miércoles, 30 de enero de 2013

483 Historia (Francia)




Año II – Primera Edición – Editorial: 00000483 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Miércoles 30 de Enero de 2.013.


 

El Diario de la Revolución I
Por Rubén Vicente

Era exactamente el jueves, primero de enero de 1789, y no pasaba absolutamente nada, y estaba todo bien, igual que acá y ahora. ¿Verdad?

Eso si, hacía mucho frio. Y ese día, El Gran Imperio Francés (Le Plus Grande France), con capital en la ciudad de París, gobernado por su majestad, el Gn. Mcl. RW ® Dr. Dn. Luis XVI Borbón (a) Le Roi (a) El Gran Delfín (a) El Mayordomo Sacro Imperial (a) El Satanista (34), era la primera potencia mundial (léase: el hegemón planetario).
Pero su majestad gobernaba el mundo por intermedio de su alteza, el duque de Copet, como así también, principal accionista minoritario (33%) del Thoulsson, Verne und Necker Bank AG de Ginebra y, a la vez, primer ministro francmasón-liberal (léase: el secretario de estado whig = el canciller ilustrado), Cnel. Gral. RW ® Dr. Dn. Matias Jacques Necker (a) El Suizo (63).

El imperio tenía, ese día, posesiones, colonias, dominios y metrópolis en los cinco continentes (Oceanía, Asia, Africa, Europa y América), con una población total estimada en, aproximadamente, cinco millones de habitantes (5.000.000), entre hombres, mujeres, niños y ancianos.

En esa Francia se distinguían dos tipos de escenarios (2), a saber, el rural (el campo) y el urbano (la ciudad), sea que se tratara de espacios insulares o contientales o bien, ultramarinos o metropolitanos.

Del total de la población francesa, el noventa y cinco por ciento (95%) vivía en la metrópolis imperial (léase: La Francia = La France), cuyo treinta y tres por ciento (33%) vivía en la capital francesa (París), que era la ciudad más poblada de Europa, con casi un millón seiscientos mil habitantes (1.600.000). ¡Guau!


El Campo

Del total de la población de la metrópolis imperial (La Francia = La France), el noventa por ciento estaba sometido a la esclavitud (90%), fungiendo como peones de campo, totalizando entonces una masa crítica de un poco más de cuatro millones de seres humanos, que vivían en la miseria, la ignorancia, el marginamiento y la explotación, es decir, en la indigencia (4.000.000).

Sobre la masa de los esclavos indigentes, estaban los capataces libertos. Más arriba estaban los administradores de los pequeños establecimientos (los minifundios), que siempre eran hombres libres, que se relacionaban con sus pequeños señores feudales (léase: los duques, los condes, los barones y los marqueses = la baja nobleza = la hidalguía), a través de contratos de empleo privado (el trabajo), celebrados en forma verbal e informal, retribuídos mediante el pago de un salario (diario, semanal, quincenal, mensual o anual).

Más arriba todavía, estaban los administradores independientes (léase: los arrendatarios, los aparceros, los medieros y los cosecheros = los que tienen la tierra en nombre ajeno = los terratenientes) de los grandes establecimientos rurales  (los latifundios), pertenecientes a la alta nobleza (léase: los príncipes, los reyes y los grandes reyes = la corte) o bien, a el alto clero secular (los obispos, los arzobispos, los cardenales ordinarios y el cardenal primado = la curia).

Bajo esa comprensión, la organización social rural básica estaba conformada, por una parte, por los peones (léase: los juanes = los juanos = los chuanos = les chuans) y, por la otra, por los capataces y por los administradores, unidos en la clase de los campesinos (léase: el campesinado). [3]

En el mismo nivel que los administradores rurales independientes (los terratenientes = los campesinos) estaban los monjes de las órdenes monásticas del clero regular (léase: los frailes), que tenían sus propios establecimientos minifundistas (los monasterios y las abadías).

Todavía más arriba estaban los pequeños propietarios de las tierras, es decir, los minifundistas, esto es, los pequeños señores feudales, es decir, los duques, los condes, los barones y los marqueses que, en su conjunto, integraban la baja nobleza, es decir, la hidalguía.

Finalmente, en el tope de la jerarquía rural (léase: el campo) estaban los miembros de la alta nobleza (léase: la corte) y, también, los dignatarios de el alto clero secular (léase: la curia).

En su conjunto, la corte y la curia formaban el consejo de estado, es decir, algo así como el parlamento imperial de la elite (léase: la oligarquía vernácula), cuyos miembros tenían sus grandes señoríos feudales (los latifundios) en el campo, que incluían sus solares (los cascos de las estancias = los castillos) pero, habitualmente, vivían en sus castillos urbanos (léase: los palacios), construídos en las grandes ciudades (los palaciegos = los palatinos).


La Ciudad

El otro gran escenario de la vida francesa era el urbano (léase: los caseríos, las aldeas, las villas, los burgos, las ciudades y las grandes ciudades), tanto de ultramar como metropolitanas.

En general, puede decirse de la población urbana que la misma no estaba sometida a la esclavitud, y estaba conformada por, los hombres libres (los varones, las mujeres, los niños y los ancianos = los súbditos),  que formaban parte de cuatro clases sociales jerarquizadas en orden ascendente (4).

La primera, más amplia y básica, estaba compuesta por el cincuenta por ciento (50%) de los menesterosos, de los malvivientes y de los hampones (léase: el lumpen = los sin calzones = le sans culotes).

Sobre ellos estaban los sirvientes (el personal doméstico, los aprendices de artesanos, los dependientes de comercio, los soldados, los empleados públicos, etc.).

Más arriba estaba la pequeña burquesía (léase: la clase media baja), conformada por los artesanos, los mercaderes, los profesionales univesitarios, los docentes, los periodistas, los funcionarios públicos, los oficiales militares, etc. Paralelo a este estamento estaba el bajo clero secular (léase: los canónicos, los capellanes, los presbíteros y los curas = los prelados).

Más arriba todavía estaba la alta burquesía, conformada por los grandes comerciantes y financistas, también conocidos como los magnates plebeyos (léase: los de las comunas = los comuneros = los comunes) que, sólo si profesaban la religión verdadera (el catolicismo apostólico romano) y si, además, contaban con un título de nobleza morganática, integraban el más minoritario pero importante estamento urbano, que era el de los caballeros imperiales, también conocidos bajo la denominacion colectiva de los patricios (léase: el patriciado), que integraban los consejos deliberantes, los tribunales de policía y las administraciones públicas de los ayuntamientos ducales (léase: las comunas), pequeñas, medianas y grandes, en número de, aproximadamente, treinta y cinco mil (35.000).

La más grande de todas ellas era, obviamente, la de la capital imperial (léase: La Comuna de París), liderada por su alcalde, es decir, por su alteza, el duque de Mulon, Tte. Gral. RW ® Dr. Jean Sylvain Bailly (a) El Astrónomo, de cincuenta y tres años de edad (léase: El Duque de Mulon); seguida, en orden decreciente, por las comunas de Lyon, de Marsella, de Burdeos y de La Rochelle, las cuales, internamente, estaban divididas en grandes vecindarios (los barrios = las circunscripciones = the neiborhoods = les arrondisements).
Obviamente, en la cúspide de la población, estaba la familia imperial, liderada por su majestad (Luis XVI). Finalmente, procede destacar que, el régimen político vigente, era el de la monarquía nacional teocrática absoluta (léase: el despotismo), que gobernaba para el pueblo pero sin el pueblo (el despotismo ilustrado).

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

[3] Esto es muy importante para el futuro porque, cuando en el lenguaje marxista se hace referencia a los campesinos, efectivamente, no se habla de los peones (los chuanes), sino más bien, de sus dirigentes (los capataces y los administradores = el campesinado), que era libre y que, en los hechos, era el conjunto de hombres que tenían el control material de las actividades económicas (la ganadería, la agricultura y la explotación forestal), aunque no fueran los dueños de la tierra, a la cual estaban vinculados, únicamente, por una yuxatposición física y, además, por la tenencia que surgía de los convenios de arrendamiento, de aparcería, de mediería y de cosechería, motivo por el cual, los campesinos también eran referenciados como los tenedores de la tierra ajena (léase: los terratenientes). Finalmente, los capataces, que ni siquiera eran terratenientes, eran asimilados a la categoría social de los campesinos, por la sencilla razón de que eran los nuevos hombres libres, es decir, los libertos, y nada más. Por lo expuesto, queda claro que, en el lenguaje marxista, el campesinado, efectivamente, no incluía a los peones de campo, que ya se verá que, aunque fueran liberados, por no ejercer ni siquiera las funciones directivas de los capataces, conservando su función de mano de obra rural, integrarían la categoría social moderna de los labradores que, evidentemente, no son lo mismo que los campesinos, claro está. Conste.

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