El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Sábado 14 de Septiembre de 2.013.
La Vaca Atada
Por Rubén Vicente
Hace unos dos mil quinientos años atrás, los medos
del cercano oriente se empezaron a maravillar con un fenómeno telúrico,
originado luego de no se sabe qué terremoto, traducido en una falla geológica,
que posibilitó el efluvio hacia la superficie de los hidrocarburos, bajo las
formas concretas del petróleo y del gas natural.
Sólo un siglo y medio más tarde, los persas ya
tenían organizada una nueva artesanía, consistente en esperar que el petróleo
acumulado en la superficie del suelo formando lagunas, se secara por la
evaporación, formando una pasta, que llamaban con el nombre de el betún.
Lo empleaban como combustible en las antorchas con
las que se iluminaban en la noche, pero desde el siglo quinto antes de nuestra
era, los griegos empezaron a usar el betún sólido y cortado en bloques, para
alimentar los hornos de piedra, de sus casas, de sus templos, de sus fortalezas
y de sus palacios.
Desde entonces, la explotación de los hidrocarburos,
que continuó siendo artesanal, se empezó no obstante a configurar como una
actividad económica hecha a gran escala, y encarada por el estado, a base de
mano de obra obviamente esclava.
Por eso, para los griegos, el betún era un negocio
de estado, pero para los romanos, continuó siendo un negocio de estado, pero
delegado en los particulares y en las empresas privadas y romanas (léase: de
collegia = los colegios = los colegas del gobierno), por el sistema de las
mercedes imperiales (léase: las concesiones); con el doble objetivo de que los
concesionarios abastecieran al mercado con el producto, y de que ganaran dinero
con esa actividad, pero también, de que el fisco percibiera los cánones anuales
de explotación. A este sistema, se lo conoció con el nombre jurídico de el
regalismo.
El sistema romano regalista continuó vigente durante
toda la edad media (476 a 1453), tanto en Bizancio como en el sacro imperio,
extendiéndose gradualmente a todo el mundo musulmán, desde Las Filipinas hasta
Gibraltar; pero adecuándose a las condiciones imperantes, de la fragmentación
de la soberanía territorial interna, de los señoríos feudales locales, es
decir, de los ducados, o a lo sumo de los condados, surgiendo entonces la nueva
idea medieval de el federalismo energético.
A título de curiosidad, procede destacar que en el
mundo musulmán, al betún lo llamaban lógicamente en árabe coránico, con el
nombre de al kitrán (léase: el alquitrán), que se usaba para pavimentar las
calles (léase: el asfalto). Right?
Durante la edad moderna (1453-1789), el regalismo
federal, romano, bizantino, sacro imperial y musulmán de la edad media, se
extendió al nuevo continente, en virtud de lo establecido por el código de las
leyes de indias de 1580, formándose los colegios de la minería, que
administraban las concesiones otorgadas por los entes gubernamentales locales,
para el abastecimiento al mercado del betún (léase: el alquitrán), con mano de
obra esclava, y pago de cánones anuales al fisco.
Pero mientras tanto, en Gran Bretaña, la naciente
revolución industrial de la segunda mitad del siglo dieciocho (léase: el siglo
de las luces), trajo consigo algunos cambios significativos en materia de
hidrocarburos.
La primera fue el comienzo de la minería del
carbón, para su empleo en reemplazo del carbón vegetal, utilizándoselo como
nuevo combustible de las nuevas máquinas de vapor.
La segunda fue que los científicos estudiaron
las propiedades potencialmente industriales de los distintos tipos de gas
natural, comenzando obviamente, por el hidrógeno, pero prosiguiendo con el
helio, con el carbono, con el oxígeno, con el nitrógeno, y así sucesivamente,
hasta completar la tabla periódica de elementos químicos con alto valor
energético y buena rentabilidad económica potencial.
Y la tercera, fue el sometimiento en Gran
Bretaña de los hidrocarburos al régimen jurídico de la propiedad privada, en el
cual, los hidrocarburos dejaron de ser del estado, y pasaron a ser de los
dueños de los terrenos, habitualmente montañosos o serranos, en donde se
situaban los yacimientos (léase: los superficiarios), que desde entonces,
fueron los que empezaron a otorgarle las concesiones a las compañías de
minería, que les abonaban los cánones de explotación, mientras el estado,
reemplazó esos ingresos fiscales, por nuevos impuestos a la distribución, a la
comercialización y a la exportación de los hidrocarburos.
El sistema británico, es decir, el capitalismo
energético, comenzó a extenderse a Europa Occidental y a América del Norte
a principios del siglo diecinueve, cuando la humanidad ya vivía en la edad
contemporánea (1789-1945).
Pero exactamente en 1869, fue creada una nueva
sociedad comercial, que comenzó a funcionar bajo la razón social de The
Standart Oil Company, con domicilio legal en la ciudad de Elyria (Condado de Lorain
– Estado de Ohio), que organizó la explotación industrial del carbón mineral,
del petróleo y del gas natural, primero en la ciudad, luego en el condado,
después en el estado, posteriormente en todos los estados que forman parte de las
regiones internas estadounidenses de los grandes lagos y del medio oeste, luego
en la totalidad de los EEUU, después en El Canadá y en México, y posteriormente
en Europa y en el resto del mundo entero (urbe et orbis), dejando conformado de
esa manara, nada más ni nada menos, que The Rockefeller Group de los EEUU, que
fue el primer gigante mundial del oro negro, desde el final de La Gran
Guerra Mundial (1914-1918).
Pero el estado británico reaccionó contra la
competencia estadounidense, creado la British Petróleum PLC de Londres, que
supo hacerse de las concesiones petroleras otorgadas por los gobiernos budistas
del lejano oriente y musulmanes del cercano oriente, conviviendo entonces los
modelos privatista y transnacionalista estadounidense, con el estatista y
multinacionalista británico.
La recesión económica posterior a la gran guerra
mundial (1919-1923), no le dejó ver
a la gente lo que estaban viendo los científicos, que eran dos cosas muy
importantes (2). La primera era que
la actividad hidrocarburífera generaba algo que llamaron con el nombre de la
contaminación ambiental. Y la segunda, era que la expansión mundial de los
gigantes globales (Standart Oil y British Petroleum) causaba en los países
subdesarrollados, nada más ni nada menos, que dependencia energética respecto
de las grandes potencias (léase: el imperialismo petrolero).
Durante la otra gran depresión económica mundial (1929-1935),
Adolf Hitler entendió perfectamente cuál era el problema, y por eso creó una
empresa alemana del estado en materia de hidrocarburos (Eon AG), que abasteció
de hidrocarburos a todo el tercer reich, hasta la conclusión de La Segunda
Guerra Mundial (1939-1945), en base al monopolio exclusivo y excluyente del
estado alemán en materia de exploración y de explotación del carbón, del
petróleo y del gas natural.
Pero el plus de Eon fueron las nuevas tecnologías
experimentales de los molinos de viento, de los paneles solares, del agua
las mareas y de los geisers, del hidrógeno líquido, del óxigeno líquido, del
litio, del uranio, del torio, del plutonio, del carbón empleado como materia
prima para la producción de combustibles líquidos, y de los combustibles
elaborados a base de cultivos vegetales y ganado animal (léase: los
biocombustibles).
La derrota militar del nazismo, transfirió el
desarrollo de esa nuevas tecnologías alemanas a favor de la firma Shell Oil
Corporation AG de Amsterdam, matriz de Die Shell Grouppen de Holanda,
convirtiéndolo gradualmente en el tercer gigante mundial de la energía
global, durante La Guerra Fría (1946-1991). [3]
De esa manera, el mundo de la energía es de Standart
Oil, de British Petroleum y de Shell, y todo lo demás, no es más que pura
cháchara, porque esos tres gigantes globales (3), son los únicos que controlan a voluntad, las altas
tecnologías en la materia.
No importa cuánto veas crecer a los chinos, a los
rusos o a los noruegos, porque lo importante es que cada uno de sus mega
proyectos energéticos se hacen con tecnologías de los tres gigantes globales
(3), cuyos máximos ingresos
provienen, justamente, de las regalías por transferencia de tecnología (léase: los
royalties), que les pagan absolutamente todos, sean grandes, medianos o
pequeños, y sean del estado o privados, nacionales, transnacionales o
multinacionales, lo mismo da.
Y ese paradigma energético se mantiene vigente, aún
con la consagración ecológica del concepto de el cambio climático y con
las explotaciones alternativas, del sistema de explotación costa afuera (léase:
off shore) o del sistema de explotación por craqueo (léase: shale).
Y por eso, La California de la época de Perón, que
ahora es la Crevron, que es una subsiaria de la Standard Oil, más que tener la
vaca muerta, yo diría que tiene la
vaca atada. ¿Verdad? [4]
Y si me dijeran que estoy muy equivocado,
respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en
el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional
de la República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia
(Solón) El Cisne Negro es un hecho
teóricamente posible que todos creen que es prácticamente improbable, pues si
ocurriera sería castastrófico.
[3] Shell es cincuenta y uno por ciento de
la corona holandesa (51%) y
cuarenta y nueve por ciento de British Petroleum (49%), que es una empresa del estado británico, y no de la corona británica. Y es
sabido que el príncipe consorte de La Reina Beatriz, fue El Barón de Amsberg,
que fue un agente secreto de Odessa, con el grado paramilitar de marsical de
campo, de los escuadrones de protección (léase: die schutz staffels = Las SS). Y por eso, yo digo
que, en realidad, Die Shell Grouppen de Holanda, es tan nazi como lo
fue Eon AG de Berlín, bajo el lema francmasónico
de que todo tiene que cambiar, pero
para que nada cambie en realidad (léase: el gatopardismo) ¿Verdad?
[4] Para un análisis de El Proyecto Vaca Muerta, véase El Cisne Negro
(Editorial 514 – Ahora Vamos Por Las Pelatitas), del dos de marzo de 2.013.
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