El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de
la Historia y de la Geopolítica
Jueves 24 de Enero de 2.013.
La Rueda del Poder I
Por Rubén Vicente
La
Evolución de la Humanidad
Inicialmente
los individuos (varones, mujeres, niños y ancianos) se relacionaban,
exclusivamente, a través de tres modos de interacción, que eran el sexo, la
alimentación y el miedo a lo desconocido (léase: el universo circundante),
teniendo más importancia que nada quienes amenazaban el acceso al sexo y al
alimento, es decir, los enemigos. Por eso, la primera forma de convivencia
entre los seres humanos se basaba en la fuerza bruta y ciega, donde el mejor
enemigo, era el enemigo muerto (lése: la atrocidad).
Hasta
que se dieron cuenta de que generaba más odio la crueldad, y menos odio la
magnanimidad con el vencido, optando por el canje de los prisioneros,
evolucionándose desde la atrocidad hacia la ferocidad, que sólo exige
matar, pero sólo cuando es necesario, pues de ello depende la propia
supervivencia.
En
algún momento de la prehistoria, la mayoría de los individuos comprendieron el
valor de la asociación, formando comunidades de sangre (la familia) que
convivían en un lugar determinado durante algún tiempo (los campamentos), que
era preciso defender de otras familias enemigas, residentes temporariamente en
los campamentos vecinos y hostiles.
Por
eso, la tercera forma de convivencia entre los seres humanos se basaba en el
amor a la propia familia y en el odio hacia las restantes familias,
especialmente, las enemigas, que les disputaban el control del lugar en que se
hallaba montado el campamento.
En
otras palabras, la tercera fase de la evolución humana se basaba en la astucia,
generadora de la cooperación interna y en la confrontación externa (léase: el
salvajismo).
Y
hace nada más que quince mil años atrás, la humanidad avanzó otro paso en su
evolución, cuando las familias se convencieron de la utilidad de rendirle culto
a la persona del jefe de familia de mayor edad, convirtiéndolo en el lider del
grupo de familias descendientes de un antepasado común (el caudillo del clan).
De
esa manera, los clanes de organizaron para la recolección conjunta de los frutos
silvestres, de la caza, de la pesca, y de las ceremonias no solmenes de
veneración de los difuntos del clan de la comarca. Ese nuevo sentimiento básico
de la devoción, es el fundamento de la estructura social de la
barbarie.
Diez
mil años atrás, los jefes de los clanes comenzaron a unirse para conformar
consejos interclánicos, que eligieron a uno de sus miembros (léase: el
cacique), confiriéndole el poder de organizar a los varones jóvenes para la
guerra (los guerreros) y a los viejos para organizar la recolección, la
ganadería, la pesca y el culto a los difuntos (los sacerdotes).
Así
surgieron las tribus, que controlaban los biomas (léase: las montañas,
las selvas, las sabanas, las llanuras, los desiertos, las islas, etc.). El
nuevo paradigma de la razón se convirtió en la base de la estructura
social de la civilización incipiente.
Hace
siete mil años atrás, el surgimiento de los sistemas de pesas y medidas, de los
calendarios, de la arquitectura monumental, de las monedas mercancía, de la
escritura y de las leyes, señaló el paso hacia la civilización avanzada,
comenzando por la primera, que fue la de los sumerios.
Los
acadios, los caldeos, los hititas, los egipcios, los asirios, los israelitas, los
babilónicos, los medos, los persas, los griegos y los romanos conformaron las
grandes civilizaciones antiguas, que forjaron los imperios y los sacro
imperios, que son las bases de la civilización en la edad media (476-1453), en
la edad moderna (1453-1989), en la edad contemporánea (1789-1945) y en la edad
post contemporánea (1946-2030).
La
Sociedad del Conocimiento
Toda
esa evolución humana, que se suscitó a lo largo de la historia universal, ha causado
una inconmensurable acumulación de datos, de informaciones, de conocimientos y de
sabiduría que, en su conjunto universal, recibe el nombre de la magia.
Pero
si a la magia la despojáramos de la superstición, nos quedaría un gran residuo,
que se conoce con el nombre de la religión. Y si a la religión la despojáramos
de la fe, nos quedaría un resíduo, que llamamos con el nombre de la
filosofía. Y si la filosofía fuera expresada en lenguaje matemático y fuera
demostrada a través del método experimental, la misma recibiría el nombre de la
ciencia.
Finalmente,
si a la ciencia la dividiéramos en cuatro fases preclusivas (léase: primero las
ciencias básicas, luego las ciencias aplicadas, después la ingeniería, y a lo
último, la técnica), obtendríamos un proceso, que recibe el nombre de la
tecnología, que es el alma de la industria, de la misma forma que
ella es el alma de la riqueza de las naciones, que es el alma de el
poder de los estados, que son los actores de la comunidad internacional
organizada. ¿Verdad?
Por
eso, toda superpotencia tiene estructurado su propio complejo estratégico
nacional (léase: El CEN), que articula los sistemas financiero, tecnológico,
industrial, comercial, diplomático y militar.
Bajo
esa comprensión, El CEN es el centro neurálgico y, a la vez, el
nervio motor del poder de las superpotencias rectoras de la comunidad
internacional.
La
Superpotencias
Hoy
en día, en mayor o menor medida, todas las naciones del mundo poseen sistemas
financieros, tecnológicos, industriales, comerciales, diplomáticos y militares,
pero la diferencia con las superpotencias, es que las demás naciones no han articulado esos sistemas entre
si, para conformar el complejo estratégico nacional (CEN).
Bajo
esa comprensión, toda nación que no sea una superpotencia, pero que pretenda
serlo, debe organizar su propio complejo estratégico nacional, de modo
tal que los sistemas financiero, tecnológico, industrial, comercial,
diplomático y militar no
estén en manos extranjeras pues, de lo contrario, la dependencia geopolítica de
la nación estará garantizada sin remedio, no importa cuán avanzadas puedan ser
sus instituciones políticas, o cuán respetuosa sea esa nación del derecho
internacional o de los derechos humanos de sus habitantes.
Y
si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo
sabremos.
[1]
La libre expresión y la
segura circulación de la información contenida en el presente documento se
halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos
Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina
de 1995 (Art. 14), la Ley Nacional N°
26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
[2]
Para uno de Los Siete Grandes Sabios
de Grecia (Solón) El Cisne Negro es
un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable,
pues si ocurriera sería castastrófico.
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