El Diario Digital de la Historia y de la Geopolítica
Martes 19 de Noviembre de 2.013.
Al Mahdí II
Por Rubén Vicente
Exactamente a la medianoche del viernes, veinte
de abril del año de Nuestro Señor Jesucristo de 570, con el sol en la constelación del toro
(tauro) y con la luna en la casa del tigre (léase: géminis), mientras la
cristiandad celebraba la festividad de San Anastacio de Antioquía Obispo y
Martir (501-559), en el seno de una
próspera familia de comerciantes judíos arabizados (léase: los hachemitas) de
la ciudad de La Meca, que era la flamante capital de la satrapía persa de El
Arabistán, sobrevino el nacimiento de un varón (léase: el primogénito), que fue
circuncidado bajo el nombre de Muhammad ben Qasim
ibn Qarán al Hacem as Mekha, que la historia universal recuerda con el nombre
de El Profeta
Mahoma.
¡Ah si, El Profeta Mahoma! ¡Yo lo estudié en el secundario! ¡Pero no me
acuerdo nada! ¡Andaba en camello! ¿No? ¡Callate y escuchá, burro! ¡Ma qué
burro! ¡Era camello!
Muhammad hizo la primaria y el secundario en un establecimiento confesional,
dependiente de la sinagoga yavista de su ciudad natal de La Meca, y se graduó
como licenciado en derecho civil (de ius civile), con diploma expedido por la
Universidad de Jerusalén, en el año 593.
Desde entonces, comenzó a liderar una caravana comercial de propiedad de su
familia, que unía las ciudades persas de Saba, de Jedah, de Yatrib y de La
Meca, con las bizantinas de Akkaba, de Jerusalén y de Damasco; convirtiéndose
en un hábil mercader políglota, que hablaba con cierta fluidez el hebreo, el
árabe, el persa, el griego y el latín, y que se maravilló con la arquitectura
bizantina y con las religiones universales del mazdeísmo y del cristianismo;
dándose cuenta de que, en el fondo, Ahura Mazda, Jehová, Teos Peter y Deus
Pater, no eran otra cosa que la misma y única persona divina, que era la
creadora y la gobernante suprema del universo.
Bien no sabe ni dónde, ni cuándo, ni cómo fue, pero lo cierto es que dicen
que El Arcangel Gabriel se le apareció en una cueva, y le ordenó escribir un
texto sagrado, pero en el árabe de las tribus beduinas de los oasis de El
Arabistán y que, de golpe y porrazo, se volvió como loco, porque empezó a
predicar las verdades, que él decía que le habían sido reveladas, justamente,
en La Caba de El Templo de los Trescientos Dioses de La Meca, paradito al lado
de la estatuilla del ídolo judío (Jehová), que él empezó a llamar con su
nombre hebreo, pero dicho en árabe (Al Haj = Alaja = Allah = Alá). ¡Ah, mirá vos!
Obviamente, nadie le entendía un pomo, menos los beduinos, que se empezaron
a maravillar con esas palabras que entraban en sus espíritus viceralmente
formados en el bandolerismo, en el latrocinio y en la piratería profesional,
causándoles un desconocido, rarísimo y espléndido nuevo sentimiento piadoso de la
devoción, pero no ya al sol, a la luna, o a cualquier otro de los dioses
paganos árabes, sino más bien, sólo a Allah, echando raíces en el fondo de sus
almas la creencia el un dios único y universal, cuyo enviado los volvería a
hacer dueños de las tierras que habitaban, y sobre todo, de las ciudades
árabes, pero gobernadas por ellos mismos, y ya no por los persas ni por nadie,
obvio.
En otras palabras, gracias a Muhammad, los beduinos de La Meca, empezaron a
creer en lo que para ellos no era otra que un nuevo dios, que les exigía, nada
más ni nada menos, que la sumisión absoluta a sus designios, a cambio de
llevarlos, no sólo al progreso material y a la cultura espiritual de la
civilización bizantina y persa, sino también, a la conformación de su primer y
propio estado, absoluta y exclusivamente be-dui-no. Righ?
Y como en árabe, la frase sumisión absoluta, se dice con una sola palabra,
que es islam, a la nueva creencia, se la empezó a llamar con el nombre
de el islamismo,
y a los manuscritos de Muhammad, los encuadernaron, formando un libro, que la
historia universal recuerda con el nombre de su tribu hachemita (Al Qarán) que,
castillanizado, es El Corán.
Resultado. Los comerciantes judíos y bizantinos de La Meca se empezaron a
hinchar las pelotas con esa idiotez del islamismo, mientras la policía persa se
chivó feo con esos islamistas, hasta que, sencillamente, los rajó, a Muhammad y
a sus primeros seguidores, directamente, a patadas en el traste, y se tuvieron
que ir a vivir al desierto, y jodete. ¡Mi hermano¡ ¡Mi famlia¡ ¡La buda que te
barió, ja ja já!
Muhammad tenía familiares moishes en Yatrib, que les dieron hospedaje
permanente a todos y a todas, y que a él le dieron guita suficiente como para
construir una especie de casa de oración fortificada (la mezquita), y para
pagarle a varios zumbos del ejército persa, para que se hicieran un adicional,
proveyéndoles a los beduinos islámicos, nada más ni nada menos, que instrucción
paramilitar, formando un pequeño ejército privado (léase: la milicia), que
sería exclusivamente integrada por los beduinos conversos al islam, que
comenzarían a ser posteriormente conocidos, bajo el nombre colectivo de al
muslim (léase: los musulmanes). Right?
Te la hago corta. En los siguientes veinte años (20), los musulmanes de Muhammad, se
fueron convirtiendo gradualmente en una verdadera pesadilla, porque empezaron a
matar, a secuestrar, a violar, a robar y a incendiar abolutamente todo lo que
interpusiera en su camino (léase: la guerrilla rural y el terrorismo urbano),
salvo que las víctimas potenciales, sencillamente, se convirtieran al islam, y
les donaran al ejército musulmán, absolutamente todo lo que poseían. ¿Cómo?
Ah, y a Muhammad, lo empezaron a llamar con el nombre de El Profeta de
Allah, y a la ciudad de Yatrib, que era el cuartel general de los musulmanes, le cambiaron el nombre,
por el nuevo de La Ciudad del Profeta que, en árabe, se dice Al Madinah
(léase: La Madina = Medina), que vos te darás cuenta de donde viene el apellido
Medina, no?
¡Ah si, como El Negro Medina! ¡Es el paraguayo que me cambia los cueritos
de la pileta de la cocina¡ ¡Para mi que me está caminando, porque se me rompen
a cada rato, y cada vez que viene, me corta la cabeza! ¡Debe ser porque será
musulmán¡ ¡Ahora entiendo! Ja ja já.
Y en el año 630, El Profeta capturó La Meca; destruyó hasta los cimientos
El Templo de los Trescientos Dioses; le exigió a todo el mundo que se
convirtiera al islam, y sobre La Caba, mandó construir la segunda mezquita
musulmana, declarando la existencia material, la constitución formal, la
soberanía interior y la independencia exterior de El Gran Reino Musulmán de
Arabia, con capital religiosa en la ciudad de La Meca, y con capital
política en la ciudad de Medina, siendo coronado monarca, obviamente, con el nombre
aristocrático de Muhammad I, inaugurando de ese modo, la primera dinastía
musulmana de Los Al Hachemi,
y nombrando como primer ministro a su suegro, obviamente, también hachemita
como él (Abou Bakir), falleciendo dos años más tarde sin dejar descendencia masculina (632).
Y Abou Bakir la hizo fácil, porque se autocoronó como rey provisional, con
el tratamiento honorífico de La Sombra de El Profeta que, en árabe, se
dice Al Khalifa (léase: el califa), y lanzó al ejército musulmán contra los
persas, estallando entonces un conflicto bélico de liberación nacional,
conocido con el nombre de La Guerra de Arabia, que concluyó casi veinte
años más tarde (20), con la
consolidación de la revolución religiosa y política, es decir, la revolución
teopolítica del islamismo musulmán. ¿Si?
Y si me dijeran que estoy muy equivocado, respondería que veremos,
veremos y pronto lo sabremos.
[1] La libre
expresión y la segura circulación de la información contenida en el presente
documento se halla jurídicamente garantizada por la Declaración Universal de
los Derechos Humanos de 1948 (Art. 19), la Constitución Nacional de la
República Argentina de 1995 (Art. 14),
la Ley Nacional N° 26.032 de 2005 y el Código Penal de la Nación (Arts.
153 y 155).
[2] Para uno de Los Siete
Grandes Sabios de Grecia (Solón) El
Cisne Negro es la alegoría de un hechoque es teóricamente posible, pero que
todos creen que es prácticamente improbable, pues si ocurriera sería
castastrófico.
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