agosto de 2.013.





La Guerra Por La Supervivencia XIV
Por Rubén Vicente 

En es mes de diciembre de 1991, mi ex cuñado (Christian Bernardi – Tauro – 30), que en ese entonces era un miembro del personal jerárquico de La Oficina de la Defensa Civil (ODC), directamente dependiente la presidencia de la nación, me comentó que los iban a hacer participar en un curso de emergencias y catástrofes, organizado por el ministerio de la defensa civil del gobierno del estado de Israel; especialmente pensado para que los argentinos estuvierámos convenientemente capacitados para lidiar con los atentados terroristas (sic). ¿Cómo? 

Y me dejó unos folletos, que incluían una foto de la cara de el general israelí que vendría a Buenos Aires para dar el curso. Y nada, porque la cosa quedó ahí, y no volvimos a hablar del asunto. 

En el mes de enero de 1992, hizo su arribo a La Argentina, su excelencia, el señor embajador francmasón-republicano de los EEUU en Buenos Aires, Dr. Dn. Terence Todman (a) El Grone (a) El Virrey (66), que una semana más tarde salió a decir que La Argentina era un colador (sic), por cuyas fronteras porosas se estaban infiltrando los terroristas musulmanes de El Cercano Oriente, que planeaban organizar un atentado en suelo patrio. ¿Qué? 

El nuevo ministro de relaciones exteriores y culto de la nación, Dr. Dn. Guido Di Tella (56), no le dio ni cinco de bola, porque creyó que El Negro Todman quería verderle a la fuerza aérea argentina los flamantes radares 3D de La Westinghouse, que son capaces de detectar los vuelos furtivos de los narcotraficantes, quedándose el diplomático norteamericano con su pedazo (léase: la comisión de venta = la mordida = la coima = la corrupción yankie). ¿Verdad? 

Parelamente, yo (35), que trabajaba en Gas del Estado, y que me apasionaba desde chico la historia universal, latinoamericana y argentina, empecé un curso de geopolítica de El Cercano Oriente, organizado por la escuela superior de guerra del ejército argentino, cuyo profesor lider era El Padre Sanchez (45). 

Una lumbrera. Sacerdote católico apostólico romano, pero convertido en presbítero de la iglesia católica ortodoxa griega de nuestro país; pero extrañamente especializado en estudios orientales, y particularmente, en el islam, que decía como al pasar, que él hablaba árabe coránico a la perfección, a punto tal que estaba por viajar a Indonesia, que es un país islámico, a dar una conferencia sobre fundamentalismo musulmán, pero en árabe coránico, no se si …
 
A la tercera clase, a mi y a otro compañero del curso, que decía que él era un agente civil del servicio de inteligencia del ejército (SIE), cuyo apodo es El Gordo, El Padre Sanchez nos invitó a su bunker de La Avenida Coronel Díaz y Mansilla, del barrio porteño de Palermo. 

Allí, el gordo y yo nos soprendimos con tres cosas (3). La primera era que El Padre Sanchez tenía una biblioteca de cinco mil ejemplares (5.000). La segunda fue que, mientras hablabamos los tres tranquilamente sobre la geopolítica del cercano oriente, sonó el teléfono, y se escuchó decir a la voz del contestador automático: “Organización Para La Liberación de Palestina. Buenas tardes. Deje su mensaje por favor” (sic). Y la tercera fue que nos mostró como un album de supuestos miembros de Al Fatah (léase: los fedayines), que vendrían a La Argentina, para motorizar una campaña a favor de La Causa Palestina (sic). 

No les dije ni mú, ni a El Gordo del SIE ni a El Padre Sanchez, pero se me frunció el que te jedi, porque uno de los fadayines de Al Fatah era el general israelí que Christian me dijo que vendría a dar el curso sobre operaciones antiterroristas de defensa civil. 

¿Qué? ¿El Padre Sanchez trabajaba para los terroristas palestinos? ¿Y estaba dando clases en nuestra escuela superior de guerra? ¿Y ese tipo raro? ¿Sería un general israelí o un fedayín palestino? ¿Qué carajo estaba pasando, que no me llegaba a dar cuenta? 

Dije no, debo estar loco y todavía no me di cuenta, y me tomé un taxi, como si nada hubiera pasado, regresando a mi hogar de la esquina de Yapeyú y Rivadavia, del barrio porteño de Almagro, encontrándome con mi mujer de aquel entonces, y actual amiga del alma y hermana en Cristo, es decir, con la Dra. Betina Martelli (a) La Gordi Queridísima (Cáncer – 31), y le comenté durante la cena las novedades del día con El Padre Sanchez. 

A Betina la historia, la geopolítica y el terrorismo le importaban tres velines, y vaya a saberse por qué, pero me dijo que a ella, el tipo de la florería que estaba sobre Rivadavia, le parecía un bicho muy extraño, aclarándome que hablaba como en árabe con su mujer, y con sus tres pequeñas hijas (3), que jugaban siempre a la rayuela en la vereda, con pañuelos en la cabeza, y como bufandas en la boca, aunque hiciera calor. 

Haciéndome el experto, le dije que seguro que eran persas, porque las nenas esas usaban el chador (léase: la bufanda según la gordi querida, ja ja já). Y la cosa quedó ahí, y empezamos a ver la televisión. La noche siguiente, al regresar de Gas del Estado, bajé del subte, y entré a la florería, con mi mejor cara de boludo, que no sabés lo bien que me sale.  

Le empecé a dar charla a la mujer del florista, que me contó que era iraní, y que se llamaba Mohdé (25), refiriéndome que el marido se llamaba Hussein (42), pero no pude seguir tirándole discretamente la lengua, porque llegó Hussein, en una Ford F-100 carrozada de color verde, que venía de El Mercado de las Flores, que estaba pocas cuadras de la florería. 

Completamente rapada la cabeza, con barla entera y rala, y con cara de loco si los hay. Medio como que se chivó con Mohdé, porque ella era muy linda y me daba bola a mi, que en ese entonces, era un tipo pintón, que joder con el turco, ja ja já. Nada. Compré claveles rojos y se los regalé a Betina, y ahí quedó la cosa. 

Pero no, porque a media tarde del martes diecisiete de marzo, en Gas del Estado estabamos hablando de bueyes perdidos, cuando nos enteramos de El Atentado Contra La Embajada de Israel, y misteriosamente, a la noche de ese día fatídico, no hubo clase con El Padre Sanchez, porque nos dejeron que había tenido que adelantar su viaje a Indonesia. 

Al dop. Fue al recontra dop haberme costeado hasta a la escuela de guerra, pero cuando regresé al barrio de Almagro, oh causalidad, el local de la florería estaba vacío, con una faja en el vidrio que decía clausurado.                                 

Le pregunté a la señora de la casa de venta de artículos de limpieza que estaba al lado de la florería, y me contó que, como a las nueve de la mañana de ese día, mientras ella abría el negocio, vio subirse a la chata a los turcos con las chiquitinas (sic), mientras dos jóvenes vaciaban el local a mil, le pusieron la faja de clausura, y se hicieron humo en una trafic negra (sic). 

En fin, indicios leves, imprecisos y discordantes (léase: la sospecha), de que el terrorismo musulmán estaba entre nosotros desde hacía rato, y de que había llegado a La Argentina de la nueva post guerra fría, que más parecía la paz caliente, o algo por el estilo, en la cual nosotros figurábamos como aliados tácticos de Los EEUU. ¿Verdad? 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 

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