lunes, 18 de noviembre de 2013

713 Historia (Mundial)

Año III – Primera Edición – Editorial: 00000713 [1]

 
El Cisne Negro [2]
El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Lunes 18 de Noviembre de 2.013.






 Al Mahdí I [3]
Rubén Vicente 

La historia de la evolución de nuestro planeta, tuvo como resultado, que ese espacio geográfico, que hoy llamamos con el nombre de la península arábiga, haya quedado configurado, como un inmenso desierto de rocas, de arenas, de dunas y hasta de sierras, de montañas y de cordilleras con cumbres nevadas, que están rodeadas por El Golfo Pérsico, por El Estrecho de Ormus, por El Mar de Arabia, por El Océano Indico Noroccidental, por El Estrecho de Babel Mandeb, por El Mar Rojo, por El Golfo de Akkaba, por La Península del Sinaí, por El Canal de Suez, por el país natural que rodea El Mar Muerto (léase: Canaán = Canaá = Palestina = Israel) y por La Mesopotamia Asiática, que forman los ríos Tigris y Éufrates. 

A simple vista en el mapa, tiene la forma de una especie de rectángulo irregular, donde casi no hay nada, a excepción de noches gélidas, de días tórridos, de diversas clases de yukas y de cactus, de escorpiones, de serpientes, de arañas, de algunos oasis, que son las islas del mar interminable de las dunas y en donde, sólo en su esquina sudoccidental, la baja cordillera y los valles de la zona que la historia conoce con el nombre de El Yemen (léase: La Arabia Feliz), es el único lugar de toda la península arábiga, en el que las condiciones geológicas permiten la existencia de la vida humana de manera permanente. 

De esa manera, el desierto de la península arábiga forma un todo único con el desierto que se extiende por todo el norte del África, siendo en realidad un bioma único, que recibe el nombre de El Desierto del Sahara. 

Ese es el escenario en el cual, desde tiempos inmemoriales, circulan y hasta habitan individuos (varones, mujeres, niños y ancianos), que forman parte de las familias, que se agrupan en los clanes, que forman las tribus, que integran la horda de los árabes, que así se llaman por el hecho de que fueron ellos los que le pusieron a su país natural el nombre de Arab, del que surge el genticilio de árabe, y la denominación geográfica tradicional de la península de  El Arabistán. 

Los árabes son gente que pertenece a la raza blanca, de la etnia de los semitas, de la subetnia de los endoasiáticos o indoasiáticos, que desarrollaron sus propias jergas, dialectos e idiomas, que forman parte de la lengua árabe, que es escrita, y que cultivaron, desde siempre, una espiritualidad que tiene el formato de una esoteria, de un credo y de una liturgia, es decir, de una religión, que es fundamentalmente animista y politeísta (léase: el paganismo árabe = el ismaelismo), cuyas máximas divinidades son el sol y la luna. 

Por eso, desde los puntosde vista telúrico, racial, lingüístico y religioso, es decir, desde el punto de vista étnico, es perfectamente válido hablar de La Nación Arabe, cuyo primer estilo de vida fue nómade, es decir, beduino, siendo su gran medio de transporte histórico el camello. 

Partiendo desde La Mesopotamia Asiática, o desde el país natural de El Mar Muerto (léase:  Canaán = Canaá = La Palestina = Israel), si la pretensión era llegar por tierra a las aguas de El Océano Indico Noroccidental, los viajeros estaban obligados a atravesar la península arábiga, y a soportar el tradicional estilo de vida de los beduinos, que era el asalto de las caravanas, para despojarlas de sus bienes, o el cobro de peajes para no ser atacadas, que eran abonados en especie (ej.: camellos, prendas de algodón o de seda, dagas, oro, aceites, harinas, carnes saladas, mujeres y niños de ambos sexos); de a donde a los beduinos les viene la caracterización antigua de los bandoleros del desierto. [4] 

Eso fue así, hasta que durante el reinado de Absalón, El Imperio de Jezrell (léase: Israel), extendió sus fronteras hacia el sur, conquistando todo El Arabistán, y convirtiéndolo en un reino israelita, con capital en la villa yemenita de Sanah (léase: Saba). 

Desde entonces, El Arabistán conoció los íconos de la civilización antigua, como son la moneda, los calendarios, los sistemas de pesas y medidas, la escritura, la arquitectura en piedra, la navegación, el comercio, el gobierno y las leyes. 

Después de la fractura de la unidad israelita, acaecida en el siglo noveno antes de nuestra era, El Arabistán quedó formando parte de El Imperio Israelita del Oriente, también conocido con el nombre de Judá (léase: Judea), con capital en la ciudad sagrada de Jerusalén; pero en los siglos subsiguientes, El Arabistán fue suscesivamente conquistado por los babilónicos, por los medos, por los persas, por los griegos, por los romanos, por los bizantinos, y otra vez por los persas (570 d.C). Conste. 

En ese entonces, El Arabistán, era un mar de arena, tachonado de islas, que eran los oasis, controlados por el pueblo originario de los beduinos, mientras la ciudades ya existentes, que eran las de Bagdad, Kuwait, de Abou Davi, de Riad, Maskate, de Adén, de Saba, de Jedahh, de Yatrib, de Akkaba y de Al Mekha (léase: Almeja = La Meca), que estaban habitadas y económicamente controladas por los bizantinos, que soportaban la nueva dominación política de Persia. 

Pero ese esquema geopolítico tenía dos excepciones (2), que eran las de La Meca y Yatrib, donde el comercio y las finanzas no estaban en manos de los bizantinos, sino más bien, de los judíos del norte, emigrados y afincados desde hacía siglos en El Arabistán, conocidos bajo el nombre colectivo de los peregrinos que, en el árabe beduino de los oasis, de traduce como al jachem, de donde a ellos les venía el nombre colectivo (léase: el gentilicio) de los hachemitas. Right? 

Y en ese entonces, los hachemitas administraban un negocio sumamente lucrativo, que era una gran solución práctica para todos los árabes, fueran ismaelitas, mazdeistas, judíos o cristianos, que tenía como epicentro una gran roca negra, que era un aerolito caído a la tierra, que ellos llamaban con el nombre de Al Khaaba (léase: La Caba), que era algo así como la piedra fundamental, alrededor de la cual se levantaba un gran templo de piedra, que albergaba trescientas estatuillas (300), que eran los fetiches ismaelitas, mazdeistas, judíos y cristianos, a los cuales, por una moneda de oro, se podían adorar o rezarles, según fuera el caso, mientras el viajero hacía su trayecto por El Arabistán y pasaba por La Meca (léase: el sagrado peaje = el óbolo sacro). ¿Cómo? 

Y el ídolo yavista de El Templo de los Trescientos Dioses era lógicamente Jehová, cuyo nombre hebreo, se traducía al árabe de los beduinos de los oasis como Al Haj (léase: Alhaj = aljaj = Alhaja = Alaja = Allah = Alá). 

Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos, veremos y pronto lo sabremos.

[1] La libre expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la República Argentina de 1995 (Art. 14),  la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts. 153 y 155).
 
[2] Para uno de Los Siete Grandes Sabios de Grecia (Solón) El Cisne Negro es la alegoría de un hechoque es teóricamente posible, pero que todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería castastrófico.
 
[3] La ache, se pronuncia jota (léase: Al Majdí).
 
[4] En árabe, la proposición lógica de los bandoleros del desierto, se describe con una palabra única, que es Al Mafhia (léase: La Magia = La Mafia). Conste.

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