jueves, 24 de enero de 2013

477 Geopolítica (Argentina)




Año II – Primera Edición – Editorial: 00000477 [1]

El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Jueves 24 de Enero de 2.013.

 

La Rueda del Poder I
Por Rubén Vicente

La Evolución de la Humanidad

Inicialmente los individuos (varones, mujeres, niños y ancianos) se relacionaban, exclusivamente, a través de tres modos de interacción, que eran el sexo, la alimentación y el miedo a lo desconocido (léase: el universo circundante), teniendo más importancia que nada quienes amenazaban el acceso al sexo y al alimento, es decir, los enemigos. Por eso, la primera forma de convivencia entre los seres humanos se basaba en la fuerza bruta y ciega, donde el mejor enemigo, era el enemigo muerto (lése: la atrocidad).

Hasta que se dieron cuenta de que generaba más odio la crueldad, y menos odio la magnanimidad con el vencido, optando por el canje de los prisioneros, evolucionándose desde la atrocidad hacia la ferocidad, que sólo exige matar, pero sólo cuando es necesario, pues de ello depende la propia supervivencia.

En algún momento de la prehistoria, la mayoría de los individuos comprendieron el valor de la asociación, formando comunidades de sangre (la familia) que convivían en un lugar determinado durante algún tiempo (los campamentos), que era preciso defender de otras familias enemigas, residentes temporariamente en los campamentos vecinos y hostiles.

Por eso, la tercera forma de convivencia entre los seres humanos se basaba en el amor a la propia familia y en el odio hacia las restantes familias, especialmente, las enemigas, que les disputaban el control del lugar en que se hallaba montado el campamento.

En otras palabras, la tercera fase de la evolución humana se basaba en la astucia, generadora de la cooperación interna y en la confrontación externa (léase: el salvajismo).

Y hace nada más que quince mil años atrás, la humanidad avanzó otro paso en su evolución, cuando las familias se convencieron de la utilidad de rendirle culto a la persona del jefe de familia de mayor edad, convirtiéndolo en el lider del grupo de familias descendientes de un antepasado común (el caudillo del clan).

De esa manera, los clanes de organizaron para la recolección conjunta de los frutos silvestres, de la caza, de la pesca, y de las ceremonias no solmenes de veneración de los difuntos del clan de la comarca. Ese nuevo sentimiento básico de la devoción, es el fundamento de la estructura social de la barbarie.

Diez mil años atrás, los jefes de los clanes comenzaron a unirse para conformar consejos interclánicos, que eligieron a uno de sus miembros (léase: el cacique), confiriéndole el poder de organizar a los varones jóvenes para la guerra (los guerreros) y a los viejos para organizar la recolección, la ganadería, la pesca y el culto a los difuntos (los sacerdotes).

Así surgieron las tribus, que controlaban los biomas (léase: las montañas, las selvas, las sabanas, las llanuras, los desiertos, las islas, etc.). El nuevo paradigma de la razón se convirtió en la base de la estructura social de la civilización incipiente.

Hace siete mil años atrás, el surgimiento de los sistemas de pesas y medidas, de los calendarios, de la arquitectura monumental, de las monedas mercancía, de la escritura y de las leyes, señaló el paso hacia la civilización avanzada, comenzando por la primera, que fue la de los sumerios.

Los acadios, los caldeos, los hititas, los egipcios, los asirios, los israelitas, los babilónicos, los medos, los persas, los griegos y los romanos conformaron las grandes civilizaciones antiguas, que forjaron los imperios y los sacro imperios, que son las bases de la civilización en la edad media (476-1453), en la edad moderna (1453-1989), en la edad contemporánea (1789-1945) y en la edad post contemporánea (1946-2030).


La Sociedad del Conocimiento

Toda esa evolución humana, que se suscitó a lo largo de la historia universal, ha causado una inconmensurable acumulación de datos, de informaciones, de conocimientos y de sabiduría que, en su conjunto universal, recibe el nombre de la magia.

Pero si a la magia la despojáramos de la superstición, nos quedaría un gran residuo, que se conoce con el nombre de la religión. Y si a la religión la despojáramos de la fe, nos quedaría un resíduo, que llamamos con el nombre de la filosofía. Y si la filosofía fuera expresada en lenguaje matemático y fuera demostrada a través del método experimental, la misma recibiría el nombre de la ciencia.

Finalmente, si a la ciencia la dividiéramos en cuatro fases preclusivas (léase: primero las ciencias básicas, luego las ciencias aplicadas, después la ingeniería, y a lo último, la técnica), obtendríamos un proceso, que recibe el nombre de la tecnología, que es el alma de la industria, de la misma forma que ella es el alma de la riqueza de las naciones, que es el alma de el poder de los estados, que son los actores de la comunidad internacional organizada. ¿Verdad?

Por eso, toda superpotencia tiene estructurado su propio complejo estratégico nacional (léase: El CEN), que articula los sistemas financiero, tecnológico, industrial, comercial, diplomático y militar.

Bajo esa comprensión, El CEN es el centro neurálgico y, a la vez, el nervio motor del poder de las superpotencias rectoras de la comunidad internacional.


La Superpotencias

Hoy en día, en mayor o menor medida, todas las naciones del mundo poseen sistemas financieros, tecnológicos, industriales, comerciales, diplomáticos y militares, pero la diferencia con las superpotencias, es que las demás naciones no han articulado esos sistemas entre si, para conformar el complejo estratégico nacional (CEN).

Bajo esa comprensión, toda nación que no sea una superpotencia, pero que pretenda serlo, debe organizar su propio complejo estratégico nacional, de modo tal que los sistemas financiero, tecnológico, industrial, comercial, diplomático y militar no estén en manos extranjeras pues, de lo contrario, la dependencia geopolítica de la nación estará garantizada sin remedio, no importa cuán avanzadas puedan ser sus instituciones políticas, o cuán respetuosa sea esa nación del derecho internacional o de los derechos humanos de sus habitantes.

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.


[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).

[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es un hecho teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario