El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 22 de Agosto de 2.013.
La Guerra Por La
Supervivencia XII
Por Rubén
Vicente
Sobre el final del mes de diciembre de 1991, Menem
estaba conciente de que debía terminar, de una vez y para siempre, con las
secuelas de la guerra contra la subversión (1974-1983), y con la injustica de que los máximos responsables de
la victoria contra el marxismo ateo, clasista, combativo, revolucionario y
pro-soviético, en vez de ser institucionalmente reconocidos como los nuevos
próceres genocidas, sin los cuales, sencillamente, no habríamos tenido jamás la
república recuperada que supimos conseguir, tuvieran que soportar la ignomia de
la cárcel de por vida, decretando el indulto de Videla, de Masera y de
Agosti, dándole un upercat de derecha a la doctrina del anarquismo jurídico de
los radicales (léase: el garantismo = el pedorrismo judicial), bajo el lema de garantías
si garantismo no, y andá a la pmqtp con los derechos humanos de la zurda
satánica, no sé si…
En el mes de enero de 1991, estalló La Guerra del
Golfo, en cuyo contexto, el presidente Menem volvió a sorpender a propios y extraños,
anunciando la decisión de que La Argentina, retomara sus mejores tradiciones
guerreras, formándose un contigente de las tres fuerzas armadas, que
participarían en el conflicto bélico, obviamente, de lado de los buenos (léase:
Los EEUU). [3]
En teoría, estábamos del lado de La OTAN, pero la
verdad era que La Casa Blanca igual desconfiaba de La Argentina, porque le
vendiamos armas de rezago, municiones y explosivos a Al Fath, y porque no
queríamos desactivar El Proyecto Condor, que transformaría a La Argentina en la
primera potencia misilística y nuclear en la historia de América Latina (léase:
el patio trasero). Right?
En ese entonces, El Clan Bush tenía armada una
fábrica de misiles similares al argentino, en el territiorio nacional de la
república popular de China, y no saber nada
con que el gobierno de Pekín adquiriera para sus fuerzas armadas los malditos
misiles de mediano alcance argentinos, a la mitad del precio que los
norteamericanos, y con mejor calidad. [4]
Por eso, Washington debía actuar sin demora. Y por
eso, no por casualidad, sino por causalidad, fue que a mediados de ese año
(1991), instigados por los activistas del imperio, los trabajadores afiliados a
diversas organizaciones sindicales, adheridas a La Condederación General del
Trabajo (CGT), tomaron la decisión estratégica de desafiliarse de la central única
gremial de La Argentina, para reunirse a parte, y conformar El Congreso de
los Trabajadores Argentinos (CTA), liderado por su primer secretario
general, Agte. CIA C-3 Cro. Dn. Victor de Gennaro (a) Velentine Gilbert (a) The
Pig (a) El Chancho (43).
Desde entonces, el movimiento obrero organizado
quedó fracturado, con dos centrales obreras (2) que eran, por una parte, La CGT, peronista y menemista, y por la
otra El CTA, también supuestamente peronista, pero antimenemista.
El fenómeno era una reedición de El Peronismo Sin Perón,
que se suscitaba, primero que nada, en el sector gremial, pero que
indudablemente, se extendería luego a las otras ramas del movimiento
justicialista, es decir, al pequeño y mediano empresariado nacional privado
(léase: las pymes), a la iglesia católica y a las fuerzas armadas, culminando
en la fractura del partido justicialista.
Así trabaja el imperialismo anglo-americano,
explotando el descontento popular, para generar divisionismos en nuestra
sociedad civil, y armando una oposición absolutamente fic-ti-cia, que a
veces, llega a contar con el repaldo de las bases sectoriales, y hasta de toda
la opinión pública, según campée la compresión de lo que se está haciendo desde
el poder político nacional, o contariamente, los sentimientos, los intereses,
las visiones ideológicas o las creencias religiosas individuales o colectivas,
pero sólo parcialmente populares.
De esa manera, se concretan o se frustran esos
designios geopolíticos exógenos y foráneos, con el resultado del proceso
electoral, porque al fin y al cabo, lo importante es que todo este juego de
fuerzas, a favor y en contra de los gobiernos, se desarrolle dentro del sistema
de la democracia constitucional, que como decía sir Winston Churchill, es el
menos malo de todos los sistemas. ¿Verdad?
El juego de la intervención subrepticia de las
grandes potencias en los asuntos internos de los paises débiles, para
mantenerlos subyugados, viene de los lejanos tiempos medievales de Las Cruzadas
(1096-1271), y La Argentina, de ayer, de hoy y de mañana, no fue, no es ni será
la excepción, ni mucho menos, claro está.
Ese fenómeno geopolítico es el que, refiriéndose a
La India Británica del siglo diecinueve (el siglo de la industria), el inmortal
escritor anglo-indostaní Rudyard Kiplin (1865-1936), llamaba con el nombre de el gran juego,
off course.
Lo vimos con la lucha entre los unitarios y los
federales, donde los unitarios eran apoyados por Gran Bretaña y por Francia. Lo
vimos durante la organización nacional (1853-1916),
donde Alemania apoyó a los industrialistas argentinos, contra los partidarios
de la colonia agroexportadora pro-británica. Lo vimos durante la guerra fría (1946-1991), en la que el peronismo se
apoyaba en el poder nazi de Odessa, mientras la derecha gorila era apoyada por
los EEUU, y la izquieda trasnochada era apoyada por La Unión Soviética.
Y esto, que estaba sucediendo en la post guerra fría
(1991-2001), en la república
recuperada que supimos conseguir (1983-2013),
no era otra cosa que más de lo mismo de siempre. ¿Verdad?
Y si me dijeran que estoy muy equivocado,
respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2]
Para uno de Los
Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es
prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
[3]
La Argentina nació de la guerra, se engrandeció
con la guerra y se consolidó con la guerra, a lo largo de todo el siglo
diecinueve y en la primera década del siglo veinte. Su más que insólita
ausencia de La Gran Guerra Mundial (1914-1918) fue la causa única de que
surgiera el partido militar, y del primer gobierno militar (1930-1932).
Y la psicótica neutralidad argentina en La Segunda Guerra Mundial (1939-1945),
fue la causa única del estallido de la tercera guerra civil argentina
(1955-1983), y de la primera y única derrota militar de la gloriosa bandera
celeste y blanca, en La Guerra del Atlántico Sur (1982). Menem lo sabía, y por
eso, hizo lo que tenía que hacer, que era volver a entretener a los militares
en el pelotero de su juego predilecto, que obviamente es la maldita guerra,
pero de verdad, asegurando de ese modo, no sólo el incremento del poder
nacional en el mundo, sino también, el fortalecimiento de su institucionalidad
civil. Basta de trastornados como El Ché Guevara. Que vuelvan los héroes como
El Teniente Esteban. Basta de rebeldes al recontra pedo como El Soldado
Carrasco. Que vuelva El Sargento Cabral. Una nación, sin cultura militar, está
condenada a ser una colonia eterna. No sé si queda clara mi convicción.
[4] Los misiles norteamericanos
fabricados en China eran propulsados con combustible líquido (léase: el oxígeno),
que es muy volatil en vuelo, mientras El Misil Condor de La Argentina sería
propulsado con combustile sólido (léase: elio, carbono e hidrógeno, comprimido
y recomprimido), que lo tornaba cero por ciento inflamable en vuelo (0%). Además,
la rabia de El Clan Bush con el gobierno de Washington, liderado por George
Bush (p), era que las tres fuerzas armadas, El Pentágono y El Congreso, habían rechazado
el misil de Los Bush, desde los puntos de vista técnico y finaciero;
prefiriendo los patriot y los trident. Rigth?
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