El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 24 de Agosto de 2.013.
La Guerra Por La
Supervivencia XIV
Por Rubén
Vicente
En es mes de diciembre de 1991, mi ex cuñado (Christian
Bernardi – Tauro – 30), que en ese entonces era un miembro del personal
jerárquico de La Oficina de la Defensa Civil (ODC), directamente dependiente la
presidencia de la nación, me comentó que los iban a hacer participar en un
curso de emergencias y catástrofes, organizado por el ministerio de la defensa
civil del gobierno del estado de Israel; especialmente pensado para que los
argentinos estuvierámos convenientemente capacitados para lidiar con los
atentados terroristas (sic). ¿Cómo?
Y me dejó unos folletos, que incluían una foto de la
cara de el general israelí que vendría a Buenos Aires para dar el curso.
Y nada, porque la cosa quedó ahí, y no volvimos a hablar del asunto.
En el mes de enero de 1992, hizo su arribo a La
Argentina, su excelencia, el señor embajador francmasón-republicano de los EEUU en Buenos
Aires, Dr. Dn. Terence Todman (a) El Grone (a) El Virrey (66), que una semana
más tarde salió a decir que La Argentina era un colador (sic), por cuyas
fronteras porosas se estaban infiltrando los terroristas musulmanes de El
Cercano Oriente, que planeaban organizar un atentado en suelo patrio. ¿Qué?
El nuevo ministro de relaciones exteriores y culto
de la nación, Dr. Dn. Guido Di Tella (56), no le dio ni cinco de bola, porque
creyó que El Negro Todman quería verderle a la fuerza aérea argentina los
flamantes radares 3D de La Westinghouse, que son capaces de detectar los vuelos
furtivos de los narcotraficantes, quedándose el diplomático norteamericano con
su pedazo (léase: la comisión de venta = la mordida = la coima = la corrupción
yankie). ¿Verdad?
Parelamente, yo (35), que trabajaba en Gas del Estado, y que me apasionaba desde
chico la historia universal, latinoamericana y argentina, empecé un curso de
geopolítica de El Cercano Oriente, organizado por la escuela superior de guerra
del ejército argentino, cuyo profesor lider era El Padre Sanchez (45).
Una lumbrera. Sacerdote católico apostólico romano,
pero convertido en presbítero de la iglesia católica ortodoxa griega de nuestro
país; pero extrañamente especializado en estudios orientales, y particularmente,
en el islam, que decía como al pasar, que él hablaba árabe coránico a la
perfección, a punto tal que estaba por viajar a Indonesia, que es un país
islámico, a dar una conferencia sobre fundamentalismo musulmán, pero en árabe
coránico, no se si …
A la tercera clase, a mi y a otro compañero del
curso, que decía que él era un agente civil del servicio de inteligencia del
ejército (SIE), cuyo apodo es El Gordo, El Padre Sanchez nos invitó a su bunker
de La Avenida Coronel Díaz y Mansilla, del barrio porteño de Palermo.
Allí, el gordo y yo nos soprendimos con tres
cosas (3). La primera era que El
Padre Sanchez tenía una biblioteca de cinco mil ejemplares (5.000). La segunda fue que, mientras
hablabamos los tres tranquilamente sobre la geopolítica del cercano oriente,
sonó el teléfono, y se escuchó decir a la voz del contestador automático: “Organización
Para La Liberación de Palestina. Buenas tardes. Deje su mensaje por favor”
(sic). Y la tercera fue que nos mostró como un album de supuestos miembros de
Al Fatah (léase: los fedayines), que vendrían a La Argentina, para motorizar
una campaña a favor de La Causa Palestina (sic).
No les dije ni mú, ni a El Gordo del SIE ni a El
Padre Sanchez, pero se me frunció el que te jedi, porque uno de los fadayines
de Al Fatah era el general israelí que Christian me dijo que vendría a
dar el curso sobre operaciones antiterroristas de defensa civil.
¿Qué? ¿El Padre Sanchez trabajaba para los
terroristas palestinos? ¿Y estaba dando clases en nuestra escuela superior de
guerra? ¿Y ese tipo raro? ¿Sería un general israelí o un fedayín palestino?
¿Qué carajo estaba pasando, que no me llegaba a dar cuenta?
Dije no, debo estar loco y todavía no me di cuenta,
y me tomé un taxi, como si nada hubiera pasado, regresando a mi hogar de la
esquina de Yapeyú y Rivadavia, del barrio porteño de Almagro, encontrándome con
mi mujer de aquel entonces, y actual amiga del alma y hermana en Cristo, es
decir, con la Dra. Betina Martelli (a) La Gordi Queridísima (Cáncer – 31), y le
comenté durante la cena las novedades del día con El Padre Sanchez.
A Betina la historia, la geopolítica y el terrorismo
le importaban tres velines, y vaya a saberse por qué, pero me dijo que a ella,
el tipo de la florería que estaba sobre Rivadavia, le parecía un bicho muy
extraño, aclarándome que hablaba como en árabe con su mujer, y con sus tres
pequeñas hijas (3), que jugaban
siempre a la rayuela en la vereda, con pañuelos en la cabeza, y como bufandas
en la boca, aunque hiciera calor.
Haciéndome el experto, le dije que seguro que eran persas,
porque las nenas esas usaban el chador (léase: la bufanda según la gordi
querida, ja ja já). Y la cosa quedó ahí, y empezamos a ver la televisión. La
noche siguiente, al regresar de Gas del Estado, bajé del subte, y entré a la
florería, con mi mejor cara de boludo, que no sabés lo bien que me sale.
Le empecé a dar charla a la mujer del florista, que
me contó que era iraní, y que se llamaba Mohdé (25), refiriéndome que el marido
se llamaba Hussein (42), pero no pude seguir tirándole discretamente la lengua,
porque llegó Hussein, en una Ford F-100 carrozada de color verde, que venía de
El Mercado de las Flores, que estaba pocas cuadras de la florería.
Completamente rapada la cabeza, con barla entera y
rala, y con cara de loco si los hay. Medio como que se chivó con Mohdé, porque
ella era muy linda y me daba bola a mi, que en ese entonces, era un tipo
pintón, que joder con el turco, ja ja já. Nada. Compré claveles rojos y se los
regalé a Betina, y ahí quedó la cosa.
Pero no, porque a media tarde del martes diecisiete de marzo,
en Gas del Estado estabamos hablando de bueyes perdidos, cuando nos enteramos
de El Atentado Contra La Embajada de Israel, y misteriosamente, a la
noche de ese día fatídico, no hubo clase con El Padre Sanchez, porque nos
dejeron que había tenido que adelantar su viaje a Indonesia.
Al dop. Fue al recontra dop haberme costeado hasta a
la escuela de guerra, pero cuando regresé al barrio de Almagro, oh causalidad,
el local de la florería estaba vacío, con una faja en el vidrio que decía
clausurado.
Le pregunté a la señora de la casa
de venta de artículos de limpieza que estaba al lado de la florería, y me contó
que, como a las nueve de la mañana de ese día, mientras ella abría el negocio,
vio subirse a la chata a los turcos con las chiquitinas (sic), mientras
dos jóvenes vaciaban el local a mil, le pusieron la faja de clausura, y se
hicieron humo en una trafic negra (sic).
En fin, indicios leves, imprecisos
y discordantes (léase: la sospecha), de que el terrorismo musulmán estaba
entre nosotros desde hacía rato, y de que había llegado a La Argentina de la
nueva post guerra fría, que más parecía la paz caliente, o algo por el estilo,
en la cual nosotros figurábamos como aliados tácticos de Los EEUU. ¿Verdad?
Y si me dijeran que estoy muy
equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2]
Para uno de Los
Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
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